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La carcajada olímpica de Cristina de Kirchner ante la crisis financiera en los Estados Unidos merecía seguramente una respuesta de este columnista, que se convierte en la entrega de ayer en vocero del mundo: «El resto del mundo (...) se asombra ante un gobierno que no disimula cierta satisfacción por los estragos financieros mundiales». La verdad es que no parece que ese resto del mundo tenga mucho tiempo para asombrarse de los Kirchner con tantos problemas que enfrenta; antes responderá a todos los críticos del capitalismo de Wall Street que surgen como hongos en todos los países -incluso en los EE.UU.- para gozar de la malandanza ajena. Cuando alguien está en problemas, algunos reaccionan con una palmada de ayuda; muchos otros, en cambio, se suman entusiasmados a la paliza colectiva. Ese parece haber sido el rol de los Kirchner en este punto.
Morales Solá hunde el estilete en donde más le duele al gobierno, la crisis política que ha ganado a sus elencos, y recopila con entusiasmo los testimonios de la pérdida de muchos protagonistas frente a lo que se dice y hace en la Casa de Gobierno. Por ejemplo, las críticas del presidente de la Corte Suprema de Justicia a esa perversidad criolla -que no inauguró este gobierno, pero que la continúade tener a los jueces con los dedos en la morsa y controlar sus sentencias desde la ventanilla de las Comisiones de Acusación de los Consejos de la Magistratura de todo el país. Esa amenaza de la que se quejan los magistrados es otra de las causas que hace de la Argentina un país desigual, en donde hay justicia para unos y no para el resto. Por eso los jueces prefieren actuar sobre los políticos cuando ya pasó su cuarto de hora de poder. Para algunos es un gesto de debilidad; seguramente lo es, pero peor sería que nunca hubiera un tribunal para los poderosos, ni durante ni después.
Exagera un poco el columnista cuando dice que si el sindicato de los mecánicos logra 25% de aumento que reclama para los salarios del sector, tumbaría la economía por el efecto inflación.
Señales parecidas de falta de respeto hacia el gobierno de sectores del oficialismo que hasta ahora habían guardado silencio: uno, Hugo Moyano, que reclama considerar el asesinato de Juan Rucci como un delito de lesa humanidad. Morales Solá cree ver un ataque a los Kirchner; algo difícil de probar, lo mismo que si ese asesinato político es un delito imprescriptible. Otra señal es la libertad que se toma el kirchnerismo del Congreso de revisar leyes económicas, como el proyecto de Presupuesto, y cuestionar los superpoderes y la vigencia del impuesto al cheque, por lo menos para que siga siendo no coparticipable. A los críticos de la no coparticipación de ese tributo les cabe la advertencia que ya se hizo a quienes querían que también las retenciones fueran repartidas entre Nación y las provincias, porque de ser así, esos gravámenes quedarían consagrados para siempre jamás. Impedirían su abolición y su reducción las provincias que los recibiesen, si fueran íntegramente coparticipables (hoy lo son sólo en parte).
Un dato útil de la columna: adelanta que el juez Thomas Griesa, que atiende causas de acreedores de la Argentina en Nueva York, va a lanzar una serie de embargos a bienes argentinos confiscables. ¿Correrá algún riesgo la delegación argentina que visita en estas horas Nueva York al quedar como fianza?
VAN DER KOOY, EDUARDO. «Clarín»
El columnista dedica la totalidad de su entrega de ayer a la noticia que adelantó este diario en la edición del viernes sobre un eventual reingreso de Alberto Fernández al gabinete nacional. Esa noticia surgió del encuentro que mantuvo con Néstor Kirchner el jueves en Olivos. Hablaron del tema, pero es impreciso aún en qué términos, porque es un tramo de la reunión que los dos mantienen como reservado.
Una presencia de Fernández en algún sillón del gabinete la imagina Van der Kooy como una señal positiva a sectores de la economía, esa señal que le reclaman a Cristina de Kirchner desde que asumió el gobierno en diciembre pasado. No explica qué interés tendrían empresarios y banqueros en repetir la historia que vivieron con el gobierno durante cinco años con Alberto Fernández de jefe de Gabinete, pero usa esta noticia para destacar todo lo malo del gobierno que impediría que el ex jefe de Gabinete tomase funciones en algún cargo.
Según el columnista, el ascenso de Julio De Vido, Ricardo Jaime y el poder, oculto hoy en el silencio, de Guillermo Moreno, hacen inviable ese retorno. Es como si el periodista recogiese las quejas de Alberto Fernández al momento de la renuncia; el gobierno no la escuchó,se fue el funcionario y nada indica que la Presidente haya cambiado de criterio.
En ese análisis hay exagerado voluntarismo porque en realidad Alberto Fernández es quien debería explicar por qué y cómo ese trío que hoy demoniza convivió pacíficamente con él como jefe de Gabinete. Se entiende que el funcionario no regrese al gobierno, pero para no enfrentar la acumulación de malas noticias que enumera Van der Kooy: la caída de las exportaciones por u$s 6 mil millones por la baja del precio internacional de los commodities, el liderazgo de Julio Cobos frente a cualquier candidato del oficialismo en encuestas de opinión o las dudas que hay sobre la oportunidad de pagarle al contado u$s 7 mil millones de las reservas al llamado Club de París, anuncio que el gobierno creyó le cambiaría la suerte en el mercado de crédito.
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