20 de enero 2010 - 00:00

Matías Alinovi: “Lo doloso siempre resulta atractivo”

Alinovi: «Escribí este libro como un homenaje. Porque hubiera querido ser Borges y haber escrito ‘Historia universal de la infamia’. Quería recuperar el carácter más literario de la divulgación científica».
Alinovi: «Escribí este libro como un homenaje. Porque hubiera querido ser Borges y haber escrito ‘Historia universal de la infamia’. Quería recuperar el carácter más literario de la divulgación científica».
Detrás de propuestas que aparecen como seriamente científicas, que pueden tratar de la fusión fría, los móviles perpetuos o el origen argentino del hombre, ha habido a veces una intención fraudulenta, deliberada o no, a la que acaso llegó el científico por dogmatismo o por un interés meramente personal. En su libro «Historia universal de la infamia científica» Matías Alinovi, relata estafas caratulables de patrióticas, megalómanas, codiciosas, imaginarias y «aquella otra que tiene prisionero a su perpetrador y lo ciega hasta negarlo a ver cualquier evidencia contraria a su idea». En la obra de Alinovi, licenciado en Ciencias Físicas, se cruzan Florentino Ameghino que sostuvó que Adán fue argentino, Ronald Richeter que le prometió a Perón que en la Argentina se descubriría la fisión nuclear o Paul Kammerer, campeón de la evolución alternativa, entre otros. Dialogamos con Alinovi, que con anterioridad había publicado «Historia de la energía», «Historia de las epidemias» y tiene a punto de aparecer su traducción de «Dos lecciones infernales» de Galileo Galilei.

Periodista: ¿Cómo se le ocurrió escribir una «Historia universal de la infamia científica»?

Matías Alinovi: Quería escribir un libro sobre fraudes científicos. Me interesaban esas historias literariamente porque juntan una psicología un tanto patológica y un problema entre ideas, porque el fraudulento quiere siempre forzar un conjunto de ideas y las va acomodando a su gusto. Siente como dogmático ese acuerdo que se va desarrollando en la ciencia y lleva a una teoría. Si las historias de fraudes son interesantes es porque hay esos dos niveles, el psicológico del personaje y el relato de las ideas que ganaron en esa persona, y por qué ganaron esas ideas. Eso pasa en todos los casos. En Ronald Richter, el científico que engañó a Perón, hay fusión y fisión, hay dos caminos hacia la energía nuclear, ¿por qué un camino sirve y ése otro no? En el caso de Paul Kammerer, cuál de los mecanismos evolutivos gana, una discusión que llevó 50 años, de Darwin para adelante. Cuando se está de acuerdo en que todo evolucionó, lo que queda por explicar es mediante qué mecanismo lo hizo. Hubo una que apareció y es la de mayor coincidencia y que Kammerer señaló como dogmática y propuso una alternativa, que tuvo impacto durante largo tiempo.

P.: ¿Cuál era esa idea alternativa de la evolución humana?

M.A.: La idea de la herencia de los caracteres adquiridos. Él sostiene haber probado que los caracteres adquiridos se pueden heredar, que, por dar un ejemplo, una generación de hombres circuncidados, ya habrían dado lugar a hombres circuncidados naturalmente. Es interesante recordar que Darwin creyó que ésa era una posibilidad, uno de los mecanismos, que los organismos respondían genéticamente a desafíos intensos del medio. Se murió pensando que era uno de los caminos, después se demostró que no era así. Aunque Kammerer siguió sosteniendo sus ideas contra viento y marea.

P.: ¿Por qué la idea de «eslabón perdido» no es científica?

M.A.: Cuando Darwin dijo que el hombre y el mono podían tener un antepasado común, ocurrió el famoso escándalo. Thomas Huxley, a quien llamaban el bulldog de Darwin, por cómo lo defendía, le dijo: esta discusión se va a terminar, vamos a excavar y vamos a encontrar todos los fósiles de la cadena evolutiva, desde el hombre hasta el mono. La gente va a tener que aceptar la evidencia material que le mostramos. Escavaron y no hallaron ese registro fósil. Durante cientos de miles de años las formas de la naturaleza no cambian, y de repente cambian. Y en el medio no encuentran los fósiles que conectan unos con otros. Ahí surge el tema de que eso eslabones perdidos nunca terminan de aparecer.

P.: Volvamos más acá, ¿cómo Richter engaña a Perón?

M.A.: Ronald Richter es un físico austríaco que viene a ver a Perón, porque antes vinieron otros científicos alemanes que tuvieron experiencias exitosas en el país, como Kurt Tank, que es el que lo trae a la Argentina. Allá por el año 50, Richter le dice a Perón que si en el mundo lo único que había era la bomba de fisión nuclear, es decir que un átomo se puede partir o se puede juntar uno con otro. Esas son las dos formas de conseguir energía nuclear. Lo único que se había logrado era partir átomos, crear bombas. Esa energía era incontrolable, no se podía usar, sólo se podían hacer bombas. Richter le dice que él haciendo un par de descubrimientos puede controlar el proceso de la fusión, y le dice correctamente que es el proceso por el cual el sol libera energía. Y le dice: «yo puedo construir un pequeño sol para la Argentina». Y Perón le dice: «Métale no más». Lo ponen en Córdoba a trabajar con otros científicos alemanes, pero Richter tiene una personalidad patológica y lo único que quiere es estar solo. Así logra que el gobierno comience a construirle un enorme laboratorio en la Isla Huemul, en el centro del Lago Nahuel Huapi, porque dice que necesita un lugar libre de polvo y con mucha agua a mano. Durante dos años se construye un terrible reactor. Un día Richter le dice por teléfono a Perón que logró la fusión nuclear controlada. Se publica en todos lados. Y en menos de seis meses se sabe que no había hecho absolutamente nada. Y la fusión nuclear controlada no se logró hoy todavía.

P.: Richter, para que lo hizo: ¿para ganar dinero, para traer nazis, para cobijar a Hitler?

M.A.: Su comportamiento no encaja con ninguna de las explicaciones usuales que se dan. Se dice que vino a desviar fondos para la reorganización del partido nazi. Richter nunca se fue del país, era básicamente antinazi y anticomunista. No se quedó con un mango y vivió toda la vida en una casa en Monte Grande. Creo que su personalidad patológica lo lleva a querer imponerse a los demás, quiere doblegar la razón, quiere triunfar y ser el científico más preponderante, y actúa como en una nebulosa. Algo sabe de física nuclear pero no todo lo que tendría que saber, pero tiene una confianza infinita en sí mismo, cree que con lo que sabe y un poco de suerte, va a hacer un par de descubrimientos y todo va a andar, algo que no pasa nunca. Esa ilusión no se aparta nunca de él, porque el fracaso no sirve de evidencia para que sepa que se equivocó, sólo que algo no anduvo. Fue menos farsante que loco.

P.: ¿Qué encontró en Florentino Ameghino?

M.A.: Su biografía es maravillosa. A los 18 años se propuso demostrar que el origen del hombre es argentino, que surgió en éste territorio. En su libro «La antigüedad del hombre en El Plata» cree haber demostrado eso. Sabe que el libro es un poco flojo, pero va a Europa y recibe su consagración, se convierte en un paleontólogo preponderante a nivel mundial. A partir de ahí tiene 40 años para probar que el hombre se originó en la Argentina. No hay dolo en él, sino una obnubilación teórica. Descubre fósiles que cree que tienen millones de años y son restos de indios Pampa, que tienen como mucho unos mil años. Se confunde escandalosamente con la datación y equivoca la interpretación. Es un pionero, y nada tiene infama en su enorme labor. Pero cuando muere, en 1911, su hermano, Carlos Ameghino, encuentra finalmente los restos fósiles del prothomo u homo pampaeus u hombre de Miramar. Es una falsificación que se da en el mismo momento que la del el Hombre de Piltwood en Inglaterra, no podíamos ser menos.

P.: ¿Por qué le puso a su obra «Historia universal de la infamia científica»?

M.A.: Como un homenaje. Porque hubiera querido ser Borges y haber escrito «Historia Universal de la Infamia». Porque quería recuperar el carácter más literario de las historias. Me parece que la divulgación científica sea contar historias. Estos relatos hablan de la lucha entre un conjunto de ideas, y dejar en claro cuál es la idea que el fraudulento quiere forzar, cuál es el paradigma en el que está inmerso y contra el que lucha. Es una aventura que tiene personajes y conflictos y que por tanto se puede hacer conocer mejor con la forma de relato. Es como contar la ciencia desde su aspecto negativo, teniendo en cuenta que lo doloso siempre resulta más atractivo. Durante mucho tiempo se ofrecieron estampas de santos de la ciencia, Pasteur, por ejemplo. Biografías aburridas que no responden a la realidad, es como leer «El santo de la espada» y leer una buena biografía actual sobre San Martín.

Entrevista de Máximo Soto

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