La economía argentina atraviesa un momento de señales mixtas. Mientras algunos indicadores muestran leves mejoras, la percepción en el sector privado es que 2025 no alcanzará para hablar de una reactivación consolidada. Por eso, empresarios de distintos rubros reconocen que el movimiento de la actividad es errático, y ya no esperan una mejora sustancial en la segunda mitad de este año. Por el contrario, la atención comienza a trasladarse hacia 2026, como el año en el que podría empezar a definirse un nuevo ciclo.
Empresarios se focalizan en 2026 porque el consumo no repunta y el segundo semestre arranca con dudas
Tras una performance débil y dispar en las actividades del mercado interno, el sector privado deja pasar el segundo semestre y se enfoca directamente en el año entrante.
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Analistas señalan que el segundo semestre traerá más dificultades que la primera mitad del año. Habrá que esperar por el repunte del consumo.
Uno de los sectores donde más se siente la falta de dinamismo es el de servicios. Un empresario del rubro turístico y gastronómico comentó a Ámbito, bajo estricta reserva, que entre abril y mayo esperaban ver una recuperación del consumo, sobre todo con los fines de semana largos, pero no pasó. “Y eso genera bastante incertidumbre. Ahora vemos que esa reactivación se va a demorar aún más”, advierte.
Según empresarios, el consumo vivió un junio para el olvido
En el segmento de consumo masivo la situación también es delicada. La caída ya forma parte del paisaje: un industrial del rubro alimenticio confió a este medio que junio “fue uno de los peores meses del año”. Por la baja en ventas, sumado a la suba del dólar, las empresas no logran trasladar esos costos al precio final por la baja demanda.
“Se está vendiendo muy flojo. Entonces, si no hay espacio para subir los precios, porque el consumo no está, hay que bancarse que te suba el dólar”, explica esta fuente y admite: “va contra el margen de rentabilidad, pero no podés subir precios. En muchas compañías escuché que junio fue bastante malo, incluso peor que otros meses flojos”, se lamentó.
Los datos duros refuerzan esta percepción. Según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), las ventas minoristas cayeron un 3,4% interanual durante los meses de mayo y junio, prolongando así una tendencia de desaceleración que se había iniciado tras un primer trimestre más dinámico.
Desde el sector explican que el arranque del año tuvo cierto empuje por el arrastre de un rebote en el último tramo de 2024, pero a partir de marzo comenzaron a notarse señales de enfriamiento. Ese mes, la inflación se aceleró por encima de lo esperado, al tiempo que se sumaron las especulaciones sobre una eventual salida del cepo cambiario, que alimentaron la incertidumbre financiera durante abril.
“En mayo se esperaba una inflación del 5%, pero nadie sabía en qué punto iba a quedar el dólar. Esa incertidumbre afectó las decisiones de compra y venta. Y más allá de eso, no hay recuperación del salario real. El poder adquisitivo marca un límite que hoy el consumo no puede atravesar”, dijo Salvador Femenía, secretario de prensa de CAME.
Además, el informe más reciente de la consultora PxQ detalla que el consumo en 2025 mostró una recuperación más marcada en bienes durables y semidurables, pero los no durables continúan con desempeño débil. Así, alimentos, bebidas y servicios como restaurantes, especialmente en CABA, registraron caídas en la comparación interanual.
Actividad e industria: una recuperación parcial y heterogénea
El último dato del Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) mostró un crecimiento del 7,7% interanual en abril, y un avance del 1,9% frente a marzo. También el acumulado del primer cuatrimestre cerró en terreno positivo, con una suba del 0,9% frente al mismo período del año pasado, según datos publicados por el INDEC.
Sin embargo, esa mejora se explica principalmente por la baja base de comparación. Al desagregar por sectores, se presenta una situación más desigual. De las ramas relevadas por el organismo estadístico, doce mostraron mejoras, lideradas por Intermediación financiera (+28,4% ia) y Construcción (+17,1%). Pero otras tres registraron caídas, con fuertes bajas en Pesca (-20,2%) y en Electricidad, gas y agua (-3,4%).
Particularmente en la industria, la recuperación es todavía más frágil. Daniel Schteingart, director de Planificación Productiva en Fundar, explica que el sector mejoró frente a abril, pero que arrastra una caída importante en el primer trimestre, por lo que la producción industrial todavía está 0,7% por debajo de diciembre y 1% por debajo del nivel de noviembre de 2023, previo a la asunción de Javier Milei.
A su vez, en el acumulado de los primeros cinco meses del año, la industria produjo un 10% menos que en igual período de 2023. “De los 16 sectores que componen el índice industrial, 14 siguen por debajo de los niveles del año pasado. Las únicas excepciones son el tabaco y los “otros equipos de transporte”, describió el especialista en su cuenta de X.
Uno de los factores que explican la dinámica de un consumo parcialmente creciente con una producción que no acompaña, es la apertura comercial. “Las importaciones aumentaron a un ritmo más acelerado que la demanda interna, lo que permitió contener precios en algunos rubros, pero a costa de la producción local, el empleo y las reservas del Banco Central”, asegura Schteingart.
Román Guajardo, presidente Unión Industrial Región Rosario, también aporta un comentario sobre esta mirada: “Lo que veo es que hay dos frentes abiertos. Por un lado, el nivel de actividad y por otro, la rentabilidad. En cuanto a la actividad, puede ser que en algunos sectores los números mejoren en comparación al año pasado, pero eso fue un año muy flojo. Si mirás contra otros años más dinámicos, no repunta”, advierte el empresario.
En cuanto a la rentabilidad, Guajardo sostiene que continúa baja: “las tasas de financiamiento son muy altas, y eso preocupa. Muchas empresas están buscando capital de trabajo o estirando plazos de pago”.
“Este va a ser un año difícil, con decisiones electorales de por medio y una economía que se mueve de forma muy inestable. Yo creo que el repunte fuerte va a llegar recién en 2026”, concluye el dirigente industrial.
Salarios: un ancla para la inflación que promete extenderse
En paralelo, los ingresos siguen sin recomponerse. En abril, el salario bruto promedio alcanzó los $1.679.334, con una suba mensual de apenas 0,2%, mientras que la inflación fue del 2,8%. La mediana salarial fue de $1.232.516, con una suba del 2,44%, también por debajo del IPC. Tal como adelantó Ámbito, con los datos disponibles de mayo, y según estimaciones en base a convenios colectivos, los haberes volvieron a retroceder.
“La pérdida acumulada entre enero y mayo ronda el 5,5%, algo típico de contextos de alta inflación. Esto refleja el carácter recesivo y regresivo que está teniendo el uso del salario como ancla para moderar los precios”, explicó Federico Pastrana, economista de C-P Consultora.
En este escenario, el economista y escritor del libro “Economía sin falacias”, Guido Agostinelli, advirtió que el segundo semestre presentará más desafíos que el primero: “El segundo semestre creo que va a traer más dificultades que el primer semestre de este año. Eso también depende de cuál sea la base de comparación. El primer semestre del año pasado fue muy malo, por eso este año dio bastante mejor en términos interanuales. Pero en el segundo semestre del año pasado hubo una cierta recuperación, por ejemplo, del salario real. Ahora, en cambio, estamos entrando a un segundo semestre en el cual el salario muestra una leve tendencia a la baja”, opina el escritor.
Asimismo, supone que eso podría revertirse en función del calendario electoral. “Una posibilidad es que el Gobierno deje de poner freno a las paritarias, lo que podría mejorar un poco el ingreso disponible. Pero aún si se liberaran, hay una turbulencia propia del período preelectoral: el dólar ya está fluctuando, y si el Gobierno no interviene, lo más probable es que lo veamos en la banda alta del esquema”, anticipa el economista.
Sin embargo, no espera que la volatilidad impacte de forma significativa en la inflación: “El consumo está deprimido. Para que una devaluación se traslade a precios, tiene que haber alguien que convalide esos aumentos, y eso requiere consumo. No es un tema solamente de emisión monetaria”, opina en diálogo con Ámbito.
“Hay un antecedente claro: en 2002, con una devaluación del 300%, la inflación fue solo del 40%. Eso pasó porque el consumo estaba completamente planchado”, concluye Agostinelli.
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