24 de junio 2013 - 00:00

Bernanke aprieta vía los mercados

La economía de los EE.UU. no exuda firmeza pero lo hará hacia fin de año y en 2014. Sobre esa plataforma hipotética, el banco central asienta su voluntad de empacar su programa de compra de bonos, el QE3. La estrategia será progresiva: Bernanke ha dado a entender que la faena de repliegue comenzaría antes de fin de año (septiembre es la fecha favorita) y podría estar terminada hacia mediados de 2014. Queda claro, pues, que hasta dentro de un año, la Fed piensa continuar con la adquisición de bonos. Y, Bernanke dixit, mientras haya compras, la Fed estará agregando "más liquidez y más relajación". Si se revisan sus papeles se advierte que el banco central no quiere abandonar la senda del estímulo hasta, por lo menos, 2015. ¿Y entonces? ¿Cómo explicar la brecha entre el relato y la realidad? Muy sencillo. Lo que dice Bernanke es verdad ceteris paribus, pero no lo es mutatis mutandis. Todo lo demás no es constante. Al compás de sus palabras, los mercados comenzaron ya un feroz ajuste monetario y crediticio. La tasa larga es el mojón de los programas de QE. Y, desde mayo, mutó de bálsamo a instrumento de tortura: escaló 85 puntos base que, a su vez, horadan los cimientos de toda la pirámide de valuación de activos. Lo que cae del cielo no es el maná de la relajación y la abundancia, son los cascotazos de un reajuste de precios. Hace bien en correrse el profano cuando ve agitarse a los mercados emergentes. No chapotean en la liquidez. Se hunden a plomo.

Pregunta obligada después de escuchar a Bernanke y los mercados: ¿éste es el plan o el fracaso de lo que la Fed tenía planeado? La convulsión, ¿es a propósito? ¿O salió el tiro por la culata? La mejor respuesta disponible es que no hubo improvisación. Bernanke -a lo largo de 9 minutos de discurso preparado y 47 de interrogatorio periodístico- precisó los contornos de un mensaje muy masticado. Las críticas de un inesperado disidente -James Bullard, de la Fed de St. Louis- permiten saber que hasta los pequeños comentarios "espontáneos" fueron autorizados de antemano. ¿No será que los inversores están leyendo mal las intenciones de la Fed? Insiste John Hilsenrath del Wall Street Journal, una especie de alter ego de los banqueros centrales: los mercados no le están prestando atención a las partes benignas del mensaje. Es así. Pero, ¿acaso la Fed imaginaba que habría otra lectura inicial? No. Bernanke fue áspero. Adrede. ¿Es falso que la Fed quiera proveer más estímulo? No. Pero lo que ansía es revivir la exuberancia en la economía y quitarla de los mercados.

Hay que entender que la Fed cambió de criterio. De ahí el segundo voto en discordia. Vale la pena escucharlo a Bullard (la Fed también comunica cuando airea las diferencias internas). Su opinión: la prudencia aconsejaría esperar "señales más tangibles" del fortalecimiento de la economía y del cumplimiento de la meta de inflación del 2%. Y, por supuesto, no lo dice porque le preocupe el alza sino la merma de la inflación. Tiene razón cuando resalta una contradicción evidente: la Fed sugiere la probable adopción de una política de menos estímulo cuando, a la par, recorta las proyecciones de crecimiento e inflación del año, que databan de marzo (que a su vez eran menores a las hechas en diciembre, y estas a la de septiembre 2012, y así sucesivamente). El enfoque cambió. Bullard no se movió un ápice de su posición, pero la voluntad mayoritaria de la Fed, sí. Y por eso dejó de estar alineado. La política monetaria, denuncia, corre otra vez detrás de objetivos cifrados en el calendario (como cuando se prometían tasas estables "por un tiempo considerable") y no en los avatares económicos. Y, decimos nosotros, si Bernanke se retira en febrero, las urgencias las tiene que dictar esa crucial transición.

Conviene tomar nota. La Fed le teme menos a la desinflación. Y a una recaída en la crisis (la "doble recesión"). Avizora una economía y un mercado laboral más robustos pese al ajuste fiscal. ¿Qué la moviliza? La voluntad de comenzar a desensillar el QE3 bajo el paraguas de la credibilidad de Bernanke y antes del traspaso de comando. No se intentaría si no hubiera confianza. Sin embargo, la Fed habló, pero no actuó. El globo de ensayo sigue siendo tal, aunque el ensayo luce cada vez más aceitado. ¿Los mercados? A examen para probar su resistencia (y purgar excesos). ¿No se teme que la suba de la tasa larga cause un accidente? Es el riesgo. La tarea más delicada que le resta a la Fed será estabilizarla. O sea, sustraerla de la exageración propia de un cambio abrupto de portafolio.

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