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La muestra Gallimard resume 100 años de lazos con Francia

En la mega muestra «Gallimard-Un siglo de edición y de amistades franco-argentinas» hay fotos de Man Ray, dibujos originales que ilustran libros de Sartre, Camus o Saint-Exupéry, entre otros.
La prestigiosa editorial francesa Gallimard celebrará en la Argentina un siglo de existencia con esta megamuestra desdoblada en tres espacios a partir de manuscritos originales de Albert Camus, Jean Paul Sartre y Antonie de Saint-Exupéry. La exhibición recorre la historia de las relaciones culturales e intelectuales entre Francia y Argentina.
Por primera vez, el público podrá ver dibujos originales, como los de «Los Palabras» de Sartre, «La Peste», de Camus y «Vuelo Nocturno» de Saint-Exupéry». También hay fotografías de Man Ray, una carta de Henri Michaux y otra de Claude Gallimard a Jorge Luís Borges.
Esta muestra coorganizada con la Embajada de Francia y el Fondo Nacional de las Artes y la Ciudad de Buenos Aires, se desplegará en tres sedes simultáneas: La casa de la cultura del fondo Nacional de las Artes, La biblioteca Nacional y la Villa Ocampo en l zona Norte. En la Biblioteca tendrá lugar la muestra «Sartre en la Argentina, correspondencia visible e invisible».
París fue sin dudas, un punto de anclaje en el horizonte cultural de muchos autores y artistas plásticos. Siempre se la tomó como capital cultural por excelencia. Por eso es muy importante para el autor de esta nota mencionar algunos hitos de las relaciones Franco-argentinas, en torno al desarrollo artístico del siglo XX.
Uno de los ejes de sus planteos, señala a París como un centro privilegiado de confluencia de argentinos con las vanguardias europeas. Fuertes personalidades como Emilio Pettoruti, Torres García, Lucio Fontana establecieron lazos con los principales grupos abstractos europeos. Pero como Antonio Sibellino, Curatella Manes y Sesostris Vitullo, y con la indiscutible influencia del Futurismo y el Cubismo, lograron lenguajes originales.
En la Argentina, como en el resto de América Latina, el modernismo se impuso en la década del 20. Sus heraldos fueron Emilio Pettoruti y Xul Solar, quienes al retornar del entonces obligatorio viaje a Europa, expusieron en Buenos Aires, en la primavera de 1924, con distinta repercusión: escandalosa en el caso del primero, indiferente, en el del segundo.
Es asombroso recordar que ambos pintores encarnaban las dos culturas por nosotros identificadas en el arte de la América latina, las cuales emanan del mestizaje producido desde el siglo XVI al iniciarse la conquista y la colonización del inmenso ámbito que va desde el Río Grande a Tierra del Fuego.
Pettoruti, que había pintado óleos de orden geométrico y trajo a Buenos Aires una versión propia del cubismo, representaba la Cultura de lo Racional; Xul Solar, dueño de una figuración imaginaria sin antecedentes en el arte de la época, asumía la Cultura de lo Surreal, paralela y complementaria de aquélla.
A mediados de los cuarenta, con la aparición del primer y único número de la revista Arturo en 1944, se inició otro ciclo del arte argentino y comenzó a afianzarse la abstracción geométrica.
En este sentido, fue fundamental la influencia desempeñada, desde su regreso a Montevideo en 1934, por el constructivista uruguayo Joaquín Torres García, cofundador del Grupo Cercle et Carré (París, 1930), quien había rescatado en su obra elementos de las formulaciones geométricas del arte precolombino.
«El eje que parte de Torres García y se continúa con Fontana se desarrolló hasta los años setenta y marca una dimensión original en el arte argentino», según la socióloga y crítica de arte argentina Susana Sulic en la Universidad de París.
En cuanto a Lucio Fontana, destacó que siempre se debatió entre dos continentes, y sus idas y vueltas sucesivas no implicaron una ruptura sino más bien transiciones. Sin duda fundó las bases de un arte de anticipación porque su trabajo sobre la superficie de la tela adelantó al minimalismo y al arte conceptual.
En sus estudios sobre Lea Lublin, Susana Sulic piensa que el desarrollo de la obra de esta original argentina conduce a la relación con Marcel Duchamp. Lublin fue una auténtica creadora ligada a París durante largas residencias en esa ciudad. Realizó intervenciones dentro y fuera del espacio artístico, dentro y fuera de las galerías o museos, para señalar el abismo que se había creado entre cultura y sociedad. «Proceso a la imagen» es el título de una de sus experiencias visuales de fines de los años sesenta, pero esa denominación podría aplicarse a toda su obra, en la que realizó un recorrido, exploración y desmontaje de la historia del arte.
También coincidimos con Sulic en nuestra valoración del trabajo del rosarino Jorge Orta, quien reside en París desde 1984.
Participó en la Bienal Internacional de Arte de Venecia, con «Circuitos del Polvo», trabajo inscripto en la línea de otras experiencias similares. Utilizó cañones de imágenes, dos proyectores de alta intensidad y registró sobre las fachadas de Venecia las ruinas del Machu-Pichu. Luego lo hizo en los muros de las catedrales de Cuzco y de Chartres. Proyectó sus signos procedentes de las culturas del lugar y de otros, formando un alfabeto planetario, hondamente poético. En Venecia era un barco que recorría el Canal Grande desde la Plaza San Marco hasta el Rialto.
En relación con el conceptualismo de los años setenta, miembros del Grupo de los 13 (Grupo Cayc), desarrollaron un arte colectivo a partir de una reflexión antropológica, pero respetando los respectivos principios estéticos y técnicos personales. Realizan una muestra argentina en el Centre Pompidou a principios de los años 80. La presencia del pasado precolombino y las consecuencias del Descubrimiento de América en el imaginario de ese colectivo de artistas se manifestó marcadamente por el mito de la Conquista, el simbolismo del oro, las construcciones arqueológicas imaginarias de Jacques Bedel, las instalaciones de Víctor Grippo y Alfredo Portillos, por ejemplo.
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