15 de enero 2009 - 00:00

“Sin un plan estratégico, el campo seguirá cayendo”

La efectividad de cualquier medida a tomar o de un plan reside en el consenso y en la participación de todos los involucrados. Cuando quienes son parte de la cosa no son convidados al diseño de tales medidas o de tal plan, lógicamente, su éxito queda comprometido por la sencilla razón de que no hay compromiso general. Las medidas de política económica deberían ser parte de un plan estratégico donde estén claramente definidas la visión y la misión del sector y cuáles son las metas por lograr.
Como si las experiencias del año pasado no fuesen suficientes, la Presidente continúa en su camino, obcecado y autista, trazado desde el aislamiento del poder formal. Ni siquiera los órganos oficiales más allegados a la actividad agraria pareciera que hubiesen contribuido a la implementación de las medidas anunciadas.
¿Realmente cree el Ejecutivo que el agro y la agroindustria pueden ser uno de los principales motores de la economía y que ellos tienen un deber indelegable con la alimentación del mundo? Si la respuesta no queda sobre la mesa, en forma clara, difícilmente haya resultados visibles.
Como si fuera la capitana de un barco remero, en lugar del complejísimo buque de ultramar que es, anuncia medidas, muy específicas, para paliar problemas puntuales. El buque hace agua por muchas partes. Y en lugar de congregar a todos los miembros de la tripulación para consensuar un plan de emergencia, sobre un diagnóstico real, dispone la entrega de corchos para obstruir algunos orificios.
Esta actitud, a la postre, resulta peor que la de un capitán que, dubitativo, aguarda en medio de la tormenta sin tomar resolución alguna. Porque en ese caso, quienes están en el buque mantienen la esperanza de que emane una respuesta, dilatada, pero efectiva. En cambio, de esta forma la tripulación y el pasaje caen en el temor -o peor aún, en el pánico- de no contar con un liderazgo que afronte el cuadro. Cruel paradoja que el Príncipe no logra comprender. A partir de esta toma de conciencia, el conflicto es un hecho inminente. La participación de los involucrados tiene un doble sentido. Por un lado, su aporte hace más real cualquier intención oficial, la baja al terreno concreto y la convierte en algo más útil. Por otra parte, su contribución los compromete en el resultado y, por ende, pasan a ser agentes favorables a los instrumentos elegidos.
Nada de ello se vio en el discurso presidencial. Brilla la falta de consenso y de participación. Alarma la forma de presentación. No se puede festejar que el niño haya pasado de grado con una fiesta de bodas. Y los anuncios previos no han hecho otra cosa que generar expectativas que luego no satisfacen en lo más mínimo.
En tanto no se trace un plan estratégico, con el aporte de todos, con miras a un horizonte grande, sobre la base del respeto a los derechos de propiedad, con reglas permanentes y con la información oficial más cristalina posible no será posible dejar la caída en la que estamos. Con sequía o sin ella.
(*) Economista especialista en temas agropecuarios.

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