25 de agosto 2010 - 00:00

Diálogos en Wall Street

La economía se desacelera y el nerviosismo se multiplica. La Fed está dividida -como pocas veces en su historia- tras su última reunión. ¿Cómo sigue la película? Para Gordon Gekko, el álter ego de un veterano especialista en mercados internacionales, el mosaico de opiniones cruzadas que afloró del seno de la Fed no le ató las manos a Bernanke. Ni se las atará si precisa aumentar la compra de bonos del Tesoro. Y los mercados también lo creen al empujar la baja de las tasas largas al 2,49%.

Periodista: ¿Regresan los tiempos de turbulencia?

Gordon Gekko
: La recuperación pierde aire en los EE.UU. Es comprensible que aumente el nerviosismo.

P.: ¿La expansión se desacelera o la economía se contrae?

G.G.:
No hay evidencia tangible de contracción. No todavía.

P.: Pero la desaceleración se acentúa.

G.G.:
Así es.

P.: Las cifras de julio y de agosto lucen más endebles que las de mayo y de junio, cuando comenzó a notarse la debilidad.

G.G.:
Correcto. Aunque hoy los mercados estén mejor que entonces.

P.: La recuperación no carreteó demasiado. No hay mucho margen para perder velocidad.

G.G.:
La pujanza del primer trimestre, en términos de actividad, se esfumó en el segundo.

P.: De crecer al 5% a fines de 2009 se pasó al 3,7% en el primer trimestre y, luego, al 2,4% entre abril y junio. La tendencia es ostensible.

G.G.: Yo diría que, cuando este viernes se publique el dato revisado del segundo trimestre, difícilmente exceda el 1%.

P.: Si julio y agosto fueron más limados, no estaremos muy lejos de volver a estancarnos.

G.G.:
Ocurre que la demanda agregada fue más robusta en el segundo trimestre que en el primero.

P.: Al revés de lo que aconteció con el Producto Bruto.

G.G.:
Tal cual. Y creo que la revisión abultará esa brecha. La demanda de importaciones fue más fuerte que la estimación original. No cayó tanto el gasto como la parte que fue cubierta con producción propia de los EE.UU.

P.: ¿Y qué es lo que se desacelera en estos momentos? ¿La demanda, que usted dice tiene colchón, o la producción?

G.G.:
Lo que más pesa son variables que, tarde o temprano, afectan ambos lados de la ecuación. El mercado laboral. El mercado inmobiliario. No es bueno que se dude de la recuperación, porque se postergan decisiones de gasto que ya se habían retomado y, en un marco así, por mera precaución, volverían al congelador. Es verdad que el aumento de importaciones difícilmente haya sido absorbido por consumo e inversión en forma plena; en buena medida estará engrosando los inventarios. Si la demanda flaquea, ahora debería incidir proporcionalmente menos en la marcha del PBI.

P.: Con su decisión de volver a la compra de bonos del Tesoro, ¿hasta dónde puede acusarse a la Fed de transmitir una falsa impresión sobre la fragilidad de la expansión económica?

G.G.:
Si los pedidos de subsidios de desempleo, en vez de trepar a 500 mil, hubieran bajado a 450 mil, no importa cuál fuese la resolución de la Fed, la conclusión sería obvia: la situación se encarrila. Si el mismo mensaje se recogiera de otros indicadores, más aún. Pero sucede todo lo contrario. Así que la Fed, per se, no instaló la percepción de debilidad. Sólo la confirmó. Y no hace falta que la Fed se retracte, si las lecturas económicas repuntan, también lo hará la visión de la coyuntura. Las expectativas revelan buena voluntad: todavía se piensa que aquí hay un bache de actividad, no un regreso a la recesión. Las tasas de interés a ras del suelo financian la espera de mejores frutos.

P.: Pero se dice que en el seno de la Fed rige una opinión más constructiva.

G.G.:
¿Una opinión? ¿Una sola? Pareciera haber una opinión distinta en cada uno de los miembros del Comité de Mercado Abierto. Escuchamos, por caso, la de Thomas Hoenig, presidente de la Reserva Federal de Kansas City, quien pidió una vez más, y con lujo de detalles, subir rápido las tasas al 1%.

P.: Quizás sea una exageración.

G.G.:
Pero no hubo una mayor demostración de confianza en la continuidad de la recuperación. El problema es que la compulsa de datos económicos no la ratifica. En todo caso, ya que se han ventilado las posiciones personales de la mayoría de los miembros del comité; si había un error de interpretación, habrá quedado salvado. Sabemos que la Fed no tiene una visión monolítica de la realidad, sino una paleta de todos los colores.

P.: Tampoco resulta edificante advertir un caleidoscopio de opiniones.

G.G.:
No lo sería si condujera a la parálisis. Es lo contrario de lo que se cuestiona. Bernanke tiene un estilo colegiado de conducción. Deja hablar, deja expresar públicamente discrepancias profundas. Pero tomó una decisión. Y a la luz de toda la información disponible, no le erró a la dirección de la bocha.

P.: Dijo Hoenig que la política monetaria no es el remedio universal. Que los mercados se malacostumbran pidiendo más estímulo ante cualquier contratiempo. Aun aquellos que el banco central no puede curar.

G.G.:
Tiene toda la razón. Pero, ¿es pertinente? La Fed consiguió acelerar la baja de tasas en todo el espectro de la curva de plazos. ¿Perjudica? ¿Es contraproducente?

P.: No parece demasiado eficaz. Y tiene efectos colaterales en el largo plazo.

G.G.: Nada de lo que haga, u omita hacer, está libre de bemoles. Pero relea lo que escribió Bernanke sobre Japón y se dará cuenta de que es coherente. No está cediendo a lo que los mercados le piden, sino que ejecuta lo que, en su momento, les criticó a las autoridades japonesas por no haber aplicado a tiempo. Diría más, mire toda la baja de tasas que se produjo, y, en esencia, se logró sin aumentar la cartera de bonos de la Fed.

P.: No todos sus pares están de acuerdo dentro de la Fed. Si hay que poner más carne en el asador, Bernanke, ¿tendrá apoyo para aumentar la cartera de bonos más allá de su límite actual de 2,05 billones de dólares?

G.G.:
Yo no tengo dudas.

P.: ¿Y los mercados?

G.G.:
Mire la tasa de diez años y saque sus propias conclusiones. Ya quebró, hacia la baja, el umbral del 2,50%...

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