12 de noviembre 2010 - 00:00

Diálogos en Wall Street

ä Del entusiasmo al alboroto en una semana. La Fed y el relajamiento monetario están en el centro de la escena. Pero ya no se escuchan tantos elogios como reprobaciones. Y los inversores dudan sobre su efectividad. En cambio, el experto en finanzas que usa la máscara de Gordon Gekko, el personaje de la película de Oliver Stone, no ve razones para desesperarse. Y sí percibe pequeños avances. Ya no se discute la doble recesión. Y la curva de rendimientos, al empinarse, también enciende una señal de mejoría.

Periodista: Pasó una semana desde que la Fed anunció la segunda fase de su política de relajamiento monetario. La euforia que la precedió se aplacó bastante.

Gordon Gekko: Se transformó en alboroto.

P.: Por no decir escepticismo. Las críticas que recibió el QE2 por parte de las autoridades de Europa, China y otros países emergentes fueron nutridas y feroces.

G.G.: Demasiado ruido y pocas nueces. Típico de la antesala de una cumbre presidencial del G-20. Le diría que no todos los palos corresponden a este gallinero.

P.: Una encuesta global de Bloomberg, efectuada entre inversores y no entre líderes políticos, señala que el 75% de éstos descree de que el QE2 vaya a ser efectivo para impulsar a la economía o para reducir el desempleo.

G.G.: No me sorprende. Lo van a creer recién cuando lo vean. Son las reglas del juego. Pero, por cierto, la pregunta clave, dos meses atrás, no era ésa.

P.: Se refería a las probabilidades de una doble recesión.

G.G.: Tal cual. Algo se avanzó. La economía que se hundía irremisiblemente salió de la esfera de discusión.

P.: No dirá que por mérito exclusivo de la intervención de la Fed...

G.G.: No dirá tampoco que su participación resultó ajena por completo.

P.: La encuesta de Bloomberg es muy interesante. Los inversores globales consideran más acertadas las políticas del Banco Central Europeo (BCE) que las de la Fed.

G.G.:
¿Qué juzgan más apropiado? ¿Prenderles fuego a Grecia o a Irlanda?

P.: No está de acuerdo.

G.G.: Es más fácil compartir el cuestionamiento a la eficacia del QE2 para disminuir la tasa de desocupación.

P.: La postura frente a la inflación parece el tema sensible. Se ve a la Fed como más proclive a aceptar un desliz inflacionario.

G.G.: Seguro.

P.: La mitad de los encuestados piensa que la Fed logrará, con la compra de bonos, elevar «modestamente» la tasa de inflación.

G.G.: ¿Y si le dijera que ése es el objetivo principal de la iniciativa?

P.: Uno de cada cinco inversores estima que la Fed conseguirá mucha más inflación que la que necesita.

G.G.: Veremos. El programa es condicional a los propios efectos que surta. La Fed puede desconectarlo antes de lo planeado si logra su objetivo. No querrá excederse.

P.: Puede cortar la compra de bonos cuando así lo desee. Pero la inercia de la inflación no se maneja apretando un botón de apagado. Una vez abierta la caja de Pandora, ¿quién puede asegurar que va a poder devolver a su interior los demonios que soltó? ¿O me equivoco?

G.G.: No. Ése es el riego que corre la Fed. Está muy bien expresado.

P.: Sin embargo, la política le parece acertada.

G.G.: ¿Cuál es la alternativa? Reeditar el Japón de los noventa no me parece un destino mejor. Y aun hoy en día, con la compra masiva de bonos en agenda, resulta mucho más probable.

P.: ¿Por qué?

G.G.: Porque ya estamos montados en la huella que nos conduce a ese pantano. Y tenga presente que una crisis inflacionaria admite solución conocida. No es un paseo agradable, pero tiene un tratamiento eficaz probado. Zafar de una trampa deflacionaria no tiene otra receta que la que hoy se critica y se juzga ineficaz.

P.: O sea que si el remedio falla y la economía se complica, tendrá que combatir su parálisis aplicando más de lo mismo. Será el turno del QE3.

G.G.: Tal vez se le pueda agregar una cucharada sopera de política fiscal. Pero, téngalo por seguro, si hoy se duda sobre su eficacia, después de sucesivos fracasos, la credibilidad será nula. Tome a Japón como botón de muestra.

P.: Lo llevo a otro aspecto de la encuesta. Se cree también que EE.UU. procura debilitar el dólar como una manera de zafar del brete, de transferir el costo del ajuste a los demás. ¿Usted qué piensa?

G.G.: Es muy difícil juzgar intenciones. Pero si esto es así, entonces no hemos visto nada. Cuando la crisis comenzó, el dólar cotizaba a 1,60 frente al euro. Con todo el aspaviento que se armó estas semanas, su valor es mucho más firme que entonces. ¿EE.UU. tiene la intención de superar la crisis con el recurso a un dólar débil? Entonces, si posee la intención, carece de la capacidad de hacerla prevalecer.

P.: Quizás convenga mirar el tipo de cambio multilateral, el conjunto de las paridades, y no sólo la relación del dólar con el euro.

G.G.: Mire, si se quiere corregir el déficit de cuenta corriente de un país, es usual que se le aconseje que deprecie su moneda. No es la solución, pero sí es un lubricante eficaz. ¿Qué tendría de raro que cuando ese país es EE.UU. se acepte un debilitamiento del dólar?

P.: La última. Vuelvo al QE2 y a los mercados. ¿Cómo interpretar la suba de tasas de interés en los bonos más largos? Se dice que la Fed perdió el control. ¿Cree que es así?

G.G.: Hay quien perdió la brújula, pero no es la Fed. ¿Qué noticias son buenas noticias? ¿Deberíamos lamentar que se cree empleo en mayor medida que lo esperado? Pues bien, eso eleva las tasas largas. Empina la curva de rendimientos. Como la Fed achicó el programa de compra de bonos (con respecto a las fábulas en danza) y cómo escogió una duración más corta que lo imaginado (concentrando las compras en el tramo entre cinco y seis años), este efecto se potencia. Lo marcamos de antemano: era probable que el piso de las tasas largas ya lo hubiésemos visto mucho antes de que se anunciara el QE2. ¿Es un fracaso? ¿Una señal de pérdida de control? No. Es un indicio, muy tentativo, de mejoría.

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