28 de octubre 2020 - 11:12

Cavallo rememoró la semblanza que escribió cuando se enteró de la muerte de Néstor Kirchner

El ex ministro recordó sus contactos cuando el patagónico era gobernador y luego Presidente.

Domingo Cavallo y Néstor Kirchner

Domingo Cavallo y Néstor Kirchner

Gentileza: El Espejo Diario

A Kirchner lo angustiaba sentirse en un callejón sin salida. Ese es el título que eligió el ex ministro de Economía, Domingo Cavallo, para publicar un texto poco después de enterarse del fallecimiento de Néstor Kichner. A 10 años de esa pérdida, Cavallo rememoró aquellos tiempos, con recuerdos y anécdotas que lo acercaron al ex gobernador y expresidente.

Aquí, se transcribe la publicación de Cavallo, tal cual como la difundió recientemente en su blog personal.

Escribo esta nota mientras estoy volando de Washington a Madrid, vuelo que inicié apenas dos horas después de que recibí la triste noticia del fallecimiento del ex Presidente, figura señera, si la hubo, de la última década en la Argentina. Si bien mis colaboradores en Buenos Aires hicieron llegar de inmediato una nota de pésame sincero a su esposa y a su familia, siento en este momento la necesidad de trasmitir mis pensamientos sobre la mejor forma de ayudar a Cristina Fernández de Kirchner, no sólo a encontrar consuelo, sino, fundamentalmente, a poder desarrollar con eficacia las gran responsabilidad que demanda su investidura como Presidente de todos los argentinos.

Yo conocí muy bien a Néstor Kirchner y me consta que era un hombre sumamente inteligente. Como Gobernador de Santa Cruz recibió todo mi apoyo, porque, a diferencia de la mayoría de los gobernadores, era fiscalmente prudente y gobernaba la provincia en línea con las reformas que estábamos llevando adelante a nivel nacional. Él también apoyó toda mi gestión como Ministro de Economía entre 1991 y 1996 y me siguió apoyando en mis intentos por llegar a gobernar la Ciudad de Buenos Aires. Más aún, cuando yo competía con Duhalde y De La Rúa para la Presidencia, en 1999, él sugirió que Duhalde y yo presentáramos una fórmula conjunta, algo que resultaba imposible porque algunas definiciones de Duhalde en la campaña electoral hacían no creíble una alianza con mi partido.

Él me siguió apoyando mientras fui Ministro de De La Rúa, especialmente en mi apelación al Gobierno de la Provincia de Buenos Aires para que ajustara sus cuentas fiscales y redujera su endeudamiento con el sistema bancario. Su única desinteligencia conmigo, a fines de 2001, se produjo cuando yo le pedí medidas de ajuste a todas las provincias, incluida la suya, que nunca se había endeudado. Yo lo hice intentando suavizar el ajuste que debían hacer las provincias más endeudadas, en particular, la Provincia de Buenos Aires, pero él entendía que era injusto. Me temo que tenía razón, porque los dirigentes de la Provincia de Buenos Aires, prefirieron incendiar al País para evitar tener que pagar ellos los costos políticos de un ajuste explícito.

Néstor Kirchner no estuvo de acuerdo con el abandono de la convertibilidad que decidió Eduardo Duhalde en Enero de 2002, cuando dispuso la pesificación y produjo la fuerte devaluación que llevó el precio del Dólar a casi 4 pesos. Por eso no aceptó ser el Jefe de Gabinete en el Gobierno de Duhalde. Siempre interpreté que su adhesión posterior al discurso del “Dólar Alto” y su diatriba permanente a las reformas de los 90s, fueron recursos de campaña con los que se enredó para llegar a la Presidencia y para acumular poder una vez elegido. Luego, las circunstancias internacionales lo llevaron a descubrir como adecuado para lograr récords de recaudación impositiva y a introducir gradualidad a la reversión de la fuerte caída en los salarios reales, las jubilaciones y el gasto público a que llevaron la pesificación y la fuerte devaluación de 2002. Estas dos propiedades de esa política le ayudarían a construir poder de la forma que él había decidido hacerlo.

Lamentablemente, las consecuencias inflacionarias del “Dólar Alto” lo llevaron a adoptar medidas de intervención en los mercados y de re-estatización de empresas en las que nunca había creído. Y más lamentablemente aún, transformó a esas políticas en la médula de su discurso económico, adornado con las diatribas en contra del FMI, entidad cuyas acreencias honró mucho más rápidamente que todos los presidentes anteriores.

Cuando su esposa competía con Roberto Lavagna por la Presidencia, yo escribí, en febrero de 2007: “Los colchones ofrecidos por la fuerte inversión modernizadora de los 90, la paciencia de los trabajadores y jubilados postergados, y el viento de cola de la bonanza internacional ya han comenzado a atenuarse y, difícilmente, ayuden por muchos años más. Por consiguiente, resulta interesante especular sobre cómo reaccionarían Kirchner y Lavagna frente a los sobresaltos y crisis que sobrevendrán.”

“En el caso de Lavagna, como principal ideólogo “ortodoxo” del “Dólar Alto”, no tendrá otra alternativa que ser consecuente con su promesa de mantener el tipo de cambio real alto y, por consiguiente, luego de permitir todos los aumentos de tarifas, precios, salarios, jubilaciones y gastos necesarios para remover los desequilibrios entre oferta y demanda causantes de las crisis, se verá obligado a devaluar el Peso en la misma proporción en que aumente la inflación”.

“El resultado será una espiralización de la inflación que en, pocos años, retrotraerá la realidad del país a la década de los 80, con inflación persistente y esporádicos episodios de estanflación y, si no se abandona antes la política de tipo de cambio real alto, hasta de hiperinflación. Se habrá desandado totalmente el proceso económico reeducativo de la Convertibilidad, que con su éxito estabilizador de más de 10 años, había logrado cambiar los comportamientos inflacionarios de los argentinos”.

“Kichner no podrá evitar los aumentos de precios, salarios, jubilaciones, tarifas y gastos necesarios para remover las causas de las crisis, pero por su heterodoxia tratará de demorarlos, tanto como le sea posible. Me atrevo a predecir que Kichner no convalidará con una devaluación el impacto inflacionario de todos estos reajustes. Es decir, antes de correr el riesgo de espiralizar la inflación, abandonará la lógica del tipo de cambio real alto. Porque Kichner, como Lula en Brasil, tiene olfato político y desapego a ortodoxias ideológicas. Ello le permitirá descubrir que no es buena para la gente ni para él, como Presidente, reintroducir en la economía Argentina una inflación virulenta.”

No me equivoqué. Hizo precisamente lo que yo predije que haría.

Pero Néstor Kirchner era suficientemente inteligente para darse cuenta que, aún evitando la espiralización inflacionaria, había llevado al País a un callejón sin salida. No podía reconocerlo en público. No sé si llegó a explicárselo a Cristina. Pero estoy seguro que en su fuero íntimo era plenamente consciente de que la economía iba hacia una crisis para la que no encontraba prevención ni salida. Por eso, su estrategia era sólo demorarla, en espera de que un golpe de suerte lo sacara del laberinto. Pienso que esta angustia, así como los sinsabores que le deparó la política desde el conflicto con el campo, se habrá sumado a su ya debilitado cuerpo para provocar su temprana muerte.

El ya no está en esa encerrona, pero sí lo está su esposa, La Presidente y, de alguna manera, lo estamos todos los argentinos. Por eso, ante tantos que lloran su muerte, él, consciente de la situación en que sus políticas dejan al País seguramente estaría pidiendo que no lloren por él… pero sí lloren por Cristina y los argentinos.

Si en lugar de hacer el panegírico de sus políticas y tener ahora una actitud hipócrita para tratar de conmover a su viuda, los políticos ayudan a que ella descubra lo que Néstor Kirchner seguramente ya había descubierto, será mucho más fácil que Cristina Kirchner pueda terminar su Gobierno con dignidad y reduciendo al mínimo inevitable el sufrimiento de los argentinos. Si por el contrario, la dinámica política de los próximos meses lleva a acentuar los enfrentamientos entre sectores y fracciones políticas, las consecuencias pueden ser muy graves.

Hay quienes piensan que la situación con la que nos enfrentamos es muy diferente a la que se vivía en 1974, cuando murió Perón. Pero, desde el punto de vista económico, la única gran diferencia es que en aquel entonces la reversión de los términos del intercambio muy favorables de 1973, que habían hecho posible las políticas del Ministro Gelbard, ya habían comenzado a insinuarse. Hoy los términos del intercambio externo continúan siendo muy favorables y también ayuda la fuerte liquidez internacional. Pero los desequilibrios internos son muy parecidos a los de aquella época y la confrontación violenta en facciones políticas y gremiales, si bien está lejos de la que se vivía en 1974, ha estado aumentando peligrosamente.

Cristina merece el apoyo de todos para poder completar su Gobierno con dignidad. Pero la mejor manera de apoyarla es transmitiéndole la verdad sobre la situación que vive el País. Quienes la sigan engañando desde el INDEC y los medios de comunicación oficiales, alimentando la construcción del mundo de fantasía que han ido reflejando sus discursos desde que asumió, estarán atentando contra su gobierno y contra el bienestar del Pueblo Argentino.

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