26 de junio 2008 - 00:00

"Crecer sólo por tipo de cambio generó distorsión"

Desde el Foro Económico Mundial de Davos surgen pronósticos impensados hasta poco tiempo atrás: «El año 2008 sentará los cimientos para una nueva regulación de los mercados y un sistema impositivo más redistributivo», dijo Kenneth Rogoff, profesor de Harvard y ex economista principal del FMI. «El capitalismo irrestricto está en crisis y necesitamos un nuevo guión», afirmó en ese foro Stephen Roach, director económico de Morgan Stanley.

Pero la Argentina sigue con sus viejos y perimidos dogmas mercantilistas en un mundo que ya no es el mismo de antes. Ahora los mercados son controlados, en mayor o menor medida, en todos los países centrales; nadie ignora que sin la intervención de la Reserva Federal de los Estados Unidos el sistema financiero de ese país hubiese estallado, y ha quedado claro que los mecanismos del mercado no pudieron solucionar los problemas generados por los negocios y la especulación. ¿Quién podría pensar poco tiempo atrás que la emblemática Inglaterra dispondría la nacionalización de dos de sus principales bancos, víctimas de la crisis global?

En nuestro país no se ha logrado establecer un diálogo fluido e inteligente para tratar estas cuestiones; tampoco conformar foros institucionalizados al más alto nivel intelectual para debatir el proyecto de desarrollo agropecuario nacional de mediano y largo plazo que la Argentina necesita. Los mecanismos para lograrlo no aparecen y la protesta del «todo está mal» contrasta con una relativa bonanza económica que le permite al gobierno nacional decir, también de manera exagerada, todo lo contrario.

Sin duda alguna, este escenario no puede solucionar la problemática del campo que se agrava en el tiempo, la confusión y el enfrentamiento se convierte en un escenario que sólo sirve a los más concentrados y poderosos sectores de la economía y condiciona un ambiente donde hasta el humo se transforma en motivo de conflicto.

Se impone la idea de crecer a medida de reales necesidades y no de cualquier manera. Lograrlo implica contar con una matriz productiva funcional a nuestros intereses como Nación y garante de soberanía alimentaria. La investigación científica y tecnológica debe ser uno de sus puntales; la pequeña y mediana empresa rural, el sostén de su estructura social y productiva; y el reconocimiento de los derechos, costumbres y tradiciones de los pueblos originarios, una necesidad para aprender a respetar a la tierra y a la naturaleza.

Es cierto que el actual modelo económico de crecimiento, sostenido por un tipo de cambio alto y superávit fiscal y comercial marca un rumbo correcto, pero su amesetamiento y distorsiones provocan y provocarán peligros crecientes.

La Argentina debe solucionar con urgencia los problemas del campo pues la concentración y el monocultivo sobre grandes superficies continúan avanzando en progresión geométrica sobre la estructura social del interior. Los sectores más fuertes, cartelizados o con posiciones dominantes de las cadenas agroalimentarias y comerciales se apropian, y en buena parte transfieren más allá de nuestras fronteras, la renta de nuestros recursos naturales y el trabajo de millones de argentinos que producen y consumen.

El modo de vida y la cultura productiva de muchas familias rurales desaparecen y un contexto regresivo aún presente convalida una tan relativa como falsa competitividad que, sin cambios y sin un ruralismo unido a través de un gran movimiento agropecuario nacional sin exclusiones de ninguna naturaleza, convertirá a una Argentina sin poder de decisión nacional en arrendataria de su propio territorio.

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