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El hechizo de visitar ‘‘la isla del cristal’’

Una buena cantidad del arte del vídrio se fue concentrando en la isla de Murano.
Con el ánimo febril que despierta la patria chica de Vivaldi, Bellini, Goldoni y Casanova, muchos no se lanzan a descubrir el sinfín de islas -se dice que son 120- que rodean la capital del Veneto.
La Laguna veneciana siempre ha estado rodeada de leyendas y supersticiones. Durante los siglos V y VI mucha gente se mudó a las islas en busca de un remanso de paz, huyendo de las tormentosas guerras. La mayoría de ellas ha quedado vacía, pero hay famosas por el prestigio de su producción, como es el caso de Murano, pujante de vida, colorido y hospitalidad.
Larga historia
Murano, que fue fundada por los romanos, goza de una larga historia llena de emociones y momentos conmovedores. Desde tiempos remotos, el hombre ha dado al vidrio una atención casi mística, al otorgar a la transparencia de este material un valor mágico y sobrenatural.
Si los magos de las leyendas predecían el futuro a través de una esfera de cristal, los químicos alquimistas estudiaban con prismas de cristal en busca de esa piedra filosofal que transforma el metal en oro. A todos los que hoy visitan la isla de Murano se les presentan los mismos escenarios que hace siglos inspiraron a genios, mercaderes y artistas. La estructura «delle fornace», de los hornos, ha quedado inalterable en el tiempo, y la tecnología está presente sólo en algunos detalles. Esto se debe a la devoción de los maestros por las tradiciones, que como un reloj han siempre marcado el tiempo en miles de años de la historia del vidrio.
El arte del vidrio fue una actividad organizada en Venecia en el siglo XII, y una buena cantidad se fue concentrando en la isla de Murano, hasta que la República decretó el traslado a la isla de todas las «fornaci» aún activas en el centro histórico.
Los motivos de esta ley estaban ligados a la seguridad, por el peligro de incendios que comportaban. Se puede suponer que a raíz de esto, las técnicas se hayan refinado mucho más en Venecia que en ningún otro lugar de Europa gracias a los contactos comerciales que los venecianos tenían con los vecinos del Oriente y sobre todo con aquellos de la antigua tradición del vidrio, como fenicios, sirios y egipcios. Esta tradición hizo integrar saberes y técnicas occidentales y orientales, dando a la producción lagunar esa particularidad que la ha hecho famosa en el mundo. Allí empezaron fabricando abalorios y espejos hasta llegar a hacer incontables creaciones de vidrio que son verdaderas obras de arte. El famoso cristal aventurine tiene su origen en esta isla encantadora, que se convirtió en el mayor productor de cristal de toda Europa.
Formas y colores de todo tipo nacen de una idea del creador para materializarse y adquirir peso y relieve. Famosa por sus lámparas, esta ciudad refleja la luz de aquellos que supieron hacerla brillar. Magia que no se pierde a través de los siglos. Invita a aprender a mirar a través de los cristales de Murano.
Cómo ir
Tan sólo a 16 km de Venecia, el vaporeto 12, 41 y 42 nos deja en las puertas del vidrio de más prestigio en el mundo. También se puede llegar en lancha, invitado por las fábricas que buscan atraer visitantes que se interesen en sus mercaderías y, en lo posible, realicen compras (la mayoría ofrece visitas guiadas).
Vale tener en cuenta que las fábricas más espectaculares no están abiertas para los turistas, ya que se trata de lugares que cuidan que sus secretos de siglos se desvelen y lleguen a las fábricas rivales. Secretos bien guardados, que pasan de padres a hijos.
Por caso, en 1921, Paolo Venini, que alcanzó algunos de esos secretos milenarios, rápidamente se destacó por sus colecciones únicas, y algunas de sus piezas hoy se encuentran en museos de París, Nueva York y Munich.
Visitas
En la iglesia de San Pietro Martire están custodiados frescos de Bellini, Tintoretto y Veronese. La Fondamenta Cavour, donde se encuentra el Museo Vetrario, expone 4 mil piezas, que ilustran la evolución de la técnica de elaboración a través de los siglos. Entre las obras expuestas está la espléndida copa Barovier en vidrio soplado esmaltado, decorada con figuras alegóricas.
La basílica de Santa María y Donato, de estilo veneto bizantino, construida alrededor del siglo VIII, fue la primera iglesia reconocida por el Vaticano. Allí se podrá admirar la Madonna Orante, espléndido mosaico dorado que representa una virgen.
También está el Palazzo da Mula, una antigua y hermosa villa construida en el siglo XV. Entre sus muros se han reunido numerosas fraternidades secretas dignas de aparecer en una novela de Dan Brown, el autor de «El código Da Vinci».
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