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Entre el "blue" y el Papa, Cristina abre campaña en clave consumo
• Amplía plan Pro.Cre.Ar y corrige asignaciones.
• Autoriza endeudamiento de provincias (amigas)
El plan que ideó Axel Kicillof , pero ejecuta Diego Bossio porque se fondea con recursos de la ANSES, es la piedra angular de la jugada porque habilitará otras variables como la ampliación o refacción de viviendas cuando, hasta ahora, sólo autorizaba créditos para la construcción. Esa línea llegó, según el registro de ANSES, a 69 mil beneficiarios.
En su menú Cristina de Kirchner tiene, además, una novedad sobre asignaciones familiares. En septiembre pasado, el monto por hijo se elevó a 340 pesos para los empleados que cobren menos de 5.200 pesos. Ese piso es considerado bajo por el sindicalismo de todo color y pelaje, un reproche que constituye la esencia de sus reclamos junto con el piso del Impuesto a las Ganancias.
Esta tarde, la Presidente anunciará un retoque a esos valores y, posiblemente, al régimen de cálculo en un acto que marca su regreso a la marquesina criolla luego de su gira vaticana y, sobre todo, de la audiencia que para la cosmogonía K certificó la conversión del arzobispo Jorge Mario Bergoglio en el papa Francisco. Aunque el acto estaba programado desde antes del viaje a Europa, el anuncio presidencial -el primer episodio de campaña de 2013- se produce en medio de la corrida del dólar "blue", que, al menos desde lo anímico, amenaza con licuar el efecto positivo del acuerdo de precios.
El tema inflacionario aparece, una y otra vez, en las tensiones domésticas del staff económico K. Guillermo Moreno no pierde oportunidad de reprochárselo a Kicillof. Lo hizo cuando se quejó de que las empresas donde el Estado tiene directores son "formadores de precios", cargos que reportan a Kicillof y, en menor media, a Bossio. El viceministro de Economía se amparó en que sus delegados son minoría en todos los directorios.
"Yo no tengo ningún director, pero todos me responden", alardeó Moreno.
Impulsos
A tres meses del cierre de listas, Cristina de Kirchner declara la temporada electoral luego de haber clausurado, aunque habrá algunos chispazos, el debate inter-K en torno a Bergoglio. Al margen de su militancia juvenil con cercanía a la Iglesia, la presencia de Andrés "Cuervo" Larroque, jefe visible de La Cámpora, en la vigilia porteña de la asunción del Papa fue la señal interna de dilema saldado.
La Casa Rosada asume que el factor crítico respecto de octubre puede ser la economía. Al morenístico control de precios, hasta ahora considerado eficaz, se le agrega el componente de un impulso al consumo que fue visible, según la Cámara Argentina de la Construcción, al menos respecto del plan Pro.Cre.Ar.
Por el lado de las asignaciones puede -eso, al menos, creen en Gobierno- aportar alguna cuota de pacificación en la trinchera gremial o, siquiera, darle alguna carta al metalúrgico Antonio Caló y a sus laderos de la CGT oficialista para mostrar como logro propio, más allá de su inclusión en la comitiva papal, aunque el podio sindical en ese rubro es de Omar Viviani que fue de Venezuela al Vaticano.
La lógica de gestos a los propios se aplica en otros rubros. El Banco Central analiza dos expedientes para la autorización de endeudamiento de Entre Ríos y Chaco. Los gobernadores de esas provincias, Sergio "Pato" Urribarri y Jorge "Coqui" Capitanich, fueron el viernes pasado durante una cumbre ultra-K en Paraná los voceros más intensos del clamor a favor de la reelección de Cristina de Kirchner.
La incógnita es si la dosis de bondad papal con la que Cristina volvió del Vaticano alcanzará en el corto o el mediano plazo para destrabar una autorización, siquiera parcial, de endeudamiento a Daniel Scioli. El gobernador, al que la Legislatura le permitió tomar deuda por más de 15.000 millones, se resignó a no recibir ninguna asistencia nacional.
El optimismo sciolista, inmanente a la personalidad del gobernador, fue fulminado por la realidad: ni Cristina ni sus ministros atienden los llamados de La Plata. A tal punto los teléfonos están cerrados que a la Casa Rosada, luego de pasar por dos o tres intermediarios, llegó una propuesta de tregua o rendición que, por ahora, Cristina de Kirchner desechó.
Otra expectativa podría tener Francisco "Paco" Pérez, que espera un OK de Hernán Lorenzino para endeudarse.
Plebiscito
Capitanich, en cambio, conseguiría que le confirmen la autorización para colocar deuda luego de proponer que se convoque a un plebiscito sobre la reforma de la Constitución. Sin embargo, ese mecanismo esconde varias trampas: aunque por caso José Luis Gioja, en San Juan, lo ganó con comodidad, la última experiencia presidencial fue desastrosa.
En 1998, Carlos Menem se vio forzado a cancelar públicamente la fantasía re-reeleccionista cuando el entonces gobernador Eduardo Duhalde convocó a un plebiscito en la provincia para medir la voluntad reeleccionaria de los bonaerenses. Bajo el influyo del papa Francisco se dieron un abrazo que sepultó aquellas pullas y miserias.
La sugerencia de Capitanich es sintomática por otra cuestión: la más intensa y exitosa intervención de Jorge Bergoglio en las cuestiones políticas de entrecasa fue justamente para clausurar un intento reeleccionista en Misiones, vía Carlos Rovira, que era patrocinado por Néstor Kirchner como un intento para generar un clima prorreeleccionista a nivel nacional.
El malestar del patagónico por aquella imtromisión del ahora papa Francisco fue tal que al tiempo recibió al obispo Joaquín Piña, pero se negó a hablar con Bergoglio. Uno de los varios enlaces que se arriesgaron a facilitar el diálogo se encontró con una respuesta inesperada: "Que mande una carta a Cancillería y después vemos".
Aunque el Gobierno se ampara en el concepto divino de que Francisco ya no es aquel incómodo Bergoglio -ayer el tono de cercanía estuvo a cargo del jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, a quien reporta el "cartaabiertismo" de Horacio González-, el cristinismo debería mantener a mano la experiencia misionera: es probable que, como ocurrió entonces cuando el jefe de la Iglesia habló de "peligro institucional", cualquier aventura para forzar otro mandato podría generar una negativa explícita de la Iglesia.
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