12 de febrero 2009 - 00:00

Los que tienen que gastar más no son los norteamericanos

Los que tienen que gastar más no son los norteamericanos
En el mundo de los últimos años, China, y el resto del Asia en desarrollo, y luego los países petroleros y sojeros, generaron un fenomenal superávit en cuenta corriente. Es decir produjeron por encima de su gasto. Ese superávit, (ahorro) en lugar de ser gastado internamente, en su totalidad, fue reciclado, en general, comprando dólares y bonos del Tesoro norteamericano. En parte, para asegurarles a los inversores extranjeros que no serían licuados, ni expropiados, una vez realizada la inversión. En ese contexto, los dólares «comerciales» que viajaban del mundo desarrollado al mundo emergente, volvían al mundo desarrollado -principalmente, Estados Unidosen forma de dólares « financieros», alimentando la oferta de fondos prestables en Wall Street. Este aumento de la oferta de crédito se amplificó espectacularmente, gracias a la innovación financiera, al apalancamiento, etc, etc.

Esta combinación de dólares reciclados e innovación financiera dio lugar a una brutal inflación de activos, lo que permitió a los ciudadanos estadounidenses gastar más aún, (dado que «ahorraban» con la suba de precios de sus propiedades y acciones). Ese mayor gasto se tradujo en mayores déficits de cuenta corriente en Estados Unidos y algunos países de Europa, mientras aumentaba el excedente de los países exportadores. La cadena de la felicidad funcionando a pleno. Los norteamericanos comprando, los chinos vendiendo y comprando insumos y alimentos al resto de los emergentes. Y acumulando reservas que destinaban a comprar bonos del Tesoro americano y financiar a los norteamericanos para que sigan comprando. El sistema financiero globalizado expandiendo el crédito y la demanda al resto del mundo desarrollado, y todos creciendo y gastando. Hasta que a alguien se le ocurrió que ese mundo no podía durar para siempre e intentó desinflar las burbujas de los precios de los activos que, como sabemos ahora, en lugar de desinflarse de a poco, en medio de un «aterrizaje suave», explotaron.

  • Excesos

  • El cuadro que acompaña estas líneas le pone magnitudes a los excesos agregados de gasto y ahorro. Visto el mundo como un todo, aparecen quienes gastaron por encima de sus posibilidades -déficits de cuenta corriente-y quienes produjeron por encima de su demanda interna -los superavitarios-. Allí puede comprobarse que el déficit de cuenta corriente de Estados Unidos casi se duplicó entre 2001 y 2008 y el del Reino Unido se triplicó. España, por su parte, multiplicó su déficit de cuenta corriente por siete. Mientras Italia y Francia pasaron de ahorrar levemente,a desahorrar violentamente. Pero esto es lo que vemos en los «flujos» como resultado del cambio de valores de los «stocks». Los precios de los activos subieron tanto que permitieron a todos desahorrar y gastar a crédito, con el respaldo del valor de los activos como garantía, dada, insisto, la innovación financiera.

    Ahora, sucede exactamente lo contrario, lo que presenciamos es una caída del valor de los activos y un desarme de los créditos en los «stocks». Y un aumento del ahorro de los gastadores en los «flujos».

    Como los gastadores han dejado de gastar, la demanda agregada se está desplomando. Lo que correspondería, para evitar una profundización de la recesión global, es muy « sencillo». Los que ahorraron ayer tienen que gastar hoy, para compensar lo que ahora ahorran, los que gastaron de más ayer.

    Puesto de otra manera, y otra vez, sintetizando, ¡Son los chinos los que tienen que consumir, no los norteamericanos!

    Lamentablemente, sin embargo, surgen algunos problemas, para poder concretar este ajuste sencillo.

  • Devaluación

    Para que el déficit de cuenta corriente estadounidense caiga rápidamente, digamos a la mitad, el dólar debería devaluarse fuerte y rápidamente. Pero el dólar, no es una moneda cualquiera. Es un «bien público global», la moneda de reserva internacional. No se puede licuar tan fácilmente, sin graves consecuencias para Estados Unidos en primer lugar, y para el sistema monetario mundial en segundo lugar. Habría que encontrar urgentemente otra unidad de cuenta y reserva de valor. Y por el lado de la demanda, los chinos no tienen instituciones sólidas. No tienen democracia. No tienen derechos de propiedad bien garantizados, no tienen sistemas jubilatorios, de salud, de justicia, modernos y aceitados, etc. Lo mismo ocurre con los países petroleros que tampoco tienen instituciones políticas democráticas, ni propiedad privada bien garantizada, en general, más allá de la de sus jeques. Los europeos, por su parte, dado que están bajo el paraguas del euro, sólo pueden coordinarse internamente, aumentando el gasto los alemanes, para que ajusten los franceses, italianos y españoles, pero no pueden cambiar el gasto de «Europa». Los japoneses, a su vez, pueden contribuir al gasto global, pero solos, por más japoneses que sean, no pueden. Lo que se requiere es un fenomenal esfuerzo de coordinación, pero sin instituciones en China, y Arabia Saudita, entre otros, ese esfuerzo es limitado. La coordinación global funcionaría rápidamente, si fuera, exclusivamente, entre japoneses, europeos y norteamericanos. Es decir, si el mundo fuera el mundo de las instituciones funcionando.

    Además, el «desahorro» chino, implicaría masivas ventas de bonos del Tesoro o dólares, para monetizarlos internamente, afectando a la moneda de reserva. O exigiría la circulación de dólares en China, con subordinación del Banco de China a la Fed. Otro fenomenal esfuerzo de coordinación y cooperación global que parece no estar disponible rápidamente.

    En ese contexto, no hay masa crítica para compensar el ajuste norteamericano y todo lo que hoy se haga internamente en Estados Unidos, con más gasto público, intervenciones, etc. irá al final del día, a recomponer el ahorro de los norteamericanos, no su consumo. Obviamente, que este aumento del gasto público puede acelerar en algo la recomposición del ahorro, al mejorar el flujo de ingresos de los particulares. Y, obviamente, también se requiere reconstruir el sistema financiero, para que la « máquina de reciclado» funcione. Pero hasta que los norteamericanos y el resto de los deficitarios no recompongan su ahorro, el ajuste no terminará.

    Paradójicamente, lo que la globalización exitosa requiere, de aquí en más, no es más socialismo en los países centrales, sino más capitalismo serio, institucionalmente hablando, en el mundo emergente.

    Y es eso lo que el G-7, el G-20, el FMI, y los organismos multilaterales deberían empezar a coordinar rápidamente. Mientras tanto, el ajuste seguirá hasta que los negocios, las empresas y los bancos, vuelvan a ser rentables y el valor de los activos empiece a reflejar el valor presente de esa nueva rentabilidad.
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