Se podría decir que es la novela perfecta para leer en la playa o en un viaje. Pero es más que eso, es un policial de la mejor tradición de la narrativa británica, aquella que gustaba tanto a Borges y Bioy Casares que los llevó a crear la famosa colección El Séptimo Círculo.
Lula Landry , una bellísima modelo de color, drogada de problemas emocionales, entre otras especies, cae del balcón de su casa a la calle nevada del coqueto barrio de Mayfair. Su vida es pública y todos suponen que se trata de un suicidio, menos su hermano John Bristow (en esa rica familia los hijos son todos adoptados) que, decidido a saber la verdad, contrata al investigador Cormoran Strike. Eso le viene como anillo al dedo al chinchudo de Cormoran, un tipo que tuvo que ir a combatir a Afganistán, donde perdió una pierna y casi las ganas de vivir. Cuando llega el hermano de la glamourosa modelo, Cormoran está, como quien dice, rascándose la prótesis mientras piensa que no le alcanza para sobrevivir con un único cliente, que su novia se fue al demonio y que está harto de vivir en la que debería ser sólo su oficina.
A partir de ahí comienza un recorrido atrapante por el mundo de los inmensamente ricos, las chicas de la pasarela que tienen autos de alta gama, los dealers (Evan Duffiel, un adicto es el gran sospechoso del crimen), las novias de las estrellas de rock, los diseñadores desesperados, los políticos corruptos. Un recorrido donde no falta el clásico humor inglés, y la pasión por la gran cultura que lleva a que cada uno de los cinco capítulos, la introducción y el epílogo lleven como acápites textos en latín de Lucio Accio, Boecio, Virgilio, Plinio El Viejo, Horacio, para concluir la obra con un bello fragmento del poema "Ulises", de Alfred Tennyson.
Galbraith mandó su novela a varias editoriales, entre ellas a OrionBooks, que la despreciaron. La aceptó Sphere Books, un sello de la editorial Little, Brown & Company que creció con el éxito mundial de la saga Harry Potter. Cuando el libro cuando salió a la venta en las librerías de Londres, gracias a las excelentes críticas, vendió 1.500 ejemplares. Unos días después que un periodista chismoso dijera que el tal Robert Galbraith era la señora Joanna K. Rowling, la madre literaria del descomunal best seller Harry Potter, saltó a vender en pocas semanas medio millón de ejemplares.
Se podría especular sobre por qué J.K. Rowling eligió como seudónimo el apellido del provocador economista John Kenneth Galbraith. Se podría ponderar por qué se pasó a la novela policial luego del fracaso de su novela costumbrista "Una vacante imprevista", donde con una mirada de izquierda hacía escarnio de los pueblos ingleses mostrando que más que cunas de la aristocracia eran meras "calderas del diablo". Se podría especular cómo hace para lograr tramas en donde el lector no sabe a dónde va a ir a parar pero no puede despegarse de las páginas, y con vueltas de tuerca y un final absolutamente inesperado. Rowling, que se enojó cuando se supo que ella era Robert Galbraith, ya tiene escrita una nueva aventura de la saga de Cormoran.
M.S, |
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