6 de junio 2006 - 00:00

Cupones bursátiles

Lavagna se animó a tirar un par de conceptos sobre medidas económicas... y mire qué revuelo se armó. Después de todo lo que se ha leído, y oído, en estos días respecto de opiniones en torno de Lavagna, ¿quién recuerda ahora cuáles eran sus reflexiones sobre el tema económico? Y, mucho menos, si es que se generó algún tipo de debate para rebatir, o apoyar, aquello que el ex funcionario había expresado. Todo se reconvirtió de inmediato, en un juego de políticos, funcionarios de todo calibre, los medios de información, para instalar el «asunto Lavagna» como supuesto candidato opositor. Vituperado por oficialistas, también por cierta parte de la oposición, sostenido por otras fracciones. Otro «mamarracho» de la Argentina de estos tiempos, a la que bien le haría poder establecer un cruce de opiniones sobre temas que además de estar presentes, inciden en el futuro.

Esto cada vez se aleja más del escenario y, mientras, los gobernantes se hacen más notorios en considerar a todo disidente de sus ideas: simplemente, como un enemigo, al que se lo debe atacar desde todo ángulo y borrarle la intención de que siga opinando.

Nos hace recordar, dentro de nuestro tema, cuando todavía en tiempos de la «baranda» de inversores -en el viejo recinto de la Bolsa- parecía casi un delito que, en algún comentario, se mencionara que el mercado estaba mal, o que la tendencia se volvía negativa, o bien acerca del estado de los balances. Era como que el periodista, o analista, pasaba a ser un enemigo del sistema (y atentaba contra los bolsillos, de los que siempre querían una Bolsa en alza). Es de temer qué pueda suceder si toca una época de «soja flaca» en el país, con gobernantes que estén mucho más nerviosos. Así como es de lamentar que una serie de ideas, de temas de fondo, se queden sepultados -y sin ser debatidos- por la mera actitud de convertir todo en política de baja ralea, viendo en tono crítico a un opositor, y en todo personaje de cierta relevancia a un «candidato» al que se debe destruir, antes de que tenga la fatal ocurrencia de presentarse en las urnas.

Lavagna nunca fue nuestro «personaje favorito» -aunque lo ha sido y sigue siendo de muchos otros-; todavía se nos debe esclarecer cuáles fueron sus «grandes logros» (más allá de utilizar herramientas heredadas) y quitando como tal a un «canje» que fue, en verdad, una estafa consentida en el mundo. Pero era interesante ver un cruce de espadas en torno de las observaciones económicas que había expresado, en vez de todo el grotesco show que esto provocó. Descalificar al que opina, en lugar de rebatir sus conceptos, es arma de los viejos «sofistas». Y si alguien nos dice que no le gusta este comentario -siguiendo el ejemplo-, le diríamos que es un contrera. (Así hacen.)

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