8 de noviembre 2006 - 00:00

Carnes: buscan más rentabilidad

Hay pocas cosas que duelan tanto como la injusticia e ingratitud que se tiene para con nuestro sector agropecuario. Considerarlo sólo para apagar incendios es una muestra acabada de lo enunciado anteriormente.

En un momento el país tuvo una crisis profunda, la cual no generamos ni fuimos culpables. Sólo nos convertimos en los verdaderos artífices de que ésta se apaciguara aportando recursos genuinos de nuestra producción.

Pero bien, creemos que es hora de trabajar todos sin distinción de clases. Los planes trabajar si no son trabajar no sirven o habría que cambiarles el nombre. Por qué no «regalar». Ahora al regalar debemos regalar lo propio, no lo ajeno.

Con esto no se busca revanchismo de ningún tipo, sólo que se nos conozca y comprenda.

La ganadería es motor e impulsor del crecimiento del país si se la deja. A ésta se la amenaza cada día, al igual que a toda la producción; ése no es el camino. Es vital que nuestros gobernantes comprendan esto.

Interferir los mercados. Salir o entrar por impulsos no es lo aconsejado. Realmente es difícil de comprender para nosotros y más para los extranjeros que se vayan a buscar oportunidades de negocios a otros países y productos emblemáticos y abridores de puertas como nuestra carne vacuna se cuotifican o a veces se hacen desaparecer por obra y gracia de decisiones apresuradas, que todavía lamentamos.

Se escuchan en los pasillos de los remates rumores no buenos para la producción, con amenazas de volver a retirarse de los mercados.

Léase no exportar por decisión propia si aumenta la carne.

Deberían conocer la ley de oro del mercado, que es la oferta y la demanda; atentar contra ella como se hace aquí en la Argentina conduce a este estado de incertidumbre no aconsejable para nadie.

No se puede ser ganadero sólo por vocación; esto debe ser un negocio, no sólo un sentimiento.

Confundir las vacas como bien público es un soberano error, las vacas son privadas y hay que respetar la propiedad privada, no chicanear ni apretar. Sí fomentar la producción con políticas genuinas de crecimiento y desarrollo. Estímulos, ¡no aprietes!

Quienes están en la función pública deben saber que donde hay una vaca, hay un hombre, una familia, un pueblo; se fomenta la dignidad y la cultura del trabajo y del esfuerzo.

La ganadería colabora con la conservación del suelo y hace sustentable el sistema, de allí que atentar contra ella es hipotecar a todos.

La cadena de la carne genera más de dos millones de puestos de trabajo. Los peones rurales, molineros, alambradores, carpinteros, transportistas, empleados de la industria frigorífica, consignatarios, carniceros, proveedores de insumos; técnicos como veterinarios, ingenieros agrónomos, genetistas ( forrajes, semillas, animales, etc.) no vienen ni viven por generación espontánea. Por ello consideramos fundamental que se comprenda esto y se obre en consecuencia.

Cuando a una vaca se le pega, no baja la leche; cuando a un novillo se lo golpea, queda un machucón y ese músculo se deteriora. Al maltratar a un caballo, seguramente al jinete le costará subirlo; éstas son todas cosas que nosotros no hacemos en el campo, pero para quienes las desconozcan, es bueno que lo sepan y cambien de actitud.

Siempre se habla del bienestar animal, coincidimos, pero no omitamos ni permitamos que se obvie el bienestar humano, al campo hay que dotarlo de infraestructura adecuada, red de caminos, electricidad, salud, educación y seguridad. Todos sabemos que no abundan.

Por ello, nuestro justo reclamo y que la respuesta sea al menos comprensión, para tener acción y un poco de agradecimiento por todo lo que se da. La ingratitud es demasiado cruel.

(*) Productor agropecuario y presidente de la Asociación Productores de Carne Bovina Argentina (Aprocaboa).

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