12 de diciembre 2013 - 13:50

Empresas: puentes a jóvenes de la base de la pirámide

EMPLEO, UN DESAFÍO VIEJO PARA EL NUEVO MUNDO: La generación de trabajo sigue siendo el objetivo crucial para la economía global. Hoy Europa exhibe tasas de empleo más propias de países sumergidos que de un bloque rico. América Latina muestra números positivos en los últimos años, pero el dinamismo parece estar reduciéndose en el inicio de la segunda década de este siglo y el desafío es qué tipo de empleo se genera. En la Argentina, es imperante atender el empleo informal así como también la integración de los jóvenes al empleo, principalmente los de la base de la pirámide.

Empresas: puentes a jóvenes de la base de la pirámide
Desde el liderazgo empresarial venimos dedicando mucho tiempo y trabajo a la gestión de talentos jóvenes, para entender sus motivaciones, sus valores, cómo se relacionan con las distintas dimensiones de vida, sus procesos de construcción identitaria.

Personalmente he desarrollado en los últimos años diversos estudios para entender a la llamada generación Y, siendo que PWC es una organización de servicios profesionales y capital humano transgeneracional. Y esto con un doble propósito: por un lado, crear ambientes de trabajo motivadores donde jóvenes puedan desarrollarse, crecer, tener autonomía, flexibilidad y sentido de propósito y gratificación; por el otro, entender las tendencias sociales ya que la juventud es la época. Como decía Lacan: "Pobre de aquel que no pueda interpretar el espíritu de época". Pero estamos hablando de jóvenes integrados de clases medias.

Paradójicamente, poco hemos dedicado a comprender, internalizar, concientizar y accionar sobre uno de los problemas, a mi juicio, más críticos que tenemos como sociedad, cual es la integración de jóvenes en la base de la pirámide, en situación precaria en lo educativo y laboral, aspectos que condicionaran nuestro desarrollo y bienestar general.

Sabemos que el problema de la desocupación en los jóvenes es un fenómeno global, que alcanza al 40% de la población desempleada, siendo su riesgo de desempleo tres veces mayor que entre los adultos. En la Argentina, el 24% de los jóvenes, que son el 17% de la población, tienen trabajos precarios y sólo el 33% cuenta con un trabajo formal.

Claramente existe en primer término un déficit de capital cultural en estos jóvenes demostrado en los niveles de abandono escolar en la escuela media, que en el quintil más pobre alcanza al 60%. Problemas de calidad educativa, desmotivación, aburrimiento, sumado a la imperiosa necesidad de contribuir al ingreso familiar a temprana edad y la carencia de apoyo familiar componen un cuadro estructural de multicausalidades. Acá entonces tenemos un efecto directo en el tipo de empleos al que pueden acceder estos jóvenes. Cambiar el paradigma hacia una escuela más atractiva que además enlace estratégicamente contenidos curriculares y vocacionales con capacidades demandadas por el mercado laboral tendrá una implicancia de mejora sustancial. Para ello es necesario crear contextos que incentiven estos puentes entre la escuela media y las empresas. Aquí hay experiencias concretas en el mundo de políticas públicas que favorecen el primer empleo, consideran incentivos fiscales a empresas pequeñas o establecen modalidades duales, actividades formativas en escuelas y empresas.

Estas acciones entonces trabajan sobre los recursos objetivos, materiales y socioculturales reduciendo la desigualdad entre quienes los poseen y quienes no. Pero hay otro emergente de nuestro estudio aún más condicionante que dificulta el proceso de integración social de los jóvenes de la base de la pirámide. Esto es la falta de capital simbólico para proyectarse a nivel personal desde sus propias condiciones de identidad. En el plano social, los recursos simbólicos definen la manera en que las personas son percibidas por los demás, reconocidas como par o diferente, como inferior o amenaza. Estos prejuicios y atributos desacreditantes constituyen la barrera del estigma bien desarrollada por Goffman que no dejan ver las cualidades del otro.

En el plano psicológico, la falta de recursos simbólicos define una barrera autoimpuesta en los jóvenes que viven en un presente continuo y el mundo se les impone, sin poder abstraerse y construir su propio proyecto de vida.

En este punto pienso que como líderes podemos trabajar apalancándonos en la Inteligencia Social de Goleman, que nos permite reconocer las diferencias personales y abordarlas desde una perspectiva positiva, ya que las barreras no son de un sólo lado y, en consecuencia, los puentes que construyamos deben contar con doble circulación. Avanzar sobre el plano psicológico implica dotar a los jóvenes de habilidades sociales que van más allá del aprendizaje de un oficio. Así lograremos contribuir a superar la tentación de ceder a la frustración y resignación o a la reacción de hostilidad y agresividad defensivas ante la rispidez del entorno.

Finalmente, siento la necesidad de reafirmar nuestra responsabilidad como líderes empresariales en la construcción de una experiencia social sustentable, generando contextos de aprendizaje, modificando los modelos mentales que condicionan nuestras percepciones y superando, como un artista, los límites para expandir.

Ésta es la ética de la posmodernidad, en un contexto donde los códigos morales de las instituciones son reemplazados por la responsabilidad individual, sabiendo que hoy la hiperconectividad e interdependencia en la sociedad global hace que nuestros actos y decisiones tengan efectos en los demás. Hacernos cargo es reconocer nuestras capacidades de transformación.

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