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El temor llega a los campos petroleros sauditas
Con las alfombritas para el rezo bajo el brazo, los creyentes se dirigen deprisa a la mezquita Imán Faisal Ibn Turki. El templo islámico, situado en un barrio de clase media de la ciudad petrolera saudita de Damam, está repleto de fieles durante la oración de los viernes. Quien llega tarde tiene que desplegar su alfombra en el exterior de la mezquita, a la vista de los policías.
En sus coches patrulla blancos, los uniformados dan una y otra vuelta alrededor de la mezquita. Junto con algunos policías vestidos de civil vigilan la zona para impedir que al término de la plegaria se formen aglomeraciones en la calle. Y es que en la Provincia Oriental, donde se encuentra el petróleo que aceita el motor de esta sociedad islámica conservadora, el ambiente está tenso.
El puente que comunica Arabia Saudita con el vecino Bahréin, adonde les gusta a algunos habitantes de Damam desplazarse los fines de semana para escapar un par de horas de las estrictas reglas que rigen en su país, está bloqueado. Los únicos sauditas actualmente autorizados a cruzar son los soldados que el rey Abdalá envió a mediados de marzo a Bahréin después de escalar el conflicto entre la casa real sunita y la mayoría chiita.
Manifestaciones
Además, también en la Provincia Oriental, donde vive la mayoría de los chiitas sauditas, se llevaron a cabo en las semanas pasadas varias pequeñas manifestaciones de protesta, aunque ninguno de los manifestantes gritó consignas contra el Rey. A diferencia de algunos otros miembros de la casa real, el monarca es relativamente querido. Sin embargo, algunos manifestantes expresaron sus simpatías por sus correligionarios chiitas en Bahréin, lo que hizo sonar las alarmas en Arabia Saudita.
Y es que la mayoría de los monarcas del Golfo tiene miedo de que Irán, país que aumentó su influencia en Irak con la caída de Sadam Husein y la elección de un Gobierno dominado por los chiitas, amplíe aún más su poder en la región, por ejemplo, instigando a los chiitas árabes para que se vuelvan contra sus gobernantes sunitas. La casa real de Bahréin incluso está convencida de que la milicia chiita proiraní Hizbulá, del Líbano, está implicada en esa «conspiración». Por su lucha contra Israel, Hizbulá goza también de cierta simpatía entre los chiitas en Bahréin.
El jueves pasado, el Gobierno bahreiní canceló todos los vuelos a Irak, Líbano e Irán, después de que Hizbulá, los partidos chiitas iraquíes y el Gobierno de Teherán criticaron la dura actuación de las autoridades contra los manifestantes en Bahréin. En este pequeño reino, los chiitas constituyen la mayoría de la población, mientras que sólo el 12% de los sauditas profesa el chiismo.
«The King», dice en inglés una pintada que alguien dibujó con un spray en una pared junto a la mezquita Imán Faisal Ibn Turki. Al lado de esa palabra, el anónimo monárquico había pintado un corazón.
En Arabia Saudita, gobernada por una monarquía absoluta cuyo poder político y sistema jurídico se basan en una interpretación puritana del islam sunita, existen tres grandes tabúes.
El primero es la religión: los chiitas se sienten discriminados, aunque muchos de ellos admiten que su situación ha mejorado notablemente desde la subida al trono del actual rey en 2005. El segundo es el petróleo: el país tiene las mayores reservas probadas de crudo del mundo. Arabia Saudita no quiere decir en estos momentos hasta qué nivel ha incrementado la extracción de su crudo para compensar en el mercado mundial la caída de la producción en Libia.
Y el tercero es la monarquía: se considera especialmente impertinente cualquier especulación pública sobre quién podría convertirse en el sucesor del rey.
Agencia DPA
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