Finalizó enero y a pesar del 0,7% que recuperó ayer el Dow al cerrar en 15.848,61 puntos, el ánimo de los inversores no es bueno. Podría creerse que esto tiene que ver con el 4,39% que retrocedió el promedio durante el mes, lo que, según cierta tradición, pronunciaría un año bajista (en el último medio siglo tuvimos otros seis eneros con bajas mayores que el 4%: 2009, cuando las blue chips ganaron el 18,82%, 2008 cuando perdieron el 33,84%, 2000 cuando retrocedieron el 6,18%, 1978 y 1979, cuando mermaron el 3,15% y e1 7,27%, y 1970 y 1967, cuando subieron el 4,82% y el 4,27%; la baja promedio es del 4,65%), pero lo cierto es que la falta de entusiasmo parecería tener más que ver con la falta de motivos concretos capaces de explicar la caída de los precios (pedimos disculpas por insistir una vez más con este tema, pero es así). La realidad es que no sabemos qué va a pasar y es posible que en los próximos días el mercado reemprenda la senda alcista; sin embargo, el comportamiento de los últimos días, en especial el de las monedas de países emergentes y fronterizos hacen apropiado pensar al menos teóricamente en nuevos escenarios. Acá es donde continuamos el comentario del miércoles e introducimos la idea de los "modelos catastróficos". Más allá de su rimbombante título, los "modelos cat" permiten evaluar y valuar el riesgo de manera no lineal y dinámica (los utiliza la industria de seguros frente a los desastres naturales o crisis humanitarias), donde un ligerísimo cambio en las condiciones iniciales (la devaluación argentina) es capaz de precipitar un movimiento de carácter masivo (derrumbe generalizado del mercado global), mientras otro de gran magnitud apenas si mueve el sistema. Sigue el lunes.
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