- ámbito
- Edición Impresa
Padre e hija, unidos por una expresión artística en común
Jorge Abot, artista de vasta trayectoria en el país y en el exterior, residió en Madrid durante 13 años. A su obra se ha referido en varias oportunidades esta sección porque sus planteos siempre provocan un enigma y una instropección que remiten, en cierta forma, al silencio que una verdadera obra de arte requiere.
Un silencio que permite leer sus grafismos, recorrer la materia en la que los contrastes de opacidad y brillo dialogan: maderas colocadas de manera no convencional, partituras, escrituras no legibles que forman parte de su gesto pictórico, pinceladas cargadas de materia y otras de gran levedad.
En cuanto al color, Abot no se deja llevar por arrebatos; nunca llega a su plena intensidad; tiende a los ocres, lo que responde a una personalidad profunda, observadora, que no hace alardes.
Hace bastante tiempo que no se ve obra de este artista que, como muchos de su generación, parecen no contar para aquellos que mueven los hilos de lo que debe aceptarse en bienales y ferias multiplicadas exponencialmente, que llevan los mismos nombres de una a otra en desmedro de figuras prestigiosas que siguen creando.
Figuras ahora solitarias, pero siempre comprometidas con la ética del hecho artístico, y que no han perdido la fe en el "arte", el que trasciende y no se olvida ni bien se traspasa la puerta de donde se exhibe.
Del devenir artístico de Natalia Abot Glenz nos hemos ocupado también desde que regresó de España (ha sido merecedora de importantes premios). Actualmente, en la exposición que puede verse en la Sala J del Centro Cultural Recoleta, logra integrar las obras al espacio y dialogar con las de su padre, debido también al excelente montaje dispuesto.
Realizadas en resina acrílica con la apariencia de la madera que la artista puede doblegar a su antojo, en general una concepción curvilínea ya que sus obras reptan por las paredes y se desplazan por el piso, generando diversas propuestas. Incursiona también con un material, como la malla electrosoldada y metal desplegado, en formas que se imponen por su presencia.
Natalia Abot Glenz se formó con grandes maestros de la generación de su padre, entre ellos Aurelio Maccchi, Julián Agosta, Jorge Gamarra y el español Martín Chirino. Con ellos compartió una creencia en el modo de hacer, pensar y ver el arte.
En un cuaderno donde los visitantes dejan sus impresiones, se lee un comentario escrito por otro artista, Néstor Cruz, que tampoco ha sucumbido a las leyes del mercado: "El clima que reina en las dos salas es de una misteriosa belleza. Al mirar cada obra por separado se desprende aún más el enigma que los conecta con una naturaleza ancestral". "Dos en Uno - Uno en Dos"
(Se exhibe en el Centro Cultural Recoleta, hasta el 1 de marzo).
Dejá tu comentario