19 de junio 2019 - 00:00

Monique Schwitter: en busca de los amores del pasado

Su nueva novela investiga, como si se tratara de un policial, las huellas de una vida amorosa, y a la vez reflexiona sobre la esencia de lo humano.

Schwitter. Toda buena historia, toda obra teatral, es un policial.
Schwitter. "Toda buena historia, toda obra teatral, es un policial".

El recuerdo del primer amor y las ganas de saber qué ocurrió con sus otras parejas hasta llegar a su actual marido es el motor de “Los amores de una vida” (Edhasa), de la escritora suiza Monique Schwitter. Su novela investiga, como un policial, las huellas del amor, y a la vez reflexiona sobre la esencia de lo humano. Schwitter es actriz, cantante, dramaturga, directora teatral y narradora. Nació en Zurich y vive en Hamburgo. Ha publicado los libros “Cuando nieva sobre un cocodrilo”, “Las orejas no tienen párpados”, “Memoria de los peces” y “Himles-W”. Por “Los amores de una vida” recibió numerosos premios, entre ellos el Swiss Book Price, el German Book Price y el Robert Walser. En su breve visita a Buenos Aires, en el Instituto Goethe, mientras sus dos hijos no paraban de reír con la película de Buster Keaton que veían en la tablet, dialogamos con ella.

Periodista: Luego de escribir “Los amores de una vida”, ¿qué es el amor”?

Monique Schwitter: Según las estadísticas actuales, que no sé hasta qué punto son confiables, el amor dura unos 12 años. Esto se corresponde con la expectativa de vida de un perro. Los perros nos hacen el favor de morirse después de 12 años, y de ese modo se termina la relación. Eso no pasa con las personas. Y si termina el amor, la relación no concluye. Salvo con el tiempo, o que uno desaparezca o elija desaparecer. Eso hace creer en el amor infinito. Y no es así. Uno va viviendo un amor tras otro, aproximadamente cada 12 años.

P.: ¿El amor, como el perro, es el mejor amigo del hombre?

M.S.: Probablemente, pero también el mayor enemigo. Y no suele ser tan fiel como el perro. En mi novela aparece como leitmotiv el poema de Wilhelm Müller “Viaje de invierno”, que inspiró a Schubert un ciclo de lieder, donde se dice que el amor ama viajar, el amor siempre está pasando de un lugar a otro, es como una especie de trofeo itinerante. “Al amor le gusta vagar sin rumbo, así lo ha hecho Dios, de uno a otro”.

P.: Y “De uno a otro” es el título de su novela en alemán.

M.S.: El título en alemán no dice “un amor después de otro” y si bien alude de modo referencial a los versos de Müller, es una cita de la cuarta de las “Elegías de Duino” de Rilke, donde trata de la naturaleza del amor y sus límites, de ese “estar en el mundo en constante presente como las plantas, los animales y los moribundos, que a veces logran los amantes”. Es lo que tiene de natural y salvaje el amor. Señala los márgenes en los que transcurre el amor. “Uno dentro del otro”, dice también que para esa conjunción nos pasamos interpretando señales, signos.

P.: ¿Usa, como Beckett, una historia de amores para hacer filosofía?

M.S.: Beckett fue el mayor pensador del siglo XX, y del XXI. Me fascina su forma de exponer lo físico de las personas, su cuerpo. En el teatro genera la circunstancia intolerable de que estamos encerrados en un cuerpo y no somos sólo una mente, un espíritu. En esa contradicción transcurre nuestra vida. Es el cuerpo el que nos hace tener conciencia del paso del tiempo, de las restricciones, la decadencia. Beckett instala en sus obras un campo de tensión que lo lleva a reflexionar de manera filosófica sobre la esencia de la condición humana, sin que parezca que se habla de filosofía. Cuando escribo tengo muy presentes esas tensiones narrativas que instala Beckett en sus novelas y obras de teatro. Mi novela comienza con una cita de “Fin de partida”. Clov dice: ¿qué nos aferra? y Hamm le contesta: el diálogo. Es el diálogo lo que hace que los amantes sean. Es el diálogo de los personajes en la escena. El del autor con ese otro al que se dirige y, a la vez, con los autores que lo precedieron. Escribir es eso.

P.: El diálogo que hace nacer el amor señala su conclusión cuando aparecen, como usted lo señala con el libro de Beckett y Giacometti, los “Diálogos en el vacío”.

M.S.: El puro diálogo no existe, siempre lo ronda el vacío. Vacío que es necesidad y amenaza. Cuando el diálogo se resquebraja invade la nada. Esa nada invasiva inquieta, perturba al amor. El amor padece esa nada del diálogo. El amor es víctima y motor de ese vacío. Por eso se lucha contra él. Hasta que se rinde. Beckett lo enfrenta y no se rinde. La protagonista de mi novela no se rinde. Quiere saber qué fue de Petrus, su primer amor. A que ya ha ganado el vacío. Y a partir de él de todos los otros aquellos que fueron sus siguiente amores, hasta llegar a Philip, su actual marido.

P.: Esa investigación de amores pasados hace de su novela una suerte de policial.

M.S.: Toda buena historia, toda buena obra teatral, es un policial. Edipo investiga una muerte que lo lleva a saber quién es, de dónde viene, adónde va, qué le sucedió. La novela es un rastreo de huellas. Es lo transitado y lo a transitar. Es saber que se está en tránsito. Al principio, acaso cuando escribía sobre San Cristóbal, pensé que mi libro se llamara “El libro del andar”, y que el amor fuera el motor para avanzar por la vida.

P.: Como componentes del hojaldre de su sabrosa novela hay guiños a la novela y película “La ronda” y a los doce apóstoles como mensajeros de la fe y el amor.

M.S.: Sabemos muy poco de los apóstoles. Apenas un poco de cuatro de ellos. Eso nos despierta la imaginación. Ese que se menciona al final como último está Tú, cuyo nombre es impronunciable, es el traidor, y con el traidor siempre las cosas son más divertidas.

P.: ¿Qué está escribiendo ahora?

M.S.: Estoy con una novela. Cómo estoy inmersa en ella no encuentro las palabras para hablar de ella. En alemán se va a llamar “Los amores de una vida” y en español “Uno en el otro”. No sé si los editores se van a reír tanto como nosotros ahora.

Dejá tu comentario