Mario Gallina, veterano investigador del cine argentino, mantiene un entusiasmo admirable. A sus biografías de Osvaldo Miranda, Carlos Hugo Christensen y Lolita Torres (apabullante esta última), su extenso diccionario de artistas argentinos en el exterior ("De Gardel a Norma Aleandro") y sus muchas colaboraciones para colegas, este año sumó la edición de dos nuevos libros, uno sobre Virginia Luque, otro sobre, y con, José Martínez Suárez. El primero nos permite un auténtico redescubrimiento, como dice el prologuista Sergio Pujol. El segundo es puro regocijo y también enseñanza.
Ante La estrella de Buenos Aires, Gallina hilvana detalles biográficos (incluso alguno escandaloso para su época), expone labor artística en escenarios, cine, radio, televisión y empresas discográficas, explica muy bien el proceso de conversión de actriz a cantante, selecciona comentarios de estudiosos del canto y del espectáculo tanguero, y culmina entrevistando a la propia Virginia Luque, y también a su esposo (el inefable Lionel Godoy de "La noche con amigos") y la hija de ambos. Enlaza a la cimbreante protagonista de "La balandra Isabel llegó esta tarde", con la intérprete cuyos ojos impusieron el primerísimo primer plano en la televisión argentina, y la gloria que, largamente pasados los 70 y pico, supo conmover cada noche al público del Viejo Almacén, y una noche también al del Teatro Colón. Y sigue cantando.
El libro dedicado a Martínez Suárez (con prólogo de su mejor alumno, Juan José Campanella) tiene otra estructura. Por supuesto, anota minuciosamente películas, comentarios y galardones, pero en vez de una biografía formal elige la conversación. El maestro, gran conversador, tiene gozoso sentido del humor, valioso anecdotario, y le bastan unos pocos recursos para despertar la risa o la emoción. Gallina le pregunta diplomáticamente detalles de su vida. Y el hombre se explaya todo lo que quiere, esquiva abierta y elegantemente lo que no quiere, da cátedra página por medio. Leer esos diálogos es como oír las voces de dos personas que se aprecian y comparten igual amor por el cine y los amagues, imaginar la sonrisa de cada uno mientras lleva al otro para su cancha, gozar la belleza de un relato bien hecho. Antológico, el capítulo (que no es el último) donde los dos redondean cómo debe terminar el libro.
Ambos trabajos, profusamente ilustrados con imágenes en muchos casos inhabituales.
Paraná Sendrós |
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