Si algo podemos saber con certeza del régimen norcoreano es lo impredecible que es. La prueba nuclear efectuada el 25 de mayo, la segunda en los últimos tres años, ha encontrado de nuevo a la comunidad internacional por sorpresa.
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Esta nueva provocación no sólo deja en una difícil posición a EE.UU., que a pesar de haber nombrado a un nuevo enviado especial para la zona, el diplomático Stephen Bosworth -antiguo embajador en Seúl-, todavía no pudo visitar Pyongyang de forma oficial para entrevistarse con sus líderes. También a los tradicionales aliados de este hermético régimen, que lleva ya más de 60 años desafiando al mundo con un modelo económico y un sistema político que no podrá prolongarse por mucho más tiempo.
No obstante, este intento por demostrar su independencia ante otras potencias regionales habría que interpretarlo desde una clave interna. Si el eterno presidente, Kim Il-Sung, dejó atada su sucesión con gran antelación a su muerte en 1994, su hijo, el camarada Kim Jong-Il no ha conseguido todavía lograr imponer su criterio ante el Ejército y el partido.
Probablemente, la falta de un heredero con garantías entre sus hijos, Kim Jong-Nam, de 37 años; Kim Jong-Chol, de 27, y Kim Jong-Un, de 25, llevó a las distintas facciones de este peculiar sistema a empezar a mover sus fichas para asegurarse un puesto destacado en los destinos del país, ante la incertidumbre provocada por el frágil estado de salud del Querido Líder. Los militares no quieren perder la ocasión de hacerse con el poder, aunque sea de manera compartida. En su contra juega la media de edad de sus generales que no permitiría la perpetuidad de sus posiciones en el poder. El actual ministro de Defensa, el vicemariscal Kim Il-Chol, podría estar bien situado para la sucesión. En el Partido de los Trabajadores, Chang Song-Taek, parte con algo de ventaja por sus vínculos familiares con Kim Jong-Il al estar casado con su hermana, aunque con anterioridad el exceso de poder lo hizo caer en desgracia entre los militares y fue enviado a un campo de reeducación por algún tiempo.
Algo importante está pasando en Corea del Norte. Por un lado, el régimen tiene que prepararse ante la desaparición del hijo del presidente eterno, única figura indiscutible. Y este potencial vacío de poder no es bueno ni dentro ni fuera de sus fronteras. Por otro, la población tiene que estar en el centro de atención de las potencias regionales y de la UE.
Existe un interés palpable e incontestable por parte de sectores de la administración norcoreana por abrirse al exterior.
* Experto en Corea del Norte de la Casa Asia de España.
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