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Asciende Berni: giro táctico de Cristina
• Se fue Puricelli y asume María Cecilia Rodríguez, protegida del Secretario, en el ministerio de Seguridad
Ayer Berni se convirtió política y operativamente en ministro de Seguridad de Cristina de Kirchner. Arturo Puricelli, harto y sin pretensiones, renunció al cargo y permitió que Berni expanda su mando a la cima de la cartera a través de una especie de testaferro político: María Cecilia Rodríguez, la dama que la Presidente sentó en la butaca de Puricelli como una extensión del secretario de Seguridad.
El "Loco", como lo llaman su amigos y laderos como parte de un ritual consentido por el propio Berni, no sólo sobrevive al segundo cambio de jefatura en el área -ingresó con Nilda Garré, continuó con Puricelli-, sino que con el giro ortodoxo que implica el desembarco de Jorge Capitanich, el CEO según al palabra de Carlos Zannini, Berni se adueña de toda la política de seguridad criminal del kirchnerismo.
Sus palabras de la semana pasada adquieren, entonces, un peso mayor. Puricelli pasó por Seguridad, como parte la obediencia a Cristina de Kirchner, y permaneció sin ruidos ni visibilidades. No es una actitud nueva: como ministro de Defensa al menos dos veces presentó sin inmutarse la renuncia a la Presidente.
Esta vez, con esta gestualidad sutil del kirchnerismo de consentir o disfrazar renuncias mientras a otros desplaza sin un llamado -lo sabe Mercedes Marcó del Pont, que pasó de suponerse sucesora de Hernán Lorenzino a la sorpresa y luego a la furia contra Cristina-, Puricelli deja Seguridad, donde ni siquiera se preocupó por espadear o llevarse mal con Berni.
El secretario de Seguridad es per se un caso extraño. ¿No quiso asumir como ministro o existió un veto de la Presidente? Alérgico al protocolo, Berni disfruta más la acción que el escritorio, por lo cual la salida de Puricelli y la designación de Rodríguez, a quien él incorporó al staff de Desarrollo Social en 2006, parece un enroque justo para su paladar.
Hay otro detalle: Rodríguez es experta en intervención ante catástrofes, trabajó en la ONU -estuvo, por caso, en Kosovo y en Yakarta en el tsunami de 2005- y luego desarrolló varias tareas de esa especialidad en el país, una de las últimas en la inundación de La Plata de abril pasado.
Tuvo, luego, una incursión en Defensa (ver nota aparte), pero no es ni en términos académicos o filosóficos, ni en la práctica, una funcionaria con corpus metodológico en materia de política criminal.
A simple vista, su designación desdobla ministerio, o al menos, segmenta las funciones y las jefaturas. Berni continuará al frente las políticas de seguridad y Rodríguez se encargará de no vincularlo a asistencia en intervención en emergencia.
Los piquetes seguirán siendo ese territorio móvil en que se mueve Berni, ahora más locuaz en el relato manodurista -Massa, de rebote, puede atribuirse el giro discursivo de la Casa Rosada en la materia, algo inconcebible dos años atrás-, no se alterará con el desembarco de Rodríguez, a quien algunos vinculan con La Cámpora.
Por vía no convencional, con el desplazamiento de Puricelli se ejecuta un movimiento que alimentó expectativas, referido al club de los segundos que manejaban o eran más relevantes que sus ministros. Con Axel Kicillof ascendido al Palacio de Hacienda eso se blanqueó y con Berni al mando a través de Rodríguez la regla suma, a priori, otro antecedente.
Julián Álvarez, dice de Julio Alak en Justicia, siempre fue citado en los mentideros como el tercer alfil en ese ajedrez.
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