El viernes pasado, Javier Milei y Cristina Fernández de Kirchner, tuvieron un intercambio en la red X. La discusión surgió frente al documento publicado por la exmandataria, bajo el título “Es la economía bimonetaria, estúpido”, en donde señala el fracaso de este gobierno en partes por ignorar el peso central que ocupan los dólares.
La economía bimonetaria y la antipolítica
El tema de los pesos y los dólares no es nuevo en nuestro país. No solo porque miramos el “dólar blue” todas las mañanas, sino porque allí se encuentra la debilidad medular de la economía argentina para conseguir crecer, y al mismo tiempo es el huevo de la serpiente del endeudamiento externo.
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El tema de los pesos y los dólares no es nuevo en nuestro país. No solo porque miramos el “dólar blue” todas las mañanas, sino porque allí se encuentra la debilidad medular de la economía argentina para conseguir crecer, y al mismo tiempo es el huevo de la serpiente del endeudamiento externo.
En esta línea, esta semana salió a la venta mi primer libro “Conduciendo al capital. Estado o mercado, una falsa dicotomía” de Ediciones Continente, el mismo cuenta con el prólogo de la propia Cristina Fernández de Kirchner y aborda el tema de la economía bimonetaria entre otro. Por eso, comparto aquí un adelanto de este:
“Vayamos a la frase de CFK, ¿qué significa que vivimos en una economía bimonetaria? Para responder esta pregunta, primero, veamos cuáles son las funciones esenciales de una moneda, que en su definición más básica son tres:
– Unidad de cuenta: esto significa que puede reflejar el precio de bienes y servicios. Es la característica más sencilla, dado que es una convención respecto a la referencia que vamos a usar en nuestras transacciones. En las sociedades modernas el dinero fiduciario (del latín fiducia, confianza, esto es sin respaldo en ningún bien) es la unidad de cuenta que utilizan todos los Estados. Esto significa que puedo expresar el valor de una cosa en unidades de moneda (¿Cuántas unidades de moneda cuesta hoy un kilo de pan?).
– Medio de pago: una vez que el Estado definió cuál va a ser la unidad de cuenta, le otorga a esa moneda la propiedad de ser medio de pago. Eso significa que todos vamos a estar dispuestos a aceptarla para realizar nuestras transacciones, tanto de compra como de venta, el pago de nuestro salario, etc. El Estado garantiza que así sea porque es en esa moneda en la cual también va a recolectar impuestos.
– Reserva de valor: la moneda tiene que poder conservar su valor en el tiempo, eso permite que pueda ser atesorada y continúe siendo aceptada como unidad de cuenta y medio de pago. Esta función es importante porque permite diferir decisiones de consumo en el tiempo. Por ejemplo, separar una parte del salario cada mes para, a fin de año, comprar un televisor o un celular.
La historia del dinero es muy interesante: pasamos de usar la sal o las vacas como moneda, después fuimos hacia el oro y la plata para finalmente llegar al dinero tal como lo conocemos en la actualidad. Cuando surgió la moneda como elemento facilitador del intercambio, luego apareció la discusión de quién y cómo la imprime. Para darnos una idea, se tiene registro de que la primera moneda aparece en el año 600 a.C. en la antigua Grecia, en el reino de Lidia, aunque otros sostienen que fue en China en el siglo VII a.C. Así, donde florece el comercio aparece la moneda acuñada en oro, plata o cobre como elemento facilitador de este.
Pero hoy en día no hay ningún bien que respalde el dinero, por eso hablamos del dinero fiduciario (cuando tengan un dólar en la mano lean el anverso “In God we trust”, que en español significa “en Dios confiamos”). Su origen y evolución también dio paso a diferentes teorías en torno al dinero y la moneda. En particular, nos vamos a concentrar en dos enfoques, el metalista y el cartalista. Cómo se introduce el dinero en el análisis económico es una de las principales diferencias entre los economistas ortodoxos y los heterodoxos (Rochon et al., 2003).
Ahora que tenemos más en claro las funciones del dinero y las teorías que intentan explicar su origen e imposición, hay que pensar qué sucede en una economía bimonetaria. Primero, la definición. Básicamente surge cuando dentro de un país, más allá de la moneda nacional, hay otra en circulación que reúne también las condiciones que previamente señalamos: es medio de pago, unidad de cuenta y reserva de valor. En algunos países este fenómeno se dio con múltiples monedas (Capanelli, Menon, et al., 2009) y está muy relacionado con situaciones de crisis o cambios de regímenes macroeconómicos (por ejemplo, hacia el fin de la Unión Soviética). Entre los aspectos negativos de la multiplicidad de monedas, se destaca la pérdida de eficacia de la política monetaria y cambiaria. Esto significa que los gobiernos tienen menos independencia para implementar sus programas económicos.
En nuestro país el bimonetarismo es de facto. Y por el gobierno de La Libertad Avanza, iniciado en diciembre del 2023, pasa a ser de jure, por ley, en algunos sectores en los que se habilitan los contratos dolarizados. El que más se destaca es el inmobiliario, en el cual explícitamente el presidente Milei habilitó que sea en dólares en sus decretos presidenciales. Como señalan Gaggero y Nemiña (2013), la compra y venta de propiedades en dólares comienza en los años 70 y se afianza en los 80 a partir de tres factores:
– repetidas crisis cambiarias y altos niveles de inflación;
– la liberalización cambiaria que impuso la dictadura cívico-militar, y
– el desmantelamiento de la regulación del mercado inmobiliario.
Es decir, la constante inflación elevada y los recurrentes saltos en la cotización del dólar han generado per se los incentivos para buscar refugio fuera del peso. Para dimensionar, entre 1975 y 1991 la tasa de inflación se mantuvo por encima del 100 % anual, excepto en 1986 en que se ubicó en 90 %, tras un fallido intento de estabilización. Desde allí y hasta bien entrado el gobierno de Menem la variación de precios mostrará alta volatilidad, incluyendo dos picos hiperinflacionarios. La debilidad de la moneda nacional apalancaría entonces la demanda de dólares, que muchas veces fue adquirida por el proceso de endeudamiento externo (privado y público) y una formación de activos externos (en el barrio “fuga”) que se volvería endémica.
Simplificando, el problema de la economía bimonetaria es que no podemos usar el peso para ahorrar, invertir y apalancar el crecimiento de nuestra economía, y esto se debe a que los desequilibrios macroeconómicos en los últimos 75 años desembocaron en procesos inflacionarios que han hecho que perdamos la confianza en el peso.”
No haber encontrado solución al problema de la economía bimonetaria planta a los gobiernos nacionales cada vez con mayores debilidades. Se ve al Estado incapaz de resolver problemas fundamentales: desequilibrios de precios, falta de entrada de inversiones extranjeras, problemas de financiamiento público, entre otros. Por eso, tan importante uno de los párrafos que aporta CFK en su carta:
“Abordar el problema de la economía bimonetaria y su correlato, la carencia de una moneda fuerte, es lo que debería movilizar a las fuerzas políticas y sociales que siguen creyendo en la Nación. Sin embargo, cuando la anti-política se quede sin respuestas por el fracaso de teorías extravagantes que solo causan odio y dolor; no solamente deberemos reconstruir la moneda, sino también la política.”
Economista y docente. Directora del Banco Ciudad.
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