26 de julio 2006 - 00:00

Esta vez se pudo evitar catástrofe energética

El día 13 de julio de este año, el país estuvo al borde de la mayor catástrofe energética de su historia. En la madrugada de ese día, el caudal del río Neuquén pasó de sus históricos 300 metros cúbicos por segundo promedio a la escalofriante cifra de 10.300. Un ejército de técnicos y operarios comandados desde la Autoridad Interjurisdiccional de Cuencas (AIC) se vio obligado a desviar por el curso ancestral del río (convertido en un canalito con 12 metros cúbicos por segundo desde la construcción del complejo de diques Cerros Colorados), más de 1.700 metros cúbicos por segundo.
Al borde de ese viejo cauce está el yacimiento Loma de la Lata, el más importante productor de gas de la Argentina. El torrente inusitado inundó pozos de extracción, cañerías y válvulas de parte de esa unidad productora. El plan de contingencia se aplicó de inmediato y se cerraron válvulas y pozos. Se dejó de inyectar gas por el Neuba II, que abastece a la zona central del país, especialmente a Buenos Aires. Ese día nadie habló, pero Buenos Aires recibió 2.300.000 metros cúbicos menos de gas. La mitad de lo que actualmente se le compra a Bolivia.
 Tensión
Durante toda la jornada, la tensión dominó el ambiente, mientras se aseguraba a diestra y siniestra que la situación estaba controlada. El temor y los nervios eran comprensibles: el dique Portezuelo Grande, ubicado en Añelo, Neuquén, está programado para soportar 11.500 metros cúbicos por segundo. En concreto, si el río crecía poco más de 1.000 metros cúbicos por segundo más, el dique podía colapsar, y el río no sólo arrasar poblaciones ribereñas, sino inundar completamente Loma de la Lata, dejándola inoperable en el mejor de los casos, y destruido en el peor.
Concretamente, el 13 de julio de 2006 fue el día en que la Argentina estuvo a un paso de quedarse sin 50% por ciento del gas que actualmente consume diariamente. Se hubiera quedado, además, sin electricidad en vastas zonas pobladas e industriales. Todo esto, además, podría haberse agravado por un desastre ambiental, si el agua hubiera roto alguna instalación hidrocarburífera: el petróleo se hubiese derramado por toda la cuenca del río Neuquén, y llegado hasta el río Negro, que desagua en el Atlántico a la altura de Viedma-Carmen de Patagones.
La gravedad del tema fue reconocida gradualmente, aunque jamás fue reflejada a nivel nacional. El ingeniero Elías Alberto Sapag, representante de la provincia de Neuquén en la AIC, le admitió al autor de esta nota que «afortunadamente el sistema de contención alcanzó. El caudal del río se midió hasta 10.300 metros cúbicos, pero después no se pudo dar mayor precisión porque el agua se llevó estaciones medidoras. Se tuvo que interrumpir la inyección de gas al Neuba II. La prioridad fue defender la vida de las personas». Y aprovechó para destacar que «es necesario regular con más represas el río Neuquén. Hay que construir el complejo Chihuido».
En la misma sintonía se expresó el ministro de Producción y Turismo del gobierno neuquino, Marcelo Fernández Dotzel. En medio de la vorágine de las primeras horas de ese agitado día, el funcionario fue uno de los primeros en oficializar que se habían cerrado las válvulas en buena parte del yacimiento Loma de la Lata, y que se había interrumpido el suministro al gasoducto Neuba II. El ministro había estado en lo que quedaba de un pueblo que fue literalmente arrasado por las aguas embravecidas del río Neuquén: Sauzal Bonito, una comunidad dedicada enteramente a la producción agrícola y a la cría de animales, ubicada a 50 kilómetros de Añelo y a 70 de Cutral Co-Plaza Huincul.
En esa localidad, el agua se elevó hasta 1,70 metro sobre la altura de las viviendas. A los pocos días, se enterró un millar de animales que perecieron sin que sus dueños pudieran hacer nada por salvarlos.
Además de la eventual catástrofe gasífera, la extraordinaria crecida del Neuquén -contemplada hasta el día 13 de julio solamente a nivel teórico en los papeles- evidenció la controversia que hay sobre el manejo de los caudales, los niveles de las represas y la generación de hidroelectricidad intensiva que se ha practicado desde que el país sufre una crisis energética permanentemente relativizada por el gobierno nacional.
 Centrales
Es que la continua generación de energía eléctrica en centrales hidroeléctricas del Comahue -las principales, Chocón-Cerros Colorados, Piedra del Aguila y Pichi Picún Leufú- obligó a mantener altos los niveles de los diques aun en épocas que habitualmente se reduce el nivel de embalse para prepararlos a recibir los mayores caudales de la época de deshielo en altas cumbres.
Sin embargo, la gravedad del caso, y fundamentalmente la desprotección potencial ante un suceso aun mayor (que no puede descartarse en absoluto) en el que está el yacimiento de gas más importante de la Argentina, es posible que induzca al gobierno de Néstor Kirchner a respaldar lo que hasta ahora se había negado: la construcción de una o más represas sobre el río Neuquén.

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