11 de mayo 2009 - 00:00

Thibaudet y la Suisse Romande hicieron un programa de lujo

El virtuoso pianista Jean-Yves Thibaudet hizo versiones impecables de Liszt y Ravel junto con la Orchestre de la Suisse Romande.
El virtuoso pianista Jean-Yves Thibaudet hizo versiones impecables de Liszt y Ravel junto con la Orchestre de la Suisse Romande.
Orchestre de la Suisse Romande. Dir.: M. Janowski. Sol.: J.-Y. Thibaudet. Obras de Liszt, Bruckner, Jarrell y Ravel. (Teatro Coliseo) 7 y 8/5.

La segunda fecha de abono del Mozarteum Argentino produjo el reencuentro con una de las orquestas sinfónicas más admiradas y nobles del panorama musical internacional, la de la Suisse Romande que fue fundada en 1918 por Ernest Ansermet. En esta ocasión fue guiada por Marek Janowski, su director artístico y musical desde 2005. Magnífico organismo sinfónico, la Orquesta de la Suisse Romande posee una sonoridad contundente, bien balanceada, de enorme precisión y rigurosidad técnica. Responde con absoluta disciplina al gesto sobrio y conocedor de su conductor titular, un músico polaco de amplia formación, debida a sus estudios en Colonia y Siena.

Janowski se sumerge de lleno en la categorización estilística y su flexibilidad formativa lo hace tan apto para la pulcritud germánica como a la fogosidad expresiva latina. Así se mostró en los dos bellos programas preparados para esta oportunidad. En el primero de ellos incluyó solo dos creaciones: el Concierto para piano y orquesta N° 2, de Franz Liszt y la Sinfonía N° 6, en La menor, de Antón Bruckner, ambas conviviendo en el siglo romántico. Excepcional instrumentista resultó el pianista francés Jean-Yves Thibaudet que asumió el papel solista en el concierto lisztiano y que al día siguiente lo haría con el Concierto en Sol mayor para piano y orquesta, de Maurice Ravel.

En ambas ocasiones, Thibaudet sorprendió con un pianismo deslumbrante. Técnica infalible, la mecánica de sus interpretaciones es inmaculada aun en los pasajes gimnásticos, a los que suma un estilo y una expresividad conmovedores. Hacía mucho tiempo que Buenos Aires no oía versiones tan perfectas de estos dos conciertos para piano. La Suisse Romande no estuvo ausente en estos triunfos musicales, ella misma con su prestancia, color, intensidad y calidad de planos.

Sola y siempre con la guía de Janowski, se oyeron los «Valses Nobles y Sentimentales» yuxtapuestos a «La valse» también de Ravel y abriendo el segundo concierto una obra de un compositor residente de la orquesta, Michael Jarrell titulada «Le ciel, tout á l'heure si limpide, soudain se trouble horriblement», un intento de música impresionista que ilustra el largo título. Hubo ovaciones para pianista y orquesta. A ellos el primero respondió con piezas de Chopin (que dedicó a su amigo Horacio Salgán presente en la sala) y Brahms (Intermezzo) y la segunda, en su última jornada en Buenos Aires, con el intermezzo de «Manon Lescaut», de Puccini y un fragmento de «La Arlesiana», de Bizet, que prolongaron esta fiesta.

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