Inquinas y celos, factores críticos en opositores anti-K
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Cobos promete no poner en riesgo antes de 2011 la bonanza que facturó tras su voto no positivo por la Resolución 125. Sabe que Carlos Ruckauf y Daniel Scioli, sin más ejercicio que perdurar, lograron y mantuvieron alto niveles de adhesión: la magia de ser vice.
Lo de Binner es diferente: con ocho años de intendente de Rosario, el socialista es todavía un desconocido para la mayoría: 6 de cada 10 argentinos, citan las encuestas, no lo conocen o no tienen opinión formada por sobre él. Su posición de apoyo al campo para después aumentarle los impuestos, le ha hecho también perder aire opositor.
El derrotero futuro de Kirchner aporta otros elementos: en Santa Fe no existe la reelección para el gobernador y aunque promoverá una reforma para permitirlo, seguramente -dicen los que lo traducen- él mismo se excluirá de competir por un segundo mandato.
Cuando termine su gestión, el socialista tendrá 67 años y, de algún modo, la ilusión presidencial como única salida. Progresivo, Binner tiene antes de soñar con Olivos una parada brava en 2009: el PJ, con Carlos Reutemann y el respaldo de Kirchner, planea desafiarlo feo el año próximo.
¿Otea, Binner, la opción de un ensamble con Cobos? No dirá que no, pero algunos elementos hacen ruido en ese escenario supuesto: el primero es que los cobistas lo condenan a ser vice; el segundo, que el socialista es partidista y busca acuerdos cupulares.
Se asume como frentista y, de hecho, en Santa Fe acordó con la UCR -tiene, de vice, a la radical Graciela Tessio-. Pero se escabulle de los protagonismos personales. Es decir: más que un pacto con Cobos, Binner podría imaginar un acuerdo con el radicalismo.
En el otro extremo, el santafesino podría firmar con sangre que jamás compartiría una alianza con Elisa Carrió. Inquinas y desplantes añejos -el rosarino imputa a la arista haberle impedido ganar la gobernación en 2003- enturbian en lo personal lo que podría unir la política.
Carrió, sin embargo, sigue atada al sello PS: su pretensión de expandir la Coalición Cívica incluye como un actor estelar al socialismo mientras recoge a los peronistas anti-K y los que no entreven a Macri como la salvación no PJ del PJ para el poskirchnerismo.
Con Macri, se sabe, Carrió no quiere tener nada que ver. Dice lo mismo de Cobos pero, a su lado, en calma, deslizan indicios sobre alguna sintonía. Por lo pronto, Carrió se presenta como presidente cuando, pronostica, «en 2011 lleguemos al gobierno».
De un desconocimiento extremo y cierto ninguneo, el vicepresidente apareció en escena y así como se observa, con simpatía, mutuamente con Binner, no se anima a clausurar la alternativa de, siquiera, hacer en el futuro un pacto de no agresión con Mauricio Macri.
El jefe de Gobierno porteño registró, hace tiempo, entre amigos una frase que lo radiografía:«Me están entregando la Casa Rosada». Volcó, en ese puñado de palabras, el supuesto macrista de que, de algún modo, está predestinado a ser presidente. Y que, con sus errores, los Kirchner lo ayudan.
Pero enfrenta Macri un fenómeno sinuoso y, quizá, sintomático: el lugar del país donde su imagen positiva registra los peores indicadores es la Capital Federal. No le ocurre a Binner que, debe, igual consolidar antes el frente provincial. Sueltos, sin carga, Cobos y Carrió no tienen esos problemas.
P.I.
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