27 de septiembre 2016 - 20:48

Color con cualidad de acuarela en las fotos de Jorge Miño

En la nueva muestra del fotógrafo, las formas mantienen su habitual protagonismo, pero el uso del color deja al descubierto una nueva relación entre la fotografía y la pintura.

Ejemplos. Arriba, pictórica foto de la serie “Volúmenes vacíos”, y al lado, una de las obras a las que Miño imprime ilusión de movimiento.
Ejemplos. Arriba, pictórica foto de la serie “Volúmenes vacíos”, y al lado, una de las obras a las que Miño imprime ilusión de movimiento.
Jorge Miño fotografía arquitecturas, con impecable oficio rescata las líneas donde perdura el encanto de la modernidad aunque se haya fugado la vida. En la muestra que en estos días le dedica la galería Praxis, las formas mantienen su habitual protagonismo, pero el uso del color deja al descubierto una nueva relación entre la fotografía y la pintura. El dato es perceptible en una foto de grandes dimensiones perteneciente a la serie "Volúmenes vacíos". Dominada por dos paredones amarillos, uno de ellos circular, la imagen muestra una luz azulada que se cuela por el pasillo que separa los muros. La luz determina una paleta que comprende desde las tonalidades blanquecinas hasta las sombras anaranjadas, pasando por el resplandor del oro. El color tiene en la fotografía la cualidad de una acuarela.

La belleza de las imágenes en blanco y negro suele residir en la síntesis. Miño trae de sus viajes centenares de fotografías, luego selecciona aquellas donde faltan elementos distintivos que tornen reconocibles los lugares o edificios. La carencia de identidad coarta los ejercicios evocativos, pero el vacío donde sólo se registra la pertenencia a una época determinada, facilita el reconocimiento de otros atributos.

De este modo, una construcción despojada de la serie "Los finales que se vuelven comienzos", oculta y sugiere el inicio o el final de una escalera. Casi puramente abstracta, esta simple forma configura una visión personal, pone en evidencia el estilo inconfundible del artista. Con el mismo rigor, Miño fotografía la arquitectura de un extenso y angosto pasadizo. La condición recta de esa callejuela se acentúa al estar encajonada entre altos paredones, la imagen tiene la potencia lapidaria del arte conceptual.

No obstante, a estos formatos estrictos se contraponen las fantasmagorías; el mundo quieto del túnel contrasta con la ilusión del movimiento. Los quiebres de las escaleras -un tema recurrente en la obra de Miño- potencian la inestabilidad, y su fluir engendra el vértigo. Las escaleras aparecen suspendidas en el espacio, sus líneas se multiplican y se deshacen entre resplandores vivaces. Para Miño, como señaló John Steinbeck: "La cámara necesita no ser un frío artefacto mecánico. Como una lapicera, es tan buena como el hombre que la use. Puede ser una extensión de la mente y del corazón".

La pasión por la arquitectura de la modernidad y las obras de las primeras vanguardias del siglo XX, se adivina en las obras realizadas con volumen a partir de fotografías que completan la muestra. El troquelado del papel blanco remarca sobre el fondo blanco las líneas de los edificios y escaleras. Finalmente, y a partir de un ojo educado en la historia del arte, el artista revela la nostalgia del pasado y las tensiones del presente en obras difíciles de encasillar.

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