15 de mayo 2009 - 00:00

Con un Kirchner limitado, el PJ diseña la transición

Néstor Kirchner
Néstor Kirchner
La unión de tribus personalistas que, desde el adiós de su fundador, es el peronismo no esperó la madrugada del 28 de junio para dictar el resultado de la elección: sin el floreo de Mauricio Macri, el PJ empezó a diseñar la transición al poskirchnerismo.

En criollo, la traducción es básica; los gobernadores y los caciques peronistas que no lo son, pero ostentan el control de territorio, se preparan para un tórrido tránsito hacia 2011 en el que Néstor Kirchner será «uno más» en una mesa grande y diversa.

Eslabonados, casi en simultáneo -motivo suficiente para que en Olivos se apuren a detectar conspiraciones ficticias o no- una sucesión de episodios hizo visible que, detrás del 28 de junio, a Kirchner lo espera un peronismo menos obediente y sometido:

1- Como al pasar, pero sin una mínima pizca de ingenuidad, Daniel Scioli sugirió, tres veces en los últimos seis días, que el candidato presidencial del PJ para 2011 se elija vía internas. No dijo lo que celebra en privado: que fantasea con ser duelista y ganador de una batalla en la que, más que la bendición del patagónico, percibe que influirá la costura de acuerdos con los demás gobernadores.

2- En San Juan, el gobernador José Luis Gioja confesó lo que, hace meses, es una costura silenciosa: que tras la elección de junio, un grupo de gobernadores conformará una mesa federal para «incidir» sobre las decisiones políticas y de gestión, en la que se anotan, a priori, Mario das Neves (Chubut), Luis Beder Herrera (La Rioja) y Celso Jaque (Mendoza). Gioja, como Scioli, se anota para 2011; siquiera para el segundo escalón de la fórmula, al igual que el formoseño Gildo Insfrán, también enlazado con la tribu Gioja.

3- Con escenografía chacarera, el cordobés Juan Schiaretti y Carlos Reutemann reavivaron el histórico «eje del centro» al que también, incluso con más empatía y voluntad que Schiaretti, adhiere el ex gobernador de Entre Ríos, Jorge Busti, que ató una tregua ocasional con Sergio Urribarri, a su vez siempre on line con Olivos y que en reserva actúa en ágil sincronía con Scioli. El «Club del Centro» tiene un socio escondido: José Manuel de la Sota, quien, sin embargo, sospecha de Reutemann.

4- Desde la periferia, la trilogía encabezada por Alberto Rodríguez Saá, que integran Ramón Puerta y Juan Carlos Romero -alguna vez artífices de la «Liga», de la que también participaba Kirchner, que precipitó el derrumbe de Fernando de la Rúa- imantó a Felipe Solá, quien hoy se paseará por Misiones con el ex gobernador y, agrietado su vínculo con Francisco de Narváez, empezó a imaginar una expansión nacional en las cercanías del bloque que ordena el puntano, tarea que comenzará a ejecutar luego de la elección cuando, salvo un gesto improbable de Macri y De Narváez, Solá se lance a caminar hacia 2011 con socios diferentes de los que seleccionó para la próxima votación.

Primarias

Sólo el peronismo, inagotable usina de pretensiosos, fabricó -y remixó- en estos meses nueve candidatos: Scioli, Reutemann, Das Neves, Gioja, Insfrán, De la Sota, Rodríguez Saá, Solá y el tucumano José Alperovich, a quien Aníbal Fernández anotó ayer en la grilla de 2011.

A su vez, Olivos, sin resignarse, se obstina en reeditar la hipótesis continuidad con «él o ella».

Tanta dispersión, supone Scioli -que abrazó, por ímpetu propio, la antigua recomendación de convocar a primarias, de Alberto Balestrini, que se sueña como jefe real del peronismo bonaerense- es la excusa perfecta para sugerir la instancia de las internas.

El gobernador tocó un músculo dormido desde el 9 de julio de 1988 cuando, por primera vez en su historia, el peronismo eligió a través del voto directo de los afiliados su candidato presidencial, elección en la que Carlos Menem derrotó a Antonio Cafiero.

Scioli no lo admite, pero el atajo de la interna tiene, como destinatario primordial, a Kirchner porque le arrebata la condición de «gran elector» que, como mínimo, el patagónico se preserva para 2011 si no logra imponer el sueño de un tercer mandato K.

La primaria, a su vez, promete una reconfiguración del peronismo sin versiones disidentes como un recurso para atraer a los sectores del PJ que ven a Macri como una opción presidencial. «Todos adentro» es la consigna que se lee como una factura a Kirchner por haber, con su destrato, incentivado las fugas del partido.

Sólo un milagro -que, como las brujas, existen- lo puede salvar de esa pendiente: que el 28 de junio, en Buenos Aires, festeje una victoria aplastante; tan contundente que empañe su debilidad inicial de recurrir a Scioli y a los intendentes para ganar le elección.

Perceptivo, el gobernador aprendió del traspié de Eduardo Duhalde en el 99 y, por esa razón, se convirtió en promotor de las internas porque, en lo formal, devuelve a las provincias y a los gobernadores del PJ el protagonismo que Kirchner les quitó.

Algo más: el tironeo por la candidatura presidencial podría, como le ocurrió a Duhalde y a Cafiero, volver a enfrentar al interior con Buenos Aires. Por eso sus coqueteos con Das Neves -lo visitó hace un mes-, su vínculo casi invisible con Schiaretti y sus acercamientos a las provincias chicas, como la que ejercitó días atrás con el salteño Juan Manuel Urtubey.

Ayer, en La Plata, Kirchner tuvo un anticipo escalofriante de la desobediencia de los gobernadores: sólo Urribarri, de Entre Ríos, estuvo en el lanzamiento de su candidatura a diputado a pesar de que algunos, como Gioja, estaban en Buenos Aires y otros fueron invitados por Oscar Parrilli.

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