3 de enero 2012 - 00:00

Gehry deja su impronta en el “Skyline” de Manhattan

El imponente edificio de departamentos conocido como Torre Beekman cambió sustancialmente tras la intervención del célebre arquitecto Frank Gehry, que a los 82 años realizó su primera obra de envergadura en Nueva York.
El imponente edificio de departamentos conocido como Torre Beekman cambió sustancialmente tras la intervención del célebre arquitecto Frank Gehry, que a los 82 años realizó su primera obra de envergadura en Nueva York.
A los 82 años, el famoso arquitecto Frank Gehry pudo, por fin, dejar su impronta en el «Skyline» de Manhattan. Antes conocido como Torre Beekman, se trata de una torre residencial de lujo de 76 pisos, que no sólo es el primer rascacielos de Gehry, sino que también y por ahora, sus 265 metros de altura lo convierten en el edificio de viviendas más alto de todo el hemisferio occidental.

Frank Gehry, es para la arquitectura moderna sinónimo de vanguardia «hi-tech» y decontructivismo puro. Desde sus diseños, parte de una idea con formas geométricas simples con un juego e interacción de volúmenes conectados entre sí por materiales altamente sofisticados y con terminaciones muchas veces «inacabadas».

La terminología «decontructivismo» deriva del constructivismo ruso de los años 20, de donde se retoma en 1980 algo de sus principios fundamentales. Podríamos citar como eje fundacional la famosa Torre de Tátlin, o los artistas Kasmir Malevich y Alexander Rodchenko que influyeron en el uso de las formas geométricas y su posterior movimiento o descomposición.

Nacido en Toronto en 1929, con el nombre de Ephraim Goldberg, adoptó más tarde la nacionalidad estadounidense. Se graduó en 1954 (año en que se cambió el nombre por presiones de su ex mujer) de sus estudios de Arquitectura y comenzó a trabajar en el estudio de Víctor Gruen y asociados en Los Ángeles.

En 1961 se trasladó con su familia a París, donde trabajó en el estudio de André Rémonder. La educación francófona que había recibido en Canadá le fue de gran ayuda para desenvolverse en París. Permaneció un año, durante el cual estudió las obras de Le Corbusier y otros arquitectos franceses y europeos, así como las iglesias románicas existentes en Francia. Cuando regresó a Los Ángeles, Gehry abrió su propio despacho de Arquitectura.

Gehry es uno de los arquitectos contemporáneos que considera que la Arquitectura es un arte, en el sentido de que una vez terminado un edificio, éste debe ser una obra de arte, como si fuese una escultura, es mundialmente conocido por resonantes obras como el Museo Vitra, en Alemania, su primera obra en Europa en la que ya aplicó su estilo escultural de «deconstrucción»; el California Aerospace Museum, en Santa Mónica, cuyos espacios aéreos descubren al visitante la finalidad del edificio, la astronáutica; o el Edificio para la compañía de seguros holandesa, Nationale Nederlanden, en Praga, en el que se destacan las ventanas entrantes y salientes, dispuestas ondularmente.

La obra que lo puso en la primera plana de todos los medios fue sin duda la sede del Museo Guggenheim de Bilbao. El verdadero complemento de la sede neoyorquina de Frank Lloyd Wright, fue concebido por Gehry como un museo para el siglo XXI. Su concepción revolucionaria de la arquitectura se manifiesta en la sensible percepción del espacio, la utilización de materiales no tradicionales, y especialmente su proceso creativo de concebir las obras a partir de dibujos semiautomáticos.

Gehry, invitado a Bilbao por el director del Guggenheim Thomas Krens, ya era bien conocido por la transformación de espacios industriales como el Museum of Contemporary Art de Los Ángeles, (Temporary-Contemporary) grandes galerías para la exposición de obras de gran formato en cualquier medio, así como la creación de espacios dedicados a música y danza.

Al comité de selección le interesaba un edificio que fuera mayor que la suma de sus partes por separado, que transmitiera una poderosa identidad icónica, de manera que atrajera al público por sí mismo, siendo al mismo tiempo respetuoso con el arte que iba a albergar. En el proyecto, Gehry aprovechó la oportunidad de hacer un intercambio entre el entorno urbano y el solar, pero al mismo tiempo diseñar un edificio escultórico, emblemático, que transmitiera su fuerte presencia y se integrara a la ciudad.

En el Guggenheim Bilbao, los «peces» truncados, sin cabeza ni cola, transformados en formas de hojas o barcos y aplicados a algunas de las galerías laterales, dotados de una cualidad metafórica escurridiza, acabaron por personificar el movimiento continuo y la abstracción escultórica tangible que dan vida a la obra cubierta por un techo indescriptible de titanio.

«Siempre me ha fascinado poder dibujar líneas de forma no intencionada. Estas líneas tomaron la forma de una serpiente martillo. A veces pienso -señaló Gehry- que en el mundo todas las formas se pueden reducir a peces y serpientes».

El «Skyline», que logró modificar de manera trascendental, es la obra más reciente de Gehry. Tiene en su fachada su inconfundible sello. Paneles ondulantes de acero inoxidable combinados con cristal crean un exterior dinámico, como si fuera el viento el causante de esta singular arquitectura. En palabras del propio arquitecto, «Este edificio es un homenaje a la ciudad de Nueva York. Yo quería crear algo con un toque humano, siguiendo con la tradición de los edificios de Nueva York, no sólo para disfrutar de la vida vibrante de la ciudad sino también para poder disponer de momentos de contemplación. Para mí, el diseño de este edificio siempre se ha basado en dar calidad de vida a las personas que vivirán en él. El diseño de los interiores me ha proporcionado una conexión real con la gente que va a hacer de este edificio su casa. Espero que les guste».

De hecho, Gehry, ha pensado hasta el último detalle, es que el edificio ha sido creado para jugar con los elementos. Dependiendo de la posición del sol el edificio proyecta sus reflejos en una u otra dirección, cambiando su imagen durante el día.

New York por Gehry, en Eight Spruce Street, es la primera obra residencial del arquitecto canadiense y la primera de esta magnitud en la ciudad, tanto por su lujo como por sus dimensiones. Y es que el edificio, situado en el Financial District, muy cercano al Puente de Brooklyn, tiene unos 265 metros de altura, 76 pisos y más de 900 departamentos.

Frank Gehry ha diseñado también los interiores de las viviendas. Los suelos son de madera de roble y en los ventanales se han dispuesto cortinas que permiten tener privacidad sin perderse algunas de las mejores vistas de la ciudad. Los apartamentos están equipados con electrodomésticos de acero inoxidable.

Todos los departamentos (estudios, de 1, 2 y tres dormitorios) son de alquiler y tienen entre 150 y 480 metros cuadrados.

De esta forma, Gehry una vez más nos deslumbra con sus habilidades artísticas y seguido por una inspiración tan característica nos permite percibir una motivación que mantuvo desde el primer momento, que desde 2007 hasta hace uno meses, fue parte de este tan ambicioso proyecto.

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