El domingo pasado, la galería Smol comenzó la temporada de 2024 con una muestra homenaje a un artista entrañable, Sergio Avello (1964-2010) El gestor cultural y director de la galería, Santiago Bengolea, pintó el espacio íntegramente de blanco y sobre esa superficie inmaculada, colgó las obras de Avello que le pertenecen y que atesoró durante décadas. Amigo y compañero de trabajo en la Fundación Proa de la Boca, Bengolea es un gran admirador del artista nacido en Mar del Plata que llegó a Buenos Aires en 1983. Y pronto se convirtió en coleccionista.
Muestra tributo a Sergio Avello: un artista para redescubrir
La galería Smol inauguró la temporada 2024 con una exposición notable de quien fue pintor y DJ.
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La exposición es una fiesta, tanto para los conocedores como para aquellos que ahora descubren a Avello, uno de los artistas más inspirados de los años 80 y también de los 90. “Para crear un puente entre el pasado y el presente, todos los domingos al atardecer presentaremos conciertos de música experimental a cargo de ARO. Avello era un excelente DJ y así homenajeamos los conciertos que organizaba en la terraza de la Fundación Proa”, observa Bengolea. Las obras son delicadas, llaman la atención por su sofisticada belleza y su acabado perfecto. Ya en la década del 80, Avello estaba lejos de los temas y las pinceladas sufrientes del expresionismo y la transvanguardia. Lejos, incluso, ya en ese entonces, de la estética dominante entre los artistas que frecuentaba.
Rafael Bueno lo invitó a su taller, un gran sótano de la calle Rodríguez Peña donde se reunía con Guillermo Conte, Martín Reyna, José Garófalo, Alfredo Prior y Gustavo Marrone, entre otros. Allí mismo presentó una instalación con pequeñas esculturas geométricas realizadas en cartón. Acaso fue el primero de sus gestos separatistas de la pintura de los 80. La esculturita era una rareza. Al promediar los 90 surgió el arte llamado “light” y quebró de lleno el gesto ampuloso de la pintura. Avello estaba en este grupo. Pero, en rigor, cuando el curador Jorge Gumier Maier se hizo cargo del Centro Cultural Rojas y renegó de cualquier disciplina académica, cuando sus afanes estilísticos se volcaron hacia un arte ornamental y decorativo, Avello tomó distancia. La biyou del barrio del Once no lo conformaba. “Ellos no entendían que a mí me gustaba el arte geométrico, algo que estaba totalmente out. El arte decorativo era una porquería que se compraba por kilo para colgar en el living. Yo traté de recuperar el arte abstracto rioplatense con cierto humor, que es una condición que antes no tenía”, explicaba. Y así su arte escalo otro nivel.
Banderas de Boca
Las banderas de Avello configuran la serie más conocida. En 2003 exhibió en el Fondo de las Artes sus pinturas dedicadas a la bandera de Boca Juniors. El azul y amarillo poco a poco se trasformaban en el celeste y blanco de la Argentina. “Me gusta el degradé...” dijo Avello. Y así expreso el concepto y la transformación del color. Un texto del filoso Ernesto Montequín rendía cuenta del arte del marplatense cuya afición a la música lo convirtió en exitoso DJ de la noche under. Entretanto, otras banderas - una suerte de leit motiv en la obra- ostentan connotaciones simbólicas. Las ideas y la representación visual van de la mano. En Smol hay dos, con bandas amarillas y verdes. “Una de ellas evoca a las camisetas de futbol”, observa el galerista. La otra, tal vez sea la influencia de Sol Lewitt, artista estadounidense que en 2001 expuso en Proa y mandó su obra por correo, con las instrucciones y un ayudante. Avello trabajaba allí como montajista y lo admiraba. Sin embargo, la radiante “Bandera argentina” que presentó en la 4 Bienal del Mercosur, es su obra memorable. Realizo tres ejemplares con tubos de neón de este elocuente símbolo de los avatares que marcan la historia argentina. Lejos de expresar exaltación patriótica, las luces balbucean, titilan hasta encenderse y brillar y cuando llegan al clímax comienzan los estertores. Así se apagan las luces para volver a encenderse. Con sus marchas y contramarchas, la Bandera representa el ir y venir de la historia. Estas tres banderas pertenecen al Museo Nacional de Bellas Artes, la directora de la Fundación Proa, Adriana Rosenberg y un coleccionista privado. Bengolea aclara: “Hay obras de Avello en colecciones importantes, en el Museo Moderno, en el MNBA, el MACBA, el Malba y otras instituciones. Pero no creo que alguien lo haya apoyado haciendo un seguimiento de su producción. Más extraño resulta que no se haya hecho una gran muestra antológica después de su muerte, si bien participó en algunas exhibiciones colectivas, ésta es la segunda después de la del Moderno”.
En Smol presentan dos pinturas de la serie “Polecelis”, obras de los 2.000 que parodian a las celebridades de la abstracción: Pérez Célis y Rogelio Polesello. La muestra deja entrever la gracia y el oficio pulido del artista, su pasión por la perfección de los detalles y el inefable humor que tanto buscó. Sobre una mesita está la documentación, el libro “Avello” publicado en el año 2015, un texto exhaustivo editado por Alejandro Ilzarbe y coordinado por Ariadna González Naya, que recorre toda su producción, hasta el final de su corta vida. La foto de la portada es de Sergio de Loof y los textos de Rosario Bléfari, María Gainza, Montequin, Rafael Cippolini y un sinfín de testimonios.
Bengolea agrega que “hay obras de Avello de finales de los 80 presentadas en la muestra “Arte decorativo argentino. Nuevo exponente”, de la galería de Adriana Rosenberg. Luego, una serie de obritas abstractas, Texturas, son de los 90 y figuraban en la sala de prensa de Proa en arteBA 2006. Todas fueron regalos o intercambios. La primera me la cambió por unas botellas de vino. Otras, me las dedicó especialmente”. Lo cierto es que Bengolea supo cuidar con esmero su patrimonio.
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