1 de mayo 2025 - 00:00

La Constitución, garantía de libertad

La salida a nuestros problemas está en respetar la Constitución, interpretándola como el punto de partida para la reconstrucción de una verdadera República, un paso insustituible para ser un país fuerte, previsible y desarrollado

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Hoy se cumplen 172 años de la sanción de la Constitución de la Nación Argentina, un texto fundacional que define, en palabras, el contrato social concreto e intangible por el cual se limita al poder, se ordena el mismo y donde el pueblo deposita sus esperanzas e ideas de bienestar.

La Constitución no solo es el marco jurídico que establece las reglas bajo las cuales se desarrolla la convivencia social y el poder político, sino que además precisa las atribuciones, el ejercicio y el control del poder, para que se reconozcan así las libertades y derechos del hombre. Es, además, el símbolo de la unión nacional, una herramienta forjada al calor de años de luchas fratricidas y diferencias sangrientas, un ejemplo de cómo nuestros próceres supieron saltar la “grieta”, interpretar el sentir de las mayorías del pueblo, que más allá de toda rivalidad, necesitaba crecer en paz, convivencia, orden, tolerancia y progreso.

El 1 de mayo de 1853, en el discurso de cierre del debate constituyente, se podía escuchar:Con la Carta Constitucional que acabamos de firmar, hemos llenado nuestra misión y correspondido a su confianza, como nos ha sido posible. Promulgarla y ordenar su cumplimiento ya no es obra nuestra. (...) A los pueblos corresponde observarla y acatarla so pena de traicionar su misma obra; de desmentir la confianza depositada en sus representantes y contrariarse a sí mismos, presentándose en ludibrio de las Naciones que los rodean”.

La salida a nuestros problemas está en respetar la Constitución, interpretándola como el punto de partida para la reconstrucción de una verdadera República, un paso insustituible para ser un país fuerte, previsible y desarrollado. Por ello, en estos tiempos de ánimos crispados, de palabras y gestos violentos, donde la grieta se profundiza cada vez más, lo verdaderamente revolucionario es robustecer y fortalecer nuestro Estado de Derecho, honrar y cumplir con nuestra Constitución, que es el instrumento fundamental para la construcción de una mejor ciudadanía.

Juan Bautista Alberti, en su libro “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina”, decía: “El hombre no elige discrecionalmente su constitución gruesa o delgada, nerviosa o sanguínea; así tampoco el pueblo se da por su voluntad una constitución monárquica o republicana, federal o unitaria. Él recibe estas disposiciones al nacer: las recibe del suelo que le toca por morada, del número y de la condición de los pobladores con que empieza, de las instituciones anteriores y de los hechos que constituyen su historia: en todo lo cual no tiene más acción su voluntad que la dirección dada al desarrollo de esas cosas en el sentido más ventajoso a su destino providencial”.

Debemos entender que la Constitución emana de la voluntad del pueblo; su texto fundamental es el respeto a la libertad. No hay república ni democracia sin libertad. Por eso, nuestro mejor homenaje es fortalecer su vigencia, defender sus instituciones, que son el mejor antídoto para quienes intenten limitar nuestra libertad.

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