16 de diciembre 2013 - 00:00

Adiós a Peter O’Toole, el hombre que fue Lawrence

A pesar de haber actuado en más de un clásico, la fama que ganó Peter O’Toole en “Lawrence de Arabia” (1962) nunca fue igualada.
A pesar de haber actuado en más de un clásico, la fama que ganó Peter O’Toole en “Lawrence de Arabia” (1962) nunca fue igualada.
"El único deporte que practico es caminar en los funerales de los amigos que practican deporte", dijo una vez el irlandés Peter O'Toole, fallecido ayer a los 81 años, sin haber ganado un Oscar en su vida (salvo uno honorífico, que es lo mismo que no haberlo ganado). Como casi todos los actores, también mentía o, al menos, cambió de parecer a edad más avanzada e hizo del cricket --e inclusive el rugby--, sus pasatiempos y deportes favoritos.

O'Toole tuvo una carrera prolífica, pero su película consagratoria, "Lawrence de Arabia", le dio una celebridad de signo ambiguo: quedó tan fijado al éxito de esa superproducción, que nunca más (y pese a haber interpretado películas que tenían todo para convertirse en nuevos vehículos de fama), logró equipararla. El Oscar, sin embargo, se lo arrebató Gregory Peck por otra actuación no menos importante, la del abogado Atticus Finch en "Matar a un ruiseñor", de Robert Mulligan.

"No seré un hombre común porque es mi derecho ser un hombre poco común", escribió alguna vez en una poesía. El presidente de Irlanda, Michael D. Higgins, fue ayer uno de los primeros en recordar al actor. "Irlanda y el mundo han perdido a un gigante del cine", dijo Higgins al referirse al actor de los llamativos y límpidos ojos azules.

Con "Lawrence de Arabia" ganó la fama mundial en 1962, después de haber intervenido en "Secuestrado" (1959), "El día que robaron el banco de Inglaterra" y "Salvajes inocentes", de Nicholas Ray (ambas de 1960). Para ese entonces, ya se había convertido en un amante de Shakespeare, había finalizado sus estudios en la Royal Academy of Arts en Londres y ganado el título de "actor del año". Cuando David Lean le ofreció el papel del oficial británico que ayuda a los árabes en su lucha por la independencia y se encuentra consigo mismo en el desierto, O'Toole cambió las tablas por la pantalla grande.

Décadas después dijo que su papel en este clásico se convirtió en la vara para casi todo en su vida. Nunca más tuvo un éxito similar, pese a haber interpretado a reyes, emperadores, maestros y hasta arcángeles. Se lució como Enrique II al lado de Richard Burton en "Becket", de Peter Glenville (1964) o junto a Peter Sellers en "What's New Pussycat" (¿Qué pasa Pussycat?), el film de Clive Donner y Richard Talmadge con guión de Woody Allen (1965).

También se destacó como el ángel caído de "Lord Jim", de Richard Brooks, basada en la novela de Joseph Conrad, y como el tímido maestro cuyo destino se ve alterado cuando se enamora de la artista de varieté que interpretaba Petula Clark en "Adiós, Mr. Chips", de Herbert Ross (1969). En 1972 actuó en la estupenda crítica a la sociedad inglesa de "La clase gobernante", de Peter Medak, donde se creía Dios, y en 1981, dirigido por Richard Benjamin, protagonizó la magnífica sátira a la televisión en "Mi año favorito". Incluso se lucía en pequeños papeles, como el de maestro en "El último emperador" de Bernardo Bertolucci (1987).

A mediados de los años 70, el actor, que después de la escuela había intentado sin éxito una carrera como periodista, entró en una dura crisis. Las películas de O'Toole eran consideradas un fracaso en taquilla, su matrimonio de años con la actriz Sian Phillips fracasó y sus padres murieron. "Hasta el perro se murió, dijo en ese entonces. Bebió sin parar, hasta que una inflamación del páncreas lo obligó a dejar el alcohol. "Una gota más y te mueres", le dijeron los médicos. Tuvo su gran regreso con "The Stunt Man", de Richard Rush (1980) en el papel de un director tiránico, papel que también le valió una nominación al Oscar.

En paralelo, este hijo de un corredor de apuestas irlandés nacido en Connemara continuó con su carrera en el teatro. Bajo la dirección de Laurence Olivier llevó a las tablas "Hamlet" en el National Theatre de Londres en 1963. Como muchas otras veces en su vida, a un gran éxito le siguó un fracaso: más tarde, tuvo mucho menos éxito con su versión de "Macbeth".

También en Hollywood, O'Toole intercaló papeles más rutilantes con otros menores. Justificaba su disposición a malgastar su talento con una falta de dinero crónica. "No se puede esperar eternamente el papel justo. Debo pagar el alquiler", decía. Tuvo dos hijas con Phillips. Tuvo un hijo más, Lorcan, de otra relación.

"Ya no tengo mi corazón puesto en ello y eso no cambiará, dijo a principios de julio al anunciar su decisión de abandonar la actuación. Se quedó con un Oscar honorario a la trayectoria que recibió tras algunas dudas en 2003 y después de haber rodado casi 70 películas en 50 años.

Sobre sus inicios, siempre recordaba cómo había llegado a la of Dramatic Arts de Londres y se había esforzado por conseguir una beca. "No por una pasión desmedida", dijo. "Sino por las muchas y hermosas chicas". Su debut en el teatro fue tan malo que se emborrachó hasta perder el conocimiento y luego tuvo que pagar una multa por disturbios públicos.

Participó en otros proyectos importantes como "La Noche de los Generales" (1966) o el musical "El Hombre de La Mancha" (1972), junto con Sofia Loren, pero ninguna de sus otras películas lograría superar el arrollador éxito de "Lawrence de Arabia".

Entre sus más recientes apariciones en el cine se destacaron la ya mencionada en "El último emperador" (1987), de Bernardo Bertolucci, "En una noche de claro de luna" (1989), de Lina Wertmüller, y poniendo su voz al crítico culinario Anton Ego en "Ratouille" (2007).

Sus dos últimas participaciones en cine fueron en "Cristiada" (2012), donde compuso al padre Christopher y "The Whole World at Yoor Feet", una casi desconocida producción de Kazajistan, protagonizada por Armand Assante

En declaraciones a la cadena pública británica BBC, el agente de O'Toole, Steve Kenis, con quien lo unía una relación de más de treinta años, lo recordó ayer como "un hombre muy apasionado", con un "cien por cien de integridad artística" y dijo que trabajar con él fue "muy divertido, como ir en un montaña rusa".

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