9 de octubre 2019 - 00:00

Buenos Aires: radicalismo reperfila postelecciones

Los dirigentes provinciales ya buscan sacar rédito a una derrota que los dejaría con aire de cara a una renovación del histórico partido. El interior bonaerense, clave para el proceso de cambios.

Daniel Salvador y María Eugenia Vidal.
Daniel Salvador y María Eugenia Vidal.

A dos meses del cachetazo electoral de las primarias, la pata bonaerense de Cambiemos comienza a diagramar su esquema postdiciembre. Con 20 puntos de diferencia en contra de cara al 27 de octubre, son varios los actores, tanto del radicalismo como del PRO, que, a sabiendas de una votación irremontable, empiezan a medirse ante un futuro como oposición. Y en la derrota las diferencias salen a flote.

Como gobierno, el radicalismo sostuvo en la figura de Daniel Salvador el reclamo partidario de tener más participación ejecutiva. Sin embargo, luego de las elecciones generales la conducción provincial, también a cargo del actual vicegobernador, quedó al descubierto.

Pese a que la gran mayoría de los radicales que integra Cambiemos siempre se mostró fiel a la idea de funcionar de manera orgánica, los últimos sucesos políticos, sumado a una serie de medidas de carácter económico y social lejanas a la doctrina del centenario partido, provocaron un cimbronazo del que algunos prefieren separarse, hasta el momento, puertas adentro.

Ante la consulta de si es posible un quiebre, un intendente radical de la provincia asegura que “todavía queda una elección por recorrer y hay chances de que (María Eugenia) Vidal se acerque más de lo que se cree. Pero si nos toca ser oposición vamos a tener que volver a discutir qué tipo de oposición queremos ser. Y en esa instancia también están los espacios de pertenencia. No fuimos, ni seremos una alianza electoralista, pero es cierto que la sociedad antes de decirle que sí a Alberto o Cristina Fernández, y en consecuencia a Kicillof, le dijo que no a Macri y, lamentablemente, también impactó en Vidal”.

No será una tarea fácil. El peronismo jugará en la provincia en su traje de kirchnerismo. Y el radicalismo no está dispuesto a tener un rol testimonial en la oposición bonaerense.

Para eso, deberá revalidar las intendencias propias, muchas de ellas ganadas de manera contundente en las PASO. Algo que, en el interior de la provincia, generó el primer gran roce, previo a las primarias, producto de la imposición de que algunos candidatos del PRO salgan a pelearle la candidatura, a través de internas, a los jefes comunales del radicalismo.

“No hay que olvidarse que llegamos al gobierno ganando 41 de las 65 intendencias de Cambiemos en la provincia. La fuerza radical del interior sigue estando muy presente, pero es necesario que la representación provincial la tenga alguien de buen diálogo con todos los sectores”, sostiene un dirigente de la provincia.

Y en esa línea aparecen dos nombres clave. El intendente de San Isidro, Gustavo Posse, quien hace días estuvo como invitado en un acto peronista realizado en Merlo, debido a su amistad con Gustavo Menéndez y como representante del radicalismo; y Walter Carusso, diputado provincial y miembro titular del Consejo de la Magistratura, de buena relación con Vidal.

Pese a que las elecciones internas son en un año, lo que está claro es que el modelo Salvador ya no será el que mande. Más después de la herida que generó la designación de su hijo Sebastián como candidato a diputado nacional por la Provincia en una lista sin exponentes radicales.

Mientras algunos ya hablan de panvidalismo, con las figuras claves del conurbano a sus espaldas, el radicalismo sigue batallando para dejar de ser juez y parte y, de alguna manera, sacarle rédito a una derrota que, lejos de exponerlos, los deja con aire de cara a una nueva renovación.

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