Las cifras no mienten, ni negocian: el desempleo en la Argentina alcanzó el 7,9% en el primer trimestre de este año, (mi visión y análisis lo pone en 10%) marcando un récord en lo que va de la gestión de Javier Milei. Se respira desempleo en cada cuadra, en cada mesa familiar y en cada comercio que baja sus persianas antes de la hora señalada.
Desempleo, industria y Revolución 5.0: una brújula para el trabajo perdido
Un análisis enfocado en una verdad incómoda: cuando la economía vacila y la industria se desploma, la inteligencia artificial y la Revolución 5.0 se erigen como faros de esperanza y reconstrucción laboral. Un viaje sin anestesia por el presente gris y un futuro que nos pertenece.
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La IA, la revolución tecnológica que ya es una realidad en todos los órdenes de la vida.
Este índice desnuda la fragilidad de un modelo económico que, entre ajustes draconianos y slogans de libertad mal entendida, olvida su razón de ser: el trabajo dignifica y, sin trabajo, la república tambalea. La libertad sin empleo es la cadena más pesada que puede arrastrar una sociedad.
Como abogado especialista en trabajo y empleo, recorro pymes, Locales, talleres y plantas industriales. Lo escucho en voz baja, casi como una confesión vergonzante: “Juan, no podemos seguir exportando... no podemos pagar los costos laborales, la burocracia y la falta de crédito de los bancos…”.
El dato es contundente: el 11% de las empresas argentinas dejaron de exportar. El músculo industrial se atrofia cuando el Estado se convierte en un mero espectador del ajuste. Sin industria no hay cadena de valor; sin cadena de valor, no hay empleo de calidad; sin empleo, hay desesperanza. Esta caída en las exportaciones es una alerta roja. No es solo un problema de balanza comercial: es un problema de identidad productiva. Argentina no puede darse el lujo de ser una economía de servicios endeble y de consumo deprimido; necesita industrias vivas, innovadoras y competitivas.
Permítanme ser claro y brutal: no le teman a la inteligencia artificial; teman a la incompetencia para gestionarla. La IA no destruye empleos, destruye la forma obsoleta de entenderlos. La Revolución 5.0, de la que tanto hablo en conferencias y foros, no es ciencia ficción: es una tabla de salvación para el tejido productivo y laboral argentino. Mientras la Revolución 4.0 automatizó tareas rutinarias, la 5.0 devuelve el protagonismo al humano, pero potenciado por la máquina. Es el trabajador aumentado, no reemplazado: el operario que supervisa robots, el administrativo que delega burocracia a algoritmos, el pequeño empresario que predice mercados con IA generativa.
En mi experiencia asesorando empresas y sindicatos, veo con claridad que quien se aferra a métodos de trabajo de hace dos décadas, muere. Pero quien abraza la IA, la adapta a su escala y entrena a su gente, sobrevive y crece.
De la protesta a las propuestas
La disyuntiva es simple: llorar estadísticas o diseñar políticas de trabajo real. La receta no es nueva, pero se nos olvida entre discursos y grietas:
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Formar para la Revolución 5.0: capacitaciones masivas, gratuitas y sectoriales. El trabajador no debe ser espectador de la IA; debe ser su conductor.
Crédito productivo accesible: la pyme no necesita subsidios eternos; necesita capital para innovar, exportar y pagar buenos sueldos.
Modernizar la legislación laboral: adaptar y modificar los convenios, agilizar trámites, proteger derechos de ambas partes sin frenar la innovación. Ni anarquía laboral ni museo sindical.
Estado inteligente: el Estado debe ser árbitro, no barra brava. Incentivar exportaciones, bajar trabas y premiar la generación de empleo formal del sector privado que es quien lo genera.
A los emprendedores, empleadores, empresarios, arriesgadores seriales de la producción y el empleo: no le tengan miedo a la IA, ténganle miedo a quedarse quietos. Competir con costos altos es suicida si además compiten con productividad baja. La máquina no despide gente: despide la inercia y la mediocridad.
A los dependientes, los que no quieren arriesgar: la formación es poder. Abracen la capacitación, exijan reconversión, no teman reinventarse. Quien se forma, manda; quien no, obedece.
No soy iluso: sé que la macroeconomía ahoga, que los impuestos muerden y que la conflictividad acecha. Pero sé, por cada empleador que asesoro, por cada sindicato que escucho, que la esperanza se construye con manos y cerebros alineados a una estrategia país.
No habrá revolución productiva si no hay una revolución mental. La revolución mental viene de la mano de la Revolución 5.0, y es nuestra oportunidad de ser dueños del algoritmo, no esclavos del ajuste. De exportar innovación, no de importar pobreza.
Hoy los números son alarmantes. El desempleo crece, la industria se retrae, la exportación se apaga. Pero el viento cambia. No existe crisis que soporte el empuje de una sociedad educada, formada y convencida de su potencial.
Quien no lo entienda, que haga fila en la cola del desempleo. Quien lo abrace, que se prepare a dirigir la nueva economía laboral.
*El autor es abogado y especialista en trabajo y empleo, magíster en empleo e innovación judicial, diplomado en IA aplicada a la gestión en entornos digitales.
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