19 de mayo 2017 - 22:52

Nuevos dramas acechan tras la muerte de un sistema podrido

• EL FUTURO DEL PAÍS VECINO ES UN INQUIETANTE SIGNO DE INTERROGACIÓN
La desaparición de toda una clase política dará paso a “outsiders”, más dependientes aún de los lobbies.

impacto. O Globo publicó ayer las fotos que prueban las coimas a intermediarios de Michel Temer y Aécio Neves.
impacto. O Globo publicó ayer las fotos que prueban las coimas a intermediarios de Michel Temer y Aécio Neves.
Desde hace algunos años, la palabra "relato" cobró mala fama en la Argentina, al calor de las tirrias fogoneadas a ambos lados de la grieta bicentenaria. Sin embargo, la política misma está hecha de relatos.

Esto es especialmente cierto en una democracia, donde se imponen los que resultan más eficaces en dar cuenta de las percepciones y deseos de una mayoría siempre fluctuante.

La propia democracia es relato. Sus bases, esto es la idea del carácter determinante de la voluntad popular, del imperio de la ley, de la obligación de los representantes de responder a sus mandantes y de atarse a reglas morales, forman parte de uno que ha sido extremadamente eficaz desde el surgimiento del liberalismo en Inglaterra y, luego, recreado, en Francia.

Obviamente, ese relato, que la academia llama con exageración "ficción democrática", no se corresponde perfectamente con la realidad material y, de hecho, ha sido impecablemente funcional a la invisibilización de la política subterránea, la de los poderes fácticos y los grupos de interés. Ni más ni menos que a la influencia del dinero como mediador entre gobernantes y gobernados. El apartamiento de los primeros de los contratos electorales es una constante que, gracias al relato, nunca deja de parecernos una sorprendente anomalía.

La palabra maldita en Brasil se dice "narrativa". La bomba que acaba de estallar con la revelación de que los dueños del gigante mundial de la carne JBS grabaron e incriminaron al presidente, Michel Temer, y a otros poderosos derrumba una narrativa: la democracia y sus bases parecen perder sentido, y emerge la política subterránea, elevada al rango de "verdadera".

La operación "Lava Jato" (lavadero de autos) se ha centrado en la corrupción en torno a Petrobras y a las constructoras privadas que fueron sus socias durante décadas, financiando la política por debajo de la mesa. Que un megafrigorífico tenga su propia trama corrupta, con estas consecuencias, revela un cuadro aún más tétrico que lo sospechado, si es que eso es posible. La de una vida política secuestrada por una corrupción sistémica, absoluta.

La sensación es de descomposición total. ¿Cómo explicar, si no, la osadía de un empresario de los más poderosos que logra, en medio de la crisis de la carne adulterada en su sector, acceder a la residencia del presidente convenientemente cableado para hacerlo caer en una trampa? Ese material le permitiría convertirse en delator y aliviar las acusaciones que le había levantado un sector del poder judicial que, se supone, no fue ajeno a la maniobra. No es novedad que se asocie a Temer con dinero negro, pero esto fue una celada montada ex profeso, lo que causa asombro.

Nadie se salva. Los hermanos Joesley y Wesley Batista también involucraron al hasta ahora poderoso senador y presidenciable Aécio Neves, que adjudicó una coima de 2 millones de reales que había pedido para defenderse de acusaciones previas (¿sólo para pagar abogados?) a un anticipo por la venta de un inmueble (¡ay, los inmuebles!).

Asimismo, comprometieron a familiares de Neves, a un influyente diputado, a Guido Mantega (ministro de Hacienda de Luiz Inácio Lula da Silva y de Dilma Rousseff) y hasta a un fiscal del Tribunal Superior Electoral (TSE), instancia que todavía debe resolver si destituye a Temer por la financiación ilegal de la campaña en la que acompañó a Dilma en 2014.

Sumemos el nuevo escándalo al del "petrolão", que tuvo su punto más alto con la delación de 77 exejecutivos de Odebrecht, que hace poco les valió la apertura de investigaciones a 8 actuales ministros, 29 senadores, 42 diputados, gobernadores y hasta a los 5 expresidentes vivos. Casi nada queda en pie.

En medio del cataclismo hay, incluso, espacio para la ironía. El diario O Globo, el más tradicional representante del establishment brasileño, parte de un multimedio colosal que es el gran "king maker" del país, fue el encargado con su primicia de darle a Temer la estocada final. Al mismo presidente que ese establishment puso, no sin traumas, en lugar de Dilma y el mismo que, pese a todas sus fragilidades, estaba sacando adelante el programa reformista más pro mercado que se recuerde desde la etapa de Fernando Henrique Cardoso. Esos deberes legislativos incluyeron nada menos que el congelamiento del gasto público real por veinte años y la generalización de la tercerización laboral en todo el país. Ahora tramitaba la reforma previsional, que toca intereses fuertes. Todo era un castillo de naipes, erigido por una institucionalidad vacía, podrida por dentro y a punto de derrumbarse sin remedio.

La política no es pura conspiración, entonces; también es contingencia. Y Brasil pasó del predominio de la primera al imperio absoluto de la segunda.

Así puede atestiguarlo un Temer que pasó en un instante de una precaria tranquilidad a una crisis terminal y de observar la obscecuencia de sus aliados a escucharlos amenazarlo mientras se precipitaban ahora hacia la Puerta 12.

¿Cómo queda la democracia brasileña, un edificio que se veía colosal pero que, se advierte hoy, era extremadamente frágil? Desnuda. Sin relato.

Y no hizo falta tanto para que eso ocurriera. Bastó, simplificando, con un juez federal, un grupo de fiscales, un procurador general, un sector de la Policía Federal y una parte del Supremo Tribunal Federal dispuesta a acompañar. Y la prensa para difudir.

Es que la mugre estaba ahí, indisimulable ya, y sólo se trataba de exponerla. No se puede cuestionar la necesidad de limpiar, pero acaso no todos los actores del operativo hicieron el mismo cálculo de costo-beneficio.

Una democracia sin narrativa no es democracia. Sin ella, habrá elecciones, claro, en octubre del año que viene o ahora, de apuro. Serán, cabe especular, los comicios de los outsiders, que generan otra "ficción": la de los dirigentes que verdaderamente responden al pueblo, singularidades que son parte de la multitud y son ajenas a los intereses sectoriales.

Atención: los medios comienzan a perfilar a João Doria, el político sin experiencia que transita su quinto mes como alcalde de San Pablo. El "ascenso" del empresario sin prontuario político, hombre del establishment y presentador en la TV local del "reality show" de Donald Trump, es un ejemplo prodigioso del periodismo de anticipación: ya verá, lector, que las encuestas comenzarán a reflejarlo.

Pero un Gobierno tal probablemente resulte frágil y, por tanto, presa fácil de poderes más aptos que los políticos para sobrevivir a la guerra nuclear. Es natural que sea así: aquellos viven bajo tierra.

La política oculta volvería así a funcionar a pleno. Al amparo, claro, de una nueva ficción.

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