28 de octubre 2013 - 00:00

Cupones bursátiles

Algunas personas no aprenden jamás. Donde encontraba un negocio para emprender, Charles Morse se animaba y ponía manos en el asunto. E, invariablemente, lo encaminaba al desastre. Era un trepador sin códigos, corrupto y amante de las tretas, pero, sobre todo, un personaje con mala suerte.

Su fortuna inicial la hizo sobornando a los políticos de Manhattan, donde su padre poseía una fábrica de hielo. Así logró formar un monopolio y poner el precio por las nubes, para luego manipular las acciones y lograr un rédito enorme. Pero la burbuja explotó antes y el alcalde, su seguro respaldo, debió renunciar. El nuevo alcalde acabó con el negocio de Morse así que, usando tácticas similares, se embarcó en otros proyectos que acabaron... mal. Ya en 1908 lo condenaron a quince años de prisión por su rol estelar en el pánico financiero del año anterior.

Después de haber apelado y perdido, Morse partió hacia el penal de Atlanta el 2 de enero de 1910.

En Atlanta estuvo preso junto con Charles Ponzi, que creó un esquema financiero fraudulento del mismo nombre, el esquema Ponzi , y pasó a la historia como uno de los estafadores más famosos de Estados Unidos. Debido a la riqueza y a las conexiones de Morse lanzó una campaña entre abogados y periodistas famosos como Clarence W. Barron, quien instó al presidente William Howard Taft a que tuviera indulgencia en su caso. En 1912, Morse se enfermó, y un panel de médicos del Ejército declaró que sufría de la enfermedad de Bright y pronto moriría si permanecía en la cárcel. Taft firmó su perdón y Morse salió para seguir tratamiento médico en Wiesbaden.

Sin embargo, pronto se conoció en el Departamento de Justicia que había fingido la enfermedad por el consumo de una combinación de espuma de jabón y de productos químicos.

En 1916 se dedicó a la construcción de barcos, y el Gobierno estadounidense lo contrató para fabricar 136 buques para la Primera Guerra: Morse pidió un préstamo acorde con el gasto, y sólo entregó 22 naves. Como era de esperar en un hombre con su suerte, lo descubrieron; intentó escapar a Europa, pero fue arrestado y obligado a pagar u$s 11 millones. El dinero del préstamo lo había empleado en construir barcos para su propia empresa. Como siempre, Morse juró que volvería, pero ya no pudo hacerlo.

Murió ocho años después, en bancarrota total, luego de tantos negocios desafortunados.

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