13 de diciembre 2011 - 00:00

Muestra póstuma se centra en el Benedit diseñador

Luis Benedit creó muebles y otros objetos de uso para la muestra que se acaba de inaugurar en la Torre YPF; tras su sorpresiva muerte, el curador Fernando Farina decidió continuar con el proyecto.
Luis Benedit creó muebles y otros objetos de uso para la muestra que se acaba de inaugurar en la Torre YPF; tras su sorpresiva muerte, el curador Fernando Farina decidió continuar con el proyecto.
Estos días se inauguró una muestra de Luis Benedit en Arte en la Torre YPF (Machada Güemes 515, Puerto Madero). Con la magnífica torre de oficinas como escenario, en su lobby principal diseñado por el gran arquitecto argentino-norteamericano César Pelli. Esta muestra bajo curadorìa de Fernando Farina se centra en un Benedit diseñador, creador de objetos. Lamentablemente, la muerte sorprendió a Benedit en los preparativos de dicha muestra, no obstante lo cual, se continúo con el proyecto.

De Luis Benedit (1932-2011), gran artista plástico, arquitecto y diseñador se exponen bocetos, dibujos, apuntes y objetos donde se lo puede configurar como un creador-diseñador. A su producción plástica y sus proyectos arquitectónicos, frecuentemente combinados con diseño de interiores se le agrega la multiplicidad de elementos de uso, sobre todo cuchillos y diseños especiales como lámparas, mesas, sillas y muebles concebidos como piezas únicas.

Sus últimas producciones fueron realizadas con fragmentos de huesos de vaca y caballo lustrados y pulidos. Llegó a diseñar desde la curvatura de la hoja de un cuchillo hasta el respaldo de una cama. La identidad de su inspiración ha podido verificarse en el refinamiento y la austeridad de sus objetos de lujo. Benedit creó muebles específicos acorde al recorrido de la muestra especialmente diseñados para ella. El objeto de la temática de la muestra del curador junto con el artista es el planteo conceptual de abordar el espacio rescatando la importancia del oficio, del trabajo y del campo.

Desde 1983, el pintor y arquitecto Luis Benedit desarrolla, a partir del campo argentino, una viva y original parábola sobre el alma latinoamericana de la Argentina. Es que en los veranos de la infancia y la adolescencia, el campo fue su hábitat, en la provincia de Buenos Aires y en la de Entre Ríos, y volverá a serlo más tarde, en las cercanías de San Antonio de Areco, tierra de Don Segundo Sombra.

Benedit hizo su primera muestra en 1961, en los comienzos de una etapa ligada al Pop Art, para después realizar sus experiencias zoológicas y botánicas (1968-72), que le ganaron un lugar destacado en el arte argentino. Hacia 1976/77, dentro de su serie de los Embalajes, asomó el tema de la ruralia argentina, en obras como Furnarius Rufus (nombre científico del hornero) y El pato, juego tradicional del país.

En 1978, ejecuta sus acuarelas arquitectónicas sobre elementos tan típicos como la carreta, el jagüel y el rancho, además de presentar sus cajas de madera con utensilios y productos vinculados con la vida campestre: tabas, cuchillos, tijeras de castrar, alambrados, granos de maíz. Pero será necesario esperar hasta 1983 para que Benedit se sumerja a fondo en el tema.

Lo que Benedit busca y halla en el campo son -así los denomina- «signos perdidos, borrados» de una época y un espacio fundacionales, sobre todo en un país que ha de basar su riqueza a partir de las exportaciones agrarias. «Yo no quiero hacer una reivindicación nostálgica -dijo Benedit-, simplemente, tomo lo que había aquí. Son signos muy humildes, pero son nuestros...» Su rescate, tan contemporáneo, tan conceptualista, rehúye así la demagogia folklorizante y el nativismo anquilosado, en pos de una expresión creativa y propia.

Según Benedit, «los escritores consiguieron un modo argentino de decir, que los pintores aún no tenemos». He ahí, entonces, el objeto de sus experiencias: se trata de un particularísimo reconocimiento de nuestra América, cuyo compendio y paradigma es la Argentina rural.

Benedit ausculta el pasado histórico desde el presente artístico y, a la vez, revisa el pasado artístico desde el presente histórico. Hermeneuta de textos literarios y pictóricos, no por eso se desliga de la actualidad; al contrario, se afianza en ella.

Uno de esos textos literarios es el canónico «Martín Fierro», del que Benedit tomó la lucha del protagonista y el sargento Cruz contra la partida. Y uno de los textos pictóricos es la obra de Juan Pedro León Pallière (1823-87), brasileño de origen francés, formado en París, Rio de Janeiro -su ciudad natal- y Roma. Pallière vivió diez años en la Argentina (1856-66), y fue el primer artista, local o extranjero, en recorrerla casi por completo y en darla a conocer, especialmente en el medio centenar de litografías de su Álbum, editado en 1864-1865.

Ciento veinte años después, Benedit vuelve a arraigar a Pallière en la Argentina -tan añorada por él desde Francia, donde no alcanzó fama alguna-, con sus óleos, acuarelas y objetos de 1984-85. Más adelante, de 1989 a 1992, rescatará también la obra de Florencio Molina Campos (1891-1959), tan desdeñada por la crítica y tan popular en su tiempo, sobre todo gracias a las ilustraciones para los almanaques de Alpargatas (1932-47).

«Entre los pintores viajeros y Molina Campos no hay nadie», sostiene Benedit, afirmación que es preciso leer de este modo: «Entre Pallière y Molina Campos...». Si el artista brasileño-francés reveló una Argentina ignorada por los argentinos, el pintor Molina Campos recuperó, desde su desenfadado costumbrismo, lo que vino, por así decirlo, después de Pallière. A lo desconocido memorable de Pallière, Molina Campos añade lo conocido olvidado. Benedit hace de ello una síntesis desde y para hoy.

En sus obras no hay exhumación academicista sino reincorporación viva, cita transformadora, testimonio personal. No son las suyas, pese al apoyo documental, ilustraciones secundarias: son reconstrucciones primarias, sin dependencia ninguna de las fuentes, nunca ocultadas, de las que ha partido. Entre tanto, con sus series sobre las expediciones de Malaspina y FitzRoy-Darwin (1987-88), Benedit ha transmitido otras señales, más antiguas, sobre la Argentina y América.

Después, en sucesivas instalaciones, presentará una suerte de inventario del mundo rural a través de ciertas herramientas (señalero, mocheta, tijera de tusar, tijera de descornar abrebocas, hierro de marcar) y algunos elementos típicos (boleadoras, rebenques, maneas, espuelas, alpargatas, botas de potro), en los cuales conviven la realidad y el artificio..

«En el fondo -ha declarado Benedit en 1996, a propósito de la vasta retrospectiva que le dedicó el Museo Nacional de Bellas Artes-, tengo una mirada romántica y moralista aunque trato de no ser obvio. Creo que todo lo que he pintado en estos años es como un viaje, del que se vuelve para contarlo». Un viaje audaz y creativo por la memoria argentina.

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