Gustavo Lazzari, economista y empresario pyme, defendió el anunciado "Plan de Reparación Histórica de los Ahorros Argentinos" por el ministro de Economía, Luis Caputo. A su entender, esta medida cobra relevancia central por reconocer que el sistema impositivo local “es inviable”. El economista liberal señaló una “oportunidad histórica” para reactivar el ahorro productivo, liberar capitales y avanzar hacia una reforma tributaria de fondo.
Gustavo Lazzari, sobre el plan de Luis Caputo para los ahorros: “Es la medida más importante del Gobierno”
El economista opina sobre las medidas tomadas por Caputo y el valor del dólar. Asegura que estos cambios tendrán impacto en la economía real y entiende que el modelo de Milei “es pro-productivo”.
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Gustavo Lazzari: "Hay 600.000 empresas que resisten hace 70 años un Estado voraz, con muy poco crédito".
El empresario dedicado a la industria de chacinados, destacó la necesidad de revalorizar el rol del sector privado en la economía, al tiempo que coincidió con Caputo que hay al menos u$s200.000 millones por fuera del sistema formal, que podrían verse atraídos por los cambios que aplica esta gestión. “¡Eso equivale a dos Planes Marshall! Esa plata, trabajando, tiene una potencia enorme”, explicó Lazzari. A continuación, la entrevista completa con el economista.
Periodista: ¿Qué opinión le merecen las medidas tomadas por el Gobierno para flexibilizar los controles al ingreso de dólares?
Gustavo Lazzari: Las medidas recientes, denominadas “Plan de Reparación Histórica de los Ahorros Argentinos”, me parecen de las más importantes de la actual administración, por varios motivos. En primer lugar, porque por primera vez se reconoce en forma explícita, desde un gobierno, que el sistema impositivo es inviable. Y dado que es inviable, generó ahorros en los llamados colchones, en los llamados canutos, de argentinos que, por supervivencia, por huir y refugiarse de la voracidad fiscal y la voracidad inflacionaria, prefirieron ahorrar en dólares en el colchón. En realidad, no es ahorro, sino atesoramiento, lo cual es la forma menos productiva del ahorro: sacar dinero de circulación y esconderlo de la voracidad.
¿Eso a qué llevó? A que los argentinos perdieran mucha plata por el impuesto inflacionario del gobierno norteamericano, porque esos dólares se van depreciando cada vez que Estados Unidos tiene inflación.
Entonces, frente a ese costo no menor, los argentinos prefirieron atesorar antes que quedarse en pesos. ¿Esto por qué? Porque durante muchos años hemos convertido al peso en una base imponible, y no en una moneda de cambio. Con lo cual, queda claro y explícita la inviabilidad del sistema. Ahora, por primera vez, se reconoce esa inviabilidad. Ese es el primer punto que hace muy importante esta medida.
La segunda cuestión es que se da en forma simultánea con una reforma tributaria. Aunque no lo parezca, ya empezó: sabemos hacia dónde va, que es eliminar impuestos y bajar la carga tributaria. Obviamente, no se hace todo de golpe ni a la velocidad que uno quisiera, pero claramente está en marcha. Sería una negación grande pensar que no están bajando los impuestos: lo están haciendo, y los beneficios se van a ver de a poco, a medida que esa baja se consolide.
P.: ¿En qué medida puede funcionar y para qué el Gobierno busca implementar esta medida?
G.L.: Es muy importante esta reforma porque permite liberar dinero atesorado para que se transforme en ahorro productivo o inversión directa. Hay que diferenciar bien ahorro de atesoramiento: este último es guardar plata bajo el colchón. Tiene utilidad cero, sólo costo, ya sea por el impuesto inflacionario estadounidense o por los gastos de custodia (como las cajas de seguridad).
Ahora bien, si ese dinero se pone en circulación —depositado en bancos, invertido en bonos o acciones—, deja de ser atesoramiento y se convierte en ahorro, que es esencialmente productivo: lo que uno no consume, lo consume otro, y para eso debe generar una utilidad que pague el interés. Así funciona el círculo virtuoso de la economía.
Estas medidas lo hacen posible. No garantizan que se haga, pero crean la condición necesaria para que, cuando los agentes quieran desempolvar su dinero escondido, puedan hacerlo sin castigos de la AFIP.
P.: ¿Cuál podría ser el impacto de esta medida en la economía real?
G.L.: Inicialmente se dijo que servía para remonetizar la economía. Hay que distinguir dos planos: uno macroeconómico y otro micro. Desde el punto de vista macro, si crece el producto, se necesita más medio de cambio. Con una masa monetaria estancada, el Gobierno dice: “saquen los dólares y monetizamos con eso”. Perfecto.
Pero para mí, lo central es el efecto microeconómico. Es el galpón que no se hace porque el contador dice que no hay plata “blanca”. Es el segundo camión que necesita una pyme. Es el cambio de auto de un particular. Esas decisiones estaban bloqueadas por una AFIP con lupa que trataba a un maxiquiosco como si fuera un narcolavador. Eso es injusto. No se puede aplicar la misma normativa a todos por igual sin criterio.
La estimación más conservadora habla de 200.000 millones de dólares atesorados. ¡Eso equivale a dos Planes Marshall! Esa plata, trabajando, tiene una potencia enorme.
¿Qué se necesita? Primero, liberar los colchones. Segundo, que haya seguridad jurídica, condiciones de inversión y voluntad de competir. Eso empieza ahora. La remonetización será una consecuencia.
P.: Un informe de la consultora LCG plantea: “todo lo que disimula inconsistencias de ahorros no declarados por no enviar información a ARCA, también colabora para disimular inconsistencias futuras, y eso puede generar, potencialmente, la emisión de menor cantidad de facturas”. ¿Qué opina?
G.L.: La informalidad va a seguir si el sistema impositivo sigue siendo inviable. La gran ventaja de esta medida es que se hace como un “momento cero”, previo a una gran reforma tributaria, que será sin duda el gran tema de 2026, quizá desde fines de 2025.
Argentina puede avanzar en ambos frentes a la vez: reformar el sistema tributario como causa de la informalidad y liberar el stock informal. Eso permitiría una economía más formal, con impuestos más bajos. Pero el compromiso también pasa por las provincias, los municipios y el sistema judicial, que debe entender que la nueva Argentina se basa en impuestos más bajos y en un sector privado más fuerte.
P.: ¿Cuál es el riesgo real de que la flexibilización de controles aumente el ingreso de dinero ilícito?
G.L.: Esa crítica es habitual, pero poco honesta. Los narcolavadores no necesitan estos instrumentos para blanquear. Ya tienen mecanismos. Ha habido casos de corrupción donde compraron estancias a nombre de testaferros. Esta medida no está diseñada para ellos.
Está diseñada para que la gente honesta que trabajó, y que se refugió de un sistema impositivo inviable, pueda reingresar su plata al circuito. Para mí, esto es revolucionario y pro-productivo.
P.: ¿Es necesario apostar a un modelo industrialista en Argentina?
G.L.: Sin duda. Argentina tiene una enorme base industrial. Pensar que somos ineficientes en todo es un error conceptual. Hay 600.000 empresas que resisten hace 70 años un Estado voraz, con muy poco crédito. Comparado con Chile, Brasil, China o EE.UU., el crédito al sector privado argentino era paupérrimo.
Pese a eso, nuestros empresarios han resistido con diez componentes del “costo argentino” en contra. Cuando cambien las condiciones, bajen los impuestos y se invierta en infraestructura, el sector privado argentino va a despegar. Tenemos todo para volar: capacidad, resiliencia y empuje.
P.: ¿Le parece que este es un modelo donde el desarrollo industrial pueda tener lugar para una Argentina competitiva?
G.L.: Siempre sostuve que este es un modelo pro-productivo. Es cierto que en su etapa inicial implica un ajuste, que duele, pero el objetivo no es ajustar, sino producir.
El modelo anterior era ficticio: precios relativos distorsionados, subsidios cruzados por todos lados. A medida que eso se corrige, la economía se vuelve más racional. El proceso de adaptación es duro, pero inevitable. Estamos más cerca de un modelo real.
P.: ¿Cómo está viendo el funcionamiento de la microeconomía en esta etapa? Como comerciante, ¿en qué medida mejora el sector pyme en este contexto?
G.L.: No puedo hablar del mundo pyme en general, es muy heterogéneo. Pero sí veo regiones pujantes: la cordillera, la minería, la energía. Ahí va a haber pleno empleo y salarios al alza.
También veo una agroindustria que va a despegar cuando bajen las retenciones y entre más capital. Pero el conurbano y los grandes centros urbanos van a atravesar un ajuste fuerte. Son hijos del modelo de sustitución de importaciones. Ahora se viene una economía abierta.
Vamos hacia una relocalización industrial. Hay que producir cerca de las materias primas para evitar costos de transporte innecesarios. Se necesitará adaptación fabril, pública y también de los trabajadores. No será rápido, pero sí sostenido. Será un motor de crecimiento.
P.: ¿El dólar cerca de la banda es sostenible como base del modelo?
G.L.: La discusión sobre el atraso cambiario siempre me pareció tonta. No porque el dólar barato no sea un problema —lo es—, sino porque no es controlable por el Gobierno. En un contexto de reformas, es inevitable que el dólar baje.
El dólar no es una decisión política: lo marca el mercado, los precios relativos. Cuando se abre la economía, se baja un impuesto o se regula un mercado, aparece un negocio. Y ese negocio se hace con dólares, lo que empuja el tipo de cambio hacia abajo.
El tipo de cambio ya no va a salvar ineficiencias. Tampoco la inflación. Hoy, los empresarios tenemos que ser empresarios de verdad: bajar costos, innovar, competir. Ya no sirve agregar filas en Excel con gastos innecesarios. Hay que bajar precios, ser creativos y competitivos.
La mala noticia es que es difícil. La buena es que nos sobra paño.
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