El feriado de ayer, en conmemoración del descubrimiento del Nuevo Mundo y otras yerbas da pie a recordar de dónde venimos (de los más de 967 millones de habitantes del continente, menos del 5% son aborígenes). La tradición sostiene que convencida por Cristóbal Colon, la Reina Isabel de Castilla decidió empeñar sus joyas para financiar la aventura marítima. La realidad es que la operación fue mucho más sofisticada. Por ese entonces la reina tenía sus alhajas interdictos como garantía a una serie de bonos colocados en Valencia, que utilizó para financiar la guerra de Granada y la corona no disponía de dinero. El artífice de la operación fue Luis de Santangel, escribano de raciones de la corte de Aragón (una especie de tesorero), que por un lado convenció a los reyes de aceptar las demandas de Colón (las negociaciones -el marino pretendia ser nombrado almirante y virrey- tomaron unos tres meses y fueron rubricadas el 17 de abril de 1494 en las Capitulaciones de Santa Fe, por Juan de Coloma a nombre de la reina Isabel y fray Juan Perez por Colón) y por otro le prestó a la corona los 1.140.000 maravedíes, que ésta concedió a Colón. Si bien hay alguna discusión (para alguno no fue sino hasta el retorno del almirante) parece que Santagel, que estaba al tanto de esta nueva operación, se cobró el dinero tres semanas después del pago de la Cruzada al obispado de Badajoz. Por su parte Colón aportó unos 500.000 maravedíes, que le habría prestado Juanoto Berardi, el representante en Sevilla de la casa Berardi de Florencia y los 360.000 restantes los armadores marítimos de los puertos de Palos y Moguer (esto podría haber sido un préstamo forzoso ordenado por la corona). ¿Qué sucedió ayer con los ADRs?, un retroceso promedio de 0,75%.
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