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Acuerdo ARSAT-Hughes: lejos de privatizar, derriba totem sagrado
HAY DUDAS POR EL EFECTO EN LOS COSTOS EN EL MERCADO DE LOS PEQUEÑOS OPERADORES - Gobierno, culposo, avanza lento en productiva asociación pública-privada. Existen dudas por la ecuación financiera.

Podría argumentarse, con cierta certeza política, que el gobierno de Cambiemos no logra evitarse estos sofocones políticos ni siquiera en medio de una campaña electoral clave como esta. Será cuestión de análisis futuro el saber por qué se repiten este tipo de dudas contratiempo de los intereses políticos del presidente. Pero fuera de esos razonamientos, existe un planteo que el propio discurso presidencial trata de anestesiar y que, salidos de una era donde todo (hasta los negocios) se explicaba en clave populista, debería darse por obsoleta: por qué negar la posibilidad de una privatización parcial de negocios si eso abre los ingresos en un área que tiene serios problemas de comercialización y una dura puja interna por monopolizarla. Que mejor, entonces, que el ingreso de un operador internacional.
La operación está lejos de ser una privatización, sino que se trata de la construcción por parte de un local (INVAP) y la cooperación con dos operadores fuertes internacionales (de EE.UU. y Francia) a través de la creación de una nueva empresa para la comercialización de servicios satelitales.
Macri ayer se justificó por el convenio entre ARSAT, Hughes y Thales Alenia, aclarando que se trata de "un acuerdo estrictamente sobre un satélite y que tiene un carácter más comercial, que tecnológico".
Nadie, en ningún partido, niega la visión que tuvo el gobierno de Cristina de Kirchner en apoyar e impulsar la actividad del INVAP para que la Argentina ingresara en el selecto club de los países que pueden fabricar sus propios satélites y operarlos para su beneficio o la venta a terceros. Pero ese avance tuvo una pata desequilibrada: la comercialización de los servicios satelitales, un punto en el que Argentina hizo agua. De hecho en el 2015 ARSAT terminó con un déficit de $250 millones y el 2016 con un superavit de $80 millones, pero con ajustes importantes. Si el acuerdo que cerró el gobierno no implica complicar el desarrollo de la tecnología local en INVAP, ¿por qué tanto ruido entonces por la cooperación con empresas extranjeras?. Es una duda que ayer comenzó a despertar suspicacias.
No es la única. Especialistas en el sector le reconocieron a Ámbito Financiero que el satélite ARSAT 3 no tiene viabilidad económica comprobada. La construcción de ese satélite insume un costo de u$s6 millones por Gbps de capacidad espacial (gigabit por segundo, la unidad de transferencia de datos), contra u$s1 millón por Gbps de un satélite HTS de alto rendimiento (High Throughput Satellite). Es decir, A Hughes el ARSAT 3 le resulta operativamente seis veces mas caro.
La explicación al ingreso de la estadounidense en este acuerdo puede estar, quizás, en la intención de hacerse del control de los cielos locales bloqueando así el ingreso de otros satélites mas competitivos para prestar servicios en Argentina con una visión de negocios hacia el futuro.
Si esto es así, se estaría construyendo un monopolio caro que puede perjudicar a los usuarios. Sería, además, una consecuencia más de la política de cielos cerrados que se ejecutó en la década anterior cuando se evitó la competencia con proveedores internacionales más baratos. Ninguna de esas dudas justifica, de todas formas, subirse a una discusión de tribuna sobre la conveniencia de abrir la puerta privados.
En colaboración con Carlos Burgueño |
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