Hay sociedades cotizantes que continúan inmersas en largos, densos, asuntos judiciales, y sobre los que siempre pende alguna resolución terminal. O fallos que les salen a favor y después resultan otra vez en suspenso, por alguna apelación. Son tan conocidos, y tan extensos, los casos que no vale la pena apuntarlos (para que ninguna suponga que está siendo víctima de «persecuciones mediáticas»).
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Y es que nuestro medio ha dado vuelta de tal modo su escala de valores, que aquí hasta los delincuentes se ofenden y se asignan ser objeto de algún tipo de injusticia, o de persecución. Si están en la política, el latiguillo incorpora tal condimento: «Soy objeto de una campaña política en mi contra y bla, bla, bla...». Lo que queremos solamente advertir al sistema -a los que corresponda en todas las entidades afectadas al mismo- es que hay que ajustar las marcas y los límites a los que no presentan panorama claro, o los que lo tienen muy riesgoso en sus asuntos. Sencillamente, porque es tema sumamente delicado, el mayor de todos probablemente, que se permitan transar acciones que pueden ser de alto riesgo adicional -más allá del simple juego bursátil- para el inversor común. Que es el que suele estar más alejado de lo que se habla dentro del ambiente mismo y las cuestiones que llegan como información, apenas si las alcanza a ver en algún diario. Ya el tema de los «patrimonios negativos» es todo un tema, y que tuvo su consideración apropiada, al reconocer el tránsito por la zona de la crisis. Pero la crisis quedó lo bastante lejos como para proseguir con el jueguito. Y ahora se ha vuelto a extender la prórroga, para admitirlos hasta el 31 de diciembre. Hay sociedades que presentaban un doble juego de estructuras, el real y presente y el virtual: donde -en caso de darse las resoluciones a favor- levantarían la lápida con otros números. Siempre y cuando...
Pero también han surcado los aires bursátiles ciertas consideraciones sobre las que pretenden entrar al listado de cotizantes. Y tal parece que no eran ratios muy saludables los que traían, como para acceder a otro de los mecanismos más delicados: procurar dinero del ahorro público, colocando sus papeles. Tener pocas acciones en funciones ya es malo. Pero que se agreguen especies con situaciones complicadas no habrán de enriquecer la nómina: la van a deteriorar. Y toda sociedad que quiera venir a jugar sus últimas cartas tomando capital del inversor bursátil no es deseable.
Inclusive, puede decirse que sería grave falla que se permita su arribo, hay un marco aconsejable, que cualquiera puede reconocer, hay un juego de ratios que deben ofrecer seguridad al inversor. Y se deben tener claros los objetivos por los que se quiere venir a cotizar. La función del sistema es indagar a fondo sobre ello, sin permitir que lo malo pase por el tamiz.
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