11 de diciembre 2023 - 00:00

Carroza o calabaza: pago de costo social

Argentina va a un ajuste de sus gastos brutal, tal vez como nunca antes en su historia. Esta vez, con un asombroso respaldo social.

Javier Milei. 

Javier Milei. 

El escenario de catástrofe que planteó Javier Milei desde la explanada del Congreso no hacen más que confirmar lo que ya se sabía. Argentina va a un ajuste de sus gastos brutal, tal vez como nunca antes en su historia.

Esta vez, con un asombroso respaldo social. Un 55% de los argentinos eligieron el riesgo de que la motosierra llegue a sus narices antes que seguir penando bajo un paradigma que parece haber llegado a su fin. Y no hubo eufemismos ni ocultamientos: Milei sinceró su idea desde el vamos y acaso se dé la paradójica situación de que termine siendo más moderado en la praxis que en el discurso previo. Rarezas respecto a los antecedentes, en los que la ortodoxia hasta aquí había ido en camino inverso: la tijera fue camuflada bajo los preceptos de aquella famosa frase de “si hubiera dicho lo que iba a hacer no nos votaba nadie”, atribuida falsamente a Carlos Menem (uno de los apellidos que vuelve a tomar protagonismo) pero de todos modos válida en sus fundamentos.

El experimento no es económico. La receta fue probada, con más fracasos que éxitos. Aunque parece que la culpa fue de los cocineros y no de los ingredientes, a juzgar por el equipo libertario. En cambio, sí estamos ante un experimento político, y en ese sentido la incertidumbre de los frenéticos días posteriores al balotaje aún no se despejó.

Lo único certero es que el ajuste asoma inevitable. Y, de ser así, Milei acaso le está haciendo un favor a la “casta” a la que combate. Si el futuro era desgraciado sin un drástico recorte, esa tarea dolorosa para la sociedad caerá en manos de un outsider. Y en un gabinete que, cuando las consecuencias sociales de las medidas arrecien, deberá lidiar con todo ese desgaste inicial.

Una hipótesis similar se barajó hace ocho años, cuando Mauricio Macri (otro de los apellidos relevantes de esta etapa) llegó al poder. Ya en ese entonces variables como el gasto primario, las tarifas, los subsidios y el tipo de cambio se mezclaban en una olla a presión que el peronismo no quiso destapar. El final de esa historia es conocido, y también es parte del recorrido que llevó a la inédita escena de una multitud eufórica celebrando la confirmación de que “no hay plata”, frase que incluso ya es remera, y tal vez tatuaje. Habrá que ver si cuando esas consecuencias se hagan carne habrá complacencia. O si la luna de miel derivará en un irremediable divorcio. Que puede ser, además, en malos términos.

Un escenario en donde la clase política mirará de lejos, acaso con el afán de volver con un camino allanado, y sin pagar las consecuencias del trabajo sucio que harán los ajenos.

El equilibrio entre la ortodoxia y la política será necesario, por más que le pese a Milei. Una situación social al límite no deja tanto margen. Porque la imagen del rockstar va cediendo a la del político, y cuando la carroza de LLA se convierta en calabaza se lo medirá por la sensible razón del estómago y del bolsillo. El final de la obra pública, el congelamiento de envíos a las provincias, la apertura indiscriminada a todos los sectores pueden empujar al precipicio a la Argentina profunda. Sin posibilidad de recuperación. Es más convincente pensar que esas diatribas sean usadas como carta de negociación con gobernadores que buscarán cuidar el pago chico a cambio de garantizar leyes en el Congreso. Pero todo, en esta etapa, está por verse.

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