“Mi acercamiento al teatro tiene que ver con buscar algo fuera de una industria como la publicitaria que tiene trucos que se repiten. Quise tener más libertad y eso lo encontré en el teatro, que es un ámbito más artístico”, dice Damián Kepel, histórico publicista que sumó el teatro a su búsqueda y salta del off al comercial con “Del otro lado”. La obra se presentó dos temporadas en el Tinglado con actuaciones de Teresa Rellihan, Matías Hynes, Diego Leske, Tomás Raimondi, Florencia Sacchi y Augusto Álvarez, y debuta el próximo domingo en La Plaza. Dialogamos con Kepel, autor y director.
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“Del otro lado”: el mismo lugar, vidas muy distintas
Diálogo con Damián Kepel, que va con esta obra de El Tinglado al Paseo La Plaza a partir del domingo.
Periodista: ¿Cómo apareció la obra?
Damián Kepel: El punto de partida surgió a partir de una imagen mía en un boliche, ya de grande, tomando un trago con mis amigos y un tipo de mi edad juntando los vasos para que no se rompan. Y me sentí un poco culpable, como yo estaba disfrutando y él trabajando, como yo tomaba y él juntaba, como yo con tiempo libre y él cumpliendo un horario, siempre que uno está de joda el otro está laburando. Esas dos caras de la moneda que se ven todo el tiempo, siempre estuvo presente en mí que hay otros que viven de otra manera. Con las diferencias de las clases sociales podemos hacer una comedia y parodiarlo. Y la obra no se pone de ningún lado, no hay unos buenos y otros malos.
P.: ¿Cómo llegó a la puesta?
D. K.: Con los cinco meses de ensayos y en mi segunda experiencia como director seguí los lineamientos de la publicidad, de donde vengo, donde el trabajo es muy colectivo, siempre la premisa fue decirle a los actores que hay un guión para cumplir pero sin rigidez, aunque cada palabra tiene su sentido y estoy abierto a la improvisación. Después de cada función corro a los actores a decirles esto nuevo que apareció queda, o esto no. Es una creación colectiva, hay muchos gags que no fueron escritos por mi y son de lo más celebrado, nacieron de la improvisación. Eso la vuelve viva y no esquematizada. En un lado del escenario hay dos actores que hacen de amigos y después de dos años son mucho más amigos de cuando empezaron. Esa química se ve.
P.: ¿Qué hay de un lado y del otro del escenario?
D. K.: Es un restorán, esos dos comensales están en una barra y después de un rato gira 180 grados y aparecen del otro lado la cocinera con el bachero con otros temas de conversación. Los amigos de 40 y pico tienen duda de todo, de sus parejas, matrimonios, trabajo, la finitud de la vida; me dicen que se nota que conozco más ese lado que el otro. Sin embargo hice investigación sobre el otro lado, tengo una casa en el campo y tengo relación con el gaucho que cuida los caballos, mi piletero, mi jardinero. A todos nos pasa más o menos lo mismo en definitiva.
P.: ¿Cómo lo determinó venir del mundo de la publicidad para meterse en el teatro?
D. K.: Siempre menejé actores. Tengo una agencia de publicidad y fui redactor de guiones de publicidades, grandes marcas y publicidades populares. Los directores de spots me hacían hablar con los actores, ahí siempre me sentí confiado. La diferencia con el teatro es armar un buen vínculo que perdure, en publicidad se arma en un día y después no te ves más. Con los actores se construye esa cofradía con gente con mucha vocación. El personaje de Claudia fue difícil porque actúa los últimos 15 minutos pero entendemos que no hay papeles más o menos importantes, entra al final pero está aludido toda la obra y es el que desencadena.
P.: Es difícil a veces convocar para un papel muy chico..
D.K.: En mi obra anterior lo resolví haciendo que la misma actriz hiciera varios personajes, algo que se usa bastante ahora. Acá está el mozo que opera la escenografía móvil, podría ser un operario pero le dimos un papel, él es quien junta estos dos mundos, es muy importante.
P.: ¿Cómo vive el paso del off a La Plaza?
D. K.: Es una exposición mayor en La Plaza con otro público. En el independiente al público es más sofisticado, ve otras cosas más allá de la trama, la gente del comercial es mas normal entre comillas, quizá va una vez por año, es gente más virgen. Lo que disfruto es llegarle a la gente, siempre usé la publicidad como puente para contar historias, me importa más eso que la marca. Ahora en teatro no hay otra voz que la mía, en la publicidad es la voz de la marca. En teatro uno dice lo que quiere y da el tono que quiere.
P.: ¿Cómo apareció el teatro en su camino y qué otras diferencias hay con la publicidad?
D. K.: En publicidad se aceptan las reglas del juego y que uno trabaja para una industria pero también está el compromiso del comunicador de hasta donde digo y no digo. Siempre traté de contar historias de manera responsable. Pero no reniego de la publicidad, es lo que sé hacer y me dio buen pasar. Nunca trabajé para quien no quiera trabajar, trabajo para política también, inclusive aquellos que no adhiero, como un abogado que defiende delincuentes y los tiene que atender. Me gusta del teatro que me pone en un lugar de aprendizaje, no me considero dramaturgo o director, estoy experimentando, a los 50 y pocos ponerme en ese lugar me da el cosquilleo que perdí con 30 años de publicidad.
P.: ¿Qué fue primero, el dispositivo escenográfico o la historia?
D. K.: El dispositivo vino con la idea, podía haberlo hecho con luces que iluminan de un lado y del otro pero vino la idea, el título y la escenografía que es una plataforma giratoria con cuatro metros de diámetro y todo sucede ahí. La pared mide más de dos metros, tiene una ruedas y todo se gira manualmente para mostrar el otro lado. Me parecía más lúdico verla girar, causa sorpresa.
P.: ¿Qué está escribiendo?
D. K.: Lo último que escribí es sobre un intendente que se candidatea, es un tipo joven, bocho, honesto, capaz, todo el pueblo lo ama menos la mujer que el ama. Y termina perdiendo por un voto, algo que luego pasó en la vida real.
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