Mientras en el Gobierno todos están enfocados en las lluvias para la soja y el maíz -cultivos que generan los dólares y las exportaciones- un enorme sector del campo a lo largo y ancho del país atraviesa uno de sus momentos más delicados. Las economías regionales no pueden levantar cabeza y muchas sufren una crisis que afecta tanto a productores pequeños como medianos.
Economías regionales en alerta: recesión, caída del consumo y pocas señales de recuperación
Debido a la inflación, los precios bajos que recibe el productor y una demanda completamente en caída, apenas tres sectores muestran crecimiento.
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El último informe de CONINAGRO, elaborado por el área de economía de la entidad, confirmó que “de las 19 actividades productivas relevadas, diez muestran signos de alerta, mientras que solo tres presentan crecimiento”. Este escenario es consecuencia directa de factores como la alta inflación, los precios al productor que no siguen el ritmo del aumento de costos y la caída de la demanda en mercados clave.
Sectores como la yerba mate, la miel y los cítricos dulces se encuentran en “alerta roja”, reflejando una situación crítica que amenaza con la paralización de la actividad productiva. Según el informe, estos sectores enfrentan la falta de demanda, junto con precios estancados que no permiten a los productores cubrir los costos de producción. A su vez, otras economías, como la vitivinicultura y el sector ovino, también atraviesan dificultades derivadas de la baja en las exportaciones y el consumo interno.
Economías regionales sin consumo
En realidad, esta situación no es fortuita y si bien tiene múltiples causas, se explica básicamente por la feroz recesión y la caída en el consumo. Un claro ejemplo de todo esto es lo que ocurre con el consumo de carne vacuna: la semana pasada, la cámara de la industria y comercio de la carne (CICCRA) calculó que el consumo registrado en septiembre fue el más bajo de los últimos 26 años, pese a que la carne aumenta por debajo del IPC.
Lo cierto es que los datos más recientes sobre el consumo interno no son para nada alentadores, al menos en la comparación interanual. Scentia, la consultora especializada en consumo masivo, estimó que en septiembre el retroceso alcanzó 22,3% en comparación con el mismo mes del año pasado. Si bien es verdad que en septiembre del año pasado las góndolas explotaban producto de la incertidumbre electoral, el 2024 en general tiene un rostro alicaído, con bolsillos flacos.
Tampoco es casual que el freno de mano se sintió con más fuerza en el interior del país (en el AMBA hubo una merma de 14,1% mientras que en el resto la caída llegó a 27,3% interanual). Allí nunca hubo precios cuidados y la economía no tiene máscaras, por eso los comercios independientes y las cadenas minoristas anotan las caídas más drásticas, superando el 30% en los volúmenes de ventas.
Tranqueras adentro, el panorama es preocupante: mientras sectores como la ganadería porcina, la avicultura y el tabaco lograron mantenerse en verde, actividades históricas como la producción de yerba mate y los cítricos enfrentan serios desafíos. Uno de los principales problemas identificados es el desajuste entre los precios que reciben los productores y los costos que van en aumento.
En al menos diez de las economías regionales monitoreadas, los precios no lograron seguir el ritmo de la inflación interanual, lo que provoca un impacto devastador en la rentabilidad de las explotaciones.
La miel y el té, por ejemplo, se encuentran en recesión, lo que profundiza el malestar en estos sectores, donde los productores ya venían lidiando con desafíos estructurales. El informe de la entidad que integra la Mesa de Enlace también destaca que, más allá de las dificultades productivas, existe una falta de infraestructura y de políticas públicas que permitan enfrentar estos problemas de manera efectiva, donde la presión impositiva y la falta de acceso a mercados internacionales también complican la recuperación.
¿Hay lugar para la recuperación?
A pesar del panorama desalentador, algunas actividades aún tienen posibilidad de recuperación. Las economías que se encuentran en “luz amarilla”, como la producción de leche y el algodón, están estancadas, pero podrían mejorar si se superan algunos de los cuellos de botella actuales.
En este contexto, es crucial que se implementen políticas públicas que faciliten el acceso al crédito y promuevan la competitividad. En particular para la producción lechera, que fue duramente golpeada por el aumento de los costos de alimentación y las condiciones climáticas adversas. Sin embargo, con políticas adecuadas podría retomar el crecimiento en los próximos años. De manera similar, el algodón enfrenta desafíos relacionados con la sequía, pero la demanda global por fibras naturales podría impulsar su recuperación.
Para que estos sectores puedan salir del estancamiento, es imprescindible que se desarrollen soluciones integrales. Los productores requieren un mejor acceso a financiamiento y un alivio en la carga impositiva: esos son los factores clave para mejorar la rentabilidad y fomentar la inversión en infraestructura y tecnología.
El problema es que hoy en día casi la totalidad de estos productores esta financiando capital de trabajo, de manera tal que es imposible que puedan crecer o incorporar mejoras en sus procesos productivos. Con una demanda por el piso y altos costos, invertir y buscar financiamiento para crecer parece casi una utopía.
No basta con bajar retenciones, y quizá este ejemplo sirva para otros cultivos por los cuales también se reclama la baja de impuestos. ¿Qué pasa después de la reducción o quita de los DEX si en realidad no hay demanda interna y al mismo tiempo el camino para llegar a los mercados del exterior nos obliga a tomar mas deudas y riesgos cuando ya no queda capital? Se pueden tomar muchas medidas a favor de la libertad del mercado, pero sin políticas que incentiven la producción será muy difícil recuperar un entramado que esta desgastado, con poco aliento y al límite del colapso.
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