Ya pasaron 10 meses de aquel 10 de diciembre de 2023 en el cual el presidente electo, Javier Milei, afirmaba en su discurso inaugural que la situación era delicada y que, para superar la crisis, que según él, “es la peor herencia recibida desde el retorno de la democracia”, debía pasarse por un proceso de ajuste que lo iba a pagar la casta.
Diez meses de gobierno de Javier Milei con resultados mixtos y un horizonte de ajuste
El 10 de diciembre de 2023, el presidente electo afirmaba que "la peor herencia recibida" debía pasarse por un proceso de ajuste que lo iba a pagar la casta. ¿Cómo va ese proceso tras 10 meses?
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Luego de más de 300 días podemos decir que este mensaje inaugural en parte se cumplió. Sin entrar en conceptualizaciones yrigoyenistas sobre que es la casta, el ajuste en marcha hizo un gran desparramo sobre toda la economía, con resultados dispares. La inflación es el ejemplo más reconocible: del 12,8% heredado de noviembre de 2023 y un incremento en diciembre a 25,2%, bajando a 3,5% en septiembre. El otro punto destacable es el superávit financiero: acumula más del 0,4% del PIB en los primeros nueve meses del año.
Otra cuestión para sumar es la baja del riesgo país y las cotizaciones cambiarias, con el indicador de JPMorgan en 1126 puntos básicos, el más bajo en cuatro años, mientras que los dólares paralelos están por debajo de los $1200, valiendo un 50% menos que hace un año si lo ajustamos por inflación, mientras que el CCL está por debajo de su valor teórico, por ende, apreciado, pero estable como no se recuerda en los últimos tiempos. Se pasó de pagar menos del 30% de las importaciones con una discrecional burocracia a más del 80% y flexibilización de las formas de acceso a divisas oficiales que cotizan a menos del 20% de brecha con los financieros. Todas noticias desde la macro que definen que el mercado y algunos actores de la economía avalan las medidas tomadas y el rumbo directriz de la economía y las finanzas, aunque varios reclaman la quita todavía no efectiva, de las restricciones cambiarias.
Por el lado de lo social los números dan claramente negativo. La caída del PIB 2024 sería de 3,5% evidenciando todo un camino por recorrer y la falta de políticas de contención para los caídos del ajuste. Una pobreza del 52,9% subiendo más de 10 puntos, desempleo de 7,6%, la jubilación mínima con bono de octubre de 2024 presenta una caída del 43% respecto de diciembre de 2023, mientras que los salarios de los estatales y universitarios cayeron por lo menos un 25% desde su asunción. La liberalización de las tarifas fue un impacto al corazón de la clase media baja y baja, además de una herida fuerte a las clases medias en salud y educación.
Sin olvidar el impacto en lo que figura arriba, las provincias perdieron en promedio un 60% de transferencias del Estado Nacional, lo que repercute en las arcas provinciales y en situaciones delicadas porque son responsables de salud, educación, seguridad y por sobre todo en empleo y actividad, derivando en algunos casos, en distritos con más del 70% de pobreza.
Luego de 10 meses, el panorama para lo que queda del año y el 2025 es clave en sentido socioeconómico. Atrasar el dólar para permitir un crecimiento de la actividad una sabana muy corta que sabemos que irremediablemente derivará en una devaluación tarde o temprano y que producirá una nueva crisis económica y social como la posterior al ajuste de diciembre. Los recortes en educación, salud y subsidios serán una mecha que influirá en el periodo preelectoral marcando así una profundización de la regresión en la distribución del ingreso tanto de los trabajadores como de la ciudadanía en general, que deberá migrar en el primer y segundo ítem a opciones posibles con ingresos recortados si hablamos de abastecimiento provincial/local o inclusive privada mientras que el tercero seguirá retardando la recuperación del consumo y de los ingresos de los menos pudientes, sobre todo, aquellos que son informales y cuyo poder adquisitivo mermó en al menos, un 30% en lo que va de la gestión.
No puede asumirse como una conquista que para fin de año la pobreza baje a niveles cercanos al 50%, cuando un año atrás estaba 10 puntos abajo y era una calamidad. Tampoco que el salario en dólares haya crecido con un visible atraso cambiario con un cepo cambiario, que, si bien es heredado, se ha utilizado bajo esta gestión para disfrutar las mieles de la acumulación de reservas en un contexto de ajuste de todo tipo. Y menos, el ahogamiento a las provincias como símbolo de éxito mientras el modelo de desigualdad productiva histórico se profundiza sin incentivos reales a la relocalización de sectores pujantes o en su defecto, generación de nuevos enclaves. El RIGI claramente no será una solución a la medida de nuestro país con vastos territorios y heterogéneos climas y realidades socioculturales, habitacionales y económicas. Y esa realidad es insoslayable mientras se proponen matrices que en la teoría funcionan hermoso pero que, el ceteris paribus, no se traslada a lo real.
Por ello, el debate en el Congreso de los próximos días será clave. La caída real de las jubilaciones, el gasto universitario, educación y ciencia y los fondos de las provincias se contrastará con los incrementos a la SIDE, Secretaría General de Presidencia y de Impuesto a las Ganancias. La baja definitiva de la inflación será una punta de lanza para ver, a partir de 2026, como es el modelo de desarrollo nacional de Milei pero en 2025, será un año de mayor disparidad social. Y el desafío a esta altura será ver si tiene los apoyos necesarios para decirles a muchos sectores, este año tampoco te toca.
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