En los últimos años, el llamado “síndrome de Simón” se ha convertido en un término cada vez más frecuente en consultas de psicología y debates sobre relaciones de pareja. Este concepto, popularizado por el psiquiatra español Enrique Rojas, describe un patrón de inmadurez emocional, narcisismo y miedo al compromiso, especialmente presente en hombres mayores de 30 años que parecen no abandonar la adolescencia emocional.
Síndrome de Simón: qué es, sus consecuencias y cómo se puede tratar
Este patrón de inmadurez emocional y narcisismo afecta principalmente a hombres mayores de 30 años. Cómo detectarlo y trabajar para superarlo.
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El síndrome de Simón se considera una variante del conocido síndrome de Peter Pan, pero adaptado a las dinámicas de las sociedades actuales.
¿Qué es el síndrome de Simón?
El síndrome de Simón se considera una variante del conocido síndrome de Peter Pan, pero adaptado a las dinámicas de las sociedades actuales. De acuerdo con Rojas, surge como respuesta a entornos postindustriales, en los que las presiones por el éxito, la imagen y el consumo impulsan a muchas personas a postergar la madurez afectiva.
El término “Simón” es un acrónimo que resume los cinco rasgos clave de este síndrome:
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S: Soltería — refleja el miedo al compromiso emocional y la preferencia por relaciones pasajeras.
I: Inmadurez — se manifiesta en la dificultad para gestionar emociones y asumir responsabilidades.
M: Materialismo — hace referencia a la obsesión por lo superficial y el consumo como vía de validación.
O: Obsesión con el éxito — quienes lo padecen viven persiguiendo logros y reconocimiento externo.
N: Narcisismo — una autoimagen inflada, falta de empatía y necesidad constante de admiración.
¿Qué consecuencias negativas trae este síndrome?
Aunque para algunos puede sonar anecdótico, el síndrome de Simón puede tener efectos reales y perjudiciales, tanto en la calidad de vida emocional como en las relaciones personales.
- Relaciones superficiales: La incapacidad para comprometerse de forma genuina suele derivar en vínculos frágiles y esporádicos, lo que alimenta la soledad emocional.
- Insatisfacción crónica: La obsesión con la imagen y el éxito material rara vez brinda una satisfacción duradera. Es común que aparezcan sentimientos de vacío, frustración y ansiedad.
- Conflictos interpersonales: El narcisismo y la falta de empatía pueden dañar amistades, relaciones de pareja y vínculos familiares, generando discusiones constantes y rupturas.
- Estancamiento personal: La dificultad para asumir responsabilidades limita la evolución personal y profesional, porque se evita enfrentar situaciones que exigen madurez y constancia.
Cómo se puede tratar el síndrome de Simón
La buena noticia es que, aunque no es un trastorno clínico como tal, el síndrome de Simón sí puede abordarse con estrategias efectivas de desarrollo personal y terapia.
1. Trabajar la autoconciencia
El primer paso es reconocer los propios patrones de comportamiento. Identificar la aversión al compromiso, el miedo a perder libertad o la necesidad de aprobación externa ayuda a iniciar cambios.
2. Desarrollar una autoestima sana
Las personas con síndrome de Simón suelen buscar validación externa. Por eso es clave cultivar una autoestima basada en logros personales, valores internos y metas realistas, no en la imagen o el estatus.
3. Aprender a comprometerse emocionalmente
Involucrarse de forma genuina en las relaciones, establecer límites y abrirse a la vulnerabilidad son pasos fundamentales para construir vínculos sólidos y profundos.
4. Pedir ayuda profesional
La terapia individual o de pareja es un recurso valioso para trabajar en la inmadurez emocional, entender los miedos subyacentes y aprender habilidades de comunicación y resolución de conflictos.
Una mirada final
Como explica Enrique Rojas, el síndrome de Simón es un reflejo de ciertas dinámicas de la sociedad actual, marcada por la inmediatez, la búsqueda de placer y la hiperconexión. Sin embargo, no es una condena: con trabajo interior, autocrítica y acompañamiento terapéutico, es posible evolucionar hacia una vida afectiva más plena y madura.
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