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De Vido trata de revivir diálogo con empresarios
También le encomendaron mejorar la relación con el Grupo Techint

Paolo Rocca
La nueva tarea del arquitecto kirchnerista arrancó la semana pasada y seguiría ésta, pero hasta ahora no parece que su gestión vaya a estar signada por el éxito: según altas fuentes de la dirigencia empresarial, no está claro si las numerosas llamadas telefónicas del ministro a los hombres de empresa apuntan a solucionar los temas pendientes, o simplemente se trata de ganar tiempo.
El mensaje -en todos los casos telefónico- que recibieron dirigentes de la Unión Industrial Argentina (UIA), Asociación Empresaria Argentina (AEA), ADEBA (los bancos nacionales) y las cámaras de la Construcción y de Comercio fue casi unívoco: reconstruir los puentes entre ambos sectores que -paradójicamente- se deterioraron por falta de uso.
Al margen de la relación con las centrales empresariales, uno de los temas clave que tiene a su cargo De Vido es lograr que el vínculo con el Grupo Techint vuelva a correr por carriles normales. Es un hecho que la relación se deterioró gravemente a partir de las confiscaciones de subsidiarias de Techint que practicó el régimen de Hugo Chávez en Venezuela.
Desde ese momento se multiplicaron las querellas mutuas (algunas más sordas, otras públicas) entre el principal grupo empresario argentino y la administración de los Kirchner. Ahora Néstor Kirchner le encargó a De Vido la tarea de que se vuelva a lo más parecido a la normalidad, para lo cual el funcionario se comunicó ya un par de veces con Luis Betnaza, mano derecha de Paolo Rocca.
Sin embargo, y pese a las buenas intenciones que podría albergar De Vido, los empresarios mal ocultan la profunda insatisfacción que les provoca la falta de resolución de temas que se arrastran desde hace más de un lustro.
Ayer, por caso, un hombre de la UIA le dijo a este diario que las declaraciones de De Vido en el sentido de que un cálculo erróneo de las facturas eléctricas podría ser causa para rescindir los contratos de concesión, y también la -por ahora- gaseosa intención oficial de quedarse con el fútbol televisado, «son señales en el sentido inverso a las que esperamos: si se sigue rescindiendo contratos, la seguridad jurídica no existe y, por lo tanto, las inversiones seguirán sin venir».
Otra dificultad grande que ven los empresarios es la intransigencia en el conflicto Gobierno-campo. El presidente de la UIA, Héctor Méndez, había dicho que «sin el agro no vamos ni a la esquina», y demostró su solidaridad exhibiéndose en la tribuna central de La Rural en la inauguración de la Exposición Ganadera. Sin embargo, aun cuando reconocen que «la madre del conflicto» es el Gobierno, también les preocupa la creciente dureza de los dirigentes agropecuarios. «No se ve ninguna posibilidad de solución, y eso es malo para todos», le dijo a este diario un banquero nacional.
Tampoco les gustó a los empresarios que se barajara la posibilidad de incluir a los partidos políticos en el (por ahora hipotético) Consejo Económico y Social. Varios le recordaron a este diario que el CES español excluye a los partidos -que hicieron su propio acuerdo, el de La Moncloa- y sólo acepta a las fuerzas productivas. Esos empresarios afirman que nadie en el Gobierno quiere hablar del CES porque -aducen- cuando no se quiere hacer algo, se dan vueltas, se «tira la pelota afuera», se convoca a los que no estaba previsto que fueran convocados.
El caso de la ley de ART es paradigmático de lo que los empresarios ven como falta de intención del Gobierno de cumplir con las promesas hechas a la UIA por el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, y el ministro Amado Boudou en la propia sede de la central fabril: hay varios proyectos girando en los despachos oficiales, ya desde los días en que el Palacio de Hacienda (y sus toilettes) era ocupado por Felisa Miceli.
Y además, dicen algunos de los consultados, el controvertido secretario de Comercio, Guillermo Moreno, habría vuelto a dar señales de vida, en la forma de sus habituales «aprietes» a empresarios del sector alimentario.
Como se ve, a De Vido le espera una dura tarea, sobre todo si desde Olivos -donde Néstor Kirchner se hizo fuerte- no le llegan órdenes de «abrir la mano» y comenzar a satisfacer algunos de los numerosos reclamos sectoriales que cobraron nueva vida el 26 de junio pasado.
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