9 de febrero 2010 - 00:00

“‘El Dibuk’ representa la esencia de la ética judía”

Kaufmann tiene una vasta trayectoria como director de teatro y ópera. Reside en Israel y llegó al país para seleccionar el elenco de «El Dibuk», que se verá en el San Martín durante el segundo semestre.
Kaufmann tiene una vasta trayectoria como director de teatro y ópera. Reside en Israel y llegó al país para seleccionar el elenco de «El Dibuk», que se verá en el San Martín durante el segundo semestre.
Jacobo Kaufmann, director, régisseur, escritor, traductor e investigador argentino residente en Israel desde 1972, pasó por Buenos Aires para seleccionar el elenco de «El Dibuk» de Shlomoh An-Ski, pieza fundamental de la dramaturgia judía que subirá a escena durante la segunda quincena de agosto en la Sala Casacuberta del Teatro General San Martín.

«El Dybuk, o entre dos mundos» relata la historia de Leah, una joven que en la víspera de su boda es poseída por un espíritu. Su padre, un rico comerciante, la obliga a casarse con un hombre de su posición. Cuando Hannan, el enamorado de Leah, se entera de la funesta noticia muere bajo el influjo de un éxtasis místico. Así comienza este drama inspirado en uno de los mitos más poéticos del folklore judío: el «dybuk» es el espíritu de una persona muerta que por alguna falta o pecado no puede descansar en paz y busca refugio en una persona viva. Dialogamos con Kaufmann.

Periodista: Ya conocimos una versión de esta obra en la sexta edición del Festival Internacional de Buenos Aires. La dirigió el polaco Krzysztof Warlikowski.

Jacobo Kaufmann: Y antes hubo dos versiones en los años 20 y 30 realizadas por grupos de teatro iddish. Yo ahora la traduje al español. «El Dibuk» es el resultado de una expedición etnográfica que realizó el autor, antes de la Primera Guerra Mundial, acompañado de un fotógrafo y de un músico. An-Ski quería registrar un mundo que él ya percibía en extinción y para ello viajó por Europa Oriental recopilando música, costumbres, filosofía, literatura, rituales y supersticiones. Todo lo que conformaba la vida y el folklore de las pequeñas aldeas judías. Gran parte de ese material se conserva en San Petersburgo.

P.: ¿Qué rasgos del pensamiento judío refleja ese registro de An-Ski?

J.K.: Es un manual de ética y conducta. Lo que tienen en común todos los judíos no es necesariamente el aspecto místico y religioso sino más bien un comportamiento. Hay cosas que se hacen y cosas que no se deben hacer. Esto no es solamente patrimonio judío, también influyó posteriormente en el cristianismo. El judaísmo también ha aportado mucho en temas sociales. Por ejemplo, la introducción del sábado como día de descanso es revolucionaria. Cuando en casi todo el mundo existían esclavos que eran explotados sin consideración, la religión impuso ya de entrada que un día a la semana fuera para descanso. Y se descansa en forma activa: meditando, haciendo un balance de cómo se vivió la semana y viendo qué se propone uno para el futuro.

P.: ¿Cómo es el contexto socio-político de la obra?

J.K.: Retrata una época de gran efervescencia política y social, con la Revolución Rusa de por medio. Se muestra el status social y económico de la población, las creencias a las que se aferraban, la indigencia de la gente de campo. A ese nivel es casi un documental, pero hay personajes que viven de una manera casi irreal, que no entienden muy bien cómo se van a arreglar en ese mundo tan complejo que se avecina.

P.: Pero no se trata de una obra realista.

J.K.: No. Es inmensamente poética. Este material está más ligado a los textos cabalísticos, no es parte del canon religioso, sobre todo en lo que respecta a la trasmigración de almas. El judaísmo clásico anuncia la llegada de un mesías que resucitará a todos los muertos. Y estos no transmigran volverán a la vida tal como eran, seguramente superpoblando el planeta. La obra de An-Ski se aventura en terrenos casi prohibidos. Hannan, el protagonista masculino, estudia la cábala para influir en las cosas que suceden y eso no se debe hacer, pero este muchacho lo hace igual.

P.: Pero al fin y al cabo se trata de una historia de amor y además parece extraída de un cuadro de Chagall.

J.K.: Sí, Chagall evoca ese tipo de vida y su biografía coincide con la época en la que transcurre la obra. Pero hay muchas otras cosas no es sólo una historia de amor. Incluye elementos místicos y poesía no solo en relación a la pareja protagónica sino también a la vida que se desarrolla en esa pequeña aldea.

P.: Háblenos de sus últimos trabajos.

J.K.: Vengo de dirigir la ópera «Nabucco» en Roma y «Dido y Eneas» en México y de dictar clases en el Royal College of Music de Londres. En breve se van a publicar dos libros míos sobre el compositor Jacques Offenbach. También traduje al español la obra completa de Antonio José da Silva, que es el máximo dramaturgo portugués del siglo XVIII. Fue quemado por la inquisición portuguesa por ser judío y hasta ahora no fue traducido a ningún idioma. Yo soy el primero que lo traduce después de trescientos años. El libro ya salió en España.

P.: ¿Qué otros temas está investigando?

J.K.: Todo lo referido a la inquisición en Latinoamérica. Mucha gente desconoce que ésta tuvo mucho peso en México, Lima, Cartagena de Indias y también en Brasil. Y sigo investigando en todo lo que tiene que ver con el judaísmo alemán, polaco y ucraniano. Porque esa zona de Europa fue un importante centro de irradiación de la cultura judía hasta que llegó la Shoa. Digo Shoa y no «Holocausto» porque fue un genocidio, no una inmolación voluntaria. Allí nadie se sacrificó. Hay dos palabras que no me gustan para nada. Una es «Holocausto» y la otra es «tolerar», porque tolerar significa «sufrir al otro» y yo prefiero el respeto mutuo.

Entrevista de Patricia Espinosa

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